Era la mejor mañana de viernes. Si hacía un resumen de la noche pasada, todo era fantástico.
Lo bueno, es que no sólo había salido con Rodrigo, sino que al final, todo resultó mejor de lo que yo esperaba, soy pesimista y siempre he tenido la idea de que nadie puede fijarse en mi, y ahora me doy cuenta, que el chico de mis sueños puede ser mío en tiempo real.
Bailamos, bebimos y nos besamos. Lo último lo hicimos sin medida.
Lo malo, sólo dormí dos horas, porque de la emoción no podía conciliar el sueño a pesar de lo cansada que me sentía y... Daniel.
Aún tenemos una relación, la verdad, en estos momentos estoy convencida de que no tenemos nada que hacer juntos. Independientemente de si Rodrigo quiere una relación conmigo o no, ya entendí que Daniel no es para mí. Tarde, pero lo hice.
Llegué al trabajo a la hora debida, pero con café en mano, el tercero de la mañana y que estaba rompiendo mi record diario en consumo de cafeína.
Los viernes, es de total locura en el despacho, se organiza la papelería de toda la semana, llevamos un registro de actividades y todas las órdenes (véase avisos legales, notificaciones, avisos de presentación), que no se emitieron en la semana, deben de entrar el viernes al juzgado, para que el día lunes, queden procesadas y expedidas.
Es típico ver a Carlos Rodríguez, el bromista del despacho, yendo de un lado a otro desesperado, porque siempre deja todo hasta el último momento.
Ya había comenzado con mis redacciones y llamadas, y ni siquiera me fijé si Rodrigo había llegado. Qué mal de mi parte, ¿verdad?
Después de esos besos, mínimo se merecía un café... Pasados unos quince minutos, y aprovechando que Amanda, su secretaría, se había llevado unos documentos para firmar, toqué lo más despacio que pude la puerta.
Escuché un apagado: "Adelante". Arrepentida de haber ido a su oficina, entré con la cara más roja que nunca.
—Buenos días —saludé, me di cuenta de que estaba recostado en el sillón de la improvisada sala de espera, con tremendas ojeras bajo sus ojos—, ¿cómo estás?
—Algo dormido —rápidamente se levantó del sillón y caminó hacia mi, me tomó de la mano y cerró la puerta, que había dejado entreabierta para escapar lo más rápido posible, si es que era necesario.
Una vez que la privacidad volvía a la oficina, me tomó de la cintura pegándome a su cuerpo y tomó mis labios igual que anoche.
Sentí un desenfrenado impulso de empujarlo hasta el sillón y besarlo más apasionadamente, pero no me dio tiempo, se separó tiernamente para decirme:
—Te ves hermosa.
—Gracias Rodrigo —mordí mi labio inferior en señal de nerviosismo—. Tengo que volver a mi escritorio —dije volviéndome hacia la puerta, pero me retuvo—. ¿Qué pasa?
—Cinco minutos, sólo dame cinco minutos, quiero... convencerte.
—¿Convencerme de que? —No por favor, no me digas que sólo quieres tener sexo...
—De que te quedes conmigo.
—¿Pero que dices? Aquí estoy.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —La amenaza a una pregunta que de antemano sabía me iba a poner un predicamento, hizo que la sangre se agolpara en mi cabeza, y nada tenía que ver con la resaca. No pude articular palabra y asentí— ¿Estás jugando conmigo?
¿What a fuck?
A ver, repasemos los hechos: desde que inicié mi vida amorosa, a los catorce años, creo que yo he sido el juguete de la relación, así que no me vengan con cuentos de que ahora súbitamente, me he convertido en el victimario, en la mala ó en la bruja del cuento.

ESTÁS LEYENDO
Diez Días sin Sexo
Romance[En Edición] Regina y Daniel sostienen una relación de casi un año. Pero las cosas no van muy bien y la situación empeora una vez que a Regina, le indican un tratamiento de diez días, en los cuales, el sexo, no está permitido. Todo comenzará a compl...