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-Oh, preciosa Bella. ¿Estás aquí?- escuché la voz de Mery, mi mejor amiga.

-Largense.- escupí.

-Este lugar es tan anti higiénico hasta para llorar. Sal princesa.- ahora era Tory la que hablaba.

-Sólo quiero caer en un agujero y no salir más.- dije entre lágrimas.

-No es para tanto.

-Hasta una niña de primero se rió en mi cara.- solté, limpiando mi rostro.

-Ya sal de ese baño horrible Bella.- exigió Mery.

Abrí la puerta de uno de los baños de chicas, ellas dos estaban frente a mí con sus brazos abiertos.

-Ven aquí.

Y sin decir más, me abalanze hacía ellas, abrazándolas fuertemente mientras que lloraba sin parar.

Me había rechazado.

Mi crush lo había hecho frente a todas las personas.

"El que no arriesga, no gana"

Había dicho mi amigo.

Pero si, perdí.

Me había arriesgado, y salí lastimada, con el corazón roto y siendo el hazme-reir de todo el maldito instituto.

Los rumores corrían rápido en el pequeño colegio de Australia.

No tuve otra opción que encerrarme en el baño a llorar y pensar en lo estúpida que era.

-Se rió en mi cara.- murmure.- Ese maldito me tomó como una broma.- cerré mis ojos y bufé.

-No puedo creer que te guste ese tipo de hombres, Bella.- negó Tory.

-¡Tory!- exclamó Mery, como si hubiera dicho algo que no debería decir.

-Me gustaba.- le conteste.- Lo único que siento por él ahora es asco.- escupí.- Es un mono estúpido con aires de grandeza. Otro estúpido, lindo, perfecto e inteligente adolescente idiota.- suspire.

Había conocido a Luke el día que empece la secundaria, a los trece años, él tenía un año más que yo, así que nunca le preste mucha atención.

Y unos días luego de que la escuela haya empezado, una niña se había quedado encerrada en el cuarto de limpieza.

No se si fue porque nunca había visto a alguien abrir una puerta de una patada con tanta facilidad.

O por la forma en la que cargaba en sus brazos a la pobre chica.

O como lo único que le importaba era ponerla a salvo a ella.

Pero ese día, ese maldito día... Me enamoré de Luke Hemmings.

-Espero que tus palabras sean ciertas.- escuché susurrar a Mery.

-Le diré a papá que me venga a buscar. No quiero seguir aquí.

(...)

-¿Tu cabeza dolía?- preguntó preocupada el hombre con pelo canoso y barba afeitada.

-No.

-¿Tu estómago está bien?-

-Sí.- asentí, agarrandome de su brazo.

-¿Estás en tus días de mujer?- preguntó descaradamente.

-¡Papá!- exclame, y fue la primera vez desde lo de la mañana, que sonreí.

- Bueno, esta bien.- abrió la puerta de su auto para que subiera.- ¿Mejor no pregunto?

Rechazada; lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora