- ¿No entiendes? Yo quiero ser más que un amigo con derechos – y sin más se marchó.
La confesión de Harry me dejó inmóvil por al menos cinco minutos. No lo entendía, es decir, si lo entendía a la perfección. Pero al parecer el no me entiende a mí. Yo a Liam… lo amo. Es simplemente mi vida.
Sentir la presión de que el chico al que amaba no sentía nada por mí me carcomía el interior. ¿Por qué me había dejado? Quizás simplemente no fui lo suficiente buena para él… ¿Y si intentaba ser perfecta? Quizás volvería.
Me acerqué al baño con miedo de lo que iba a hacer, quizás Harry tenía razón y necesitaba ayuda. Pero… ¡Vamos! ¿A quién engaño? Sabía que lo que hacía me dañaba pero mi único pensamiento era y es Liam, él volvería. Lo sé.
Tomé la cuchilla y comencé nuevamente a lo de unos días atrás. Aquel frío metal atravesó mi piel haciendo que de mi interior saliera una cantidad de sangre increíble. En un comienzo me asusté, pero luego el dolor fue reemplazado por una satisfacción que ni el sexo lograba producir en mí.
“Perfección” recordó mi mente y fueron cosa de segundos para que me encontrara junto al inodoro vomitando. Nunca fui una chica con autoestima alta y mi interior lograba convencerme de que eso era lo que buscaba Liam en mí. Seguí con mi trabajo hasta el simple hecho de sentirme débil.
- ¿______? – se escuchó en la planta baja. Asustada intenté moverme, algo que me fue imposible por lo débil que me sentía - ¿Dónde estás? – tiré la cadena e intenté pararme, y fue ahí cuando me di cuenta de las manchas de sangre en el piso del baño - ¡Al fin te encuentro! Que… - Louis calló enseguida al verme en esas condiciones - ¿Qué hiciste? – Horrorizado corrió a mi lado y tomó mi brazo – Nena, ¿Qué hiciste?
- Debo ser perfecta – Susurré con la poca fuerza que me quedaba
- ¿Qué?
- Liam… Él… Así volverá, el necesita a alguien perfecto – expliqué
- Nena, nadie en esta vida es perfecto, lo debes saber.
- Pero él no me querrá si no soy perfecta
- Yo te quiero, tal cual eres y no eres perfecta – habló una tercera voz, con Louis nos giramos para encontrarnos con el de rulos en la puerta del baño - ¿Y así me haces promesas? – comentó frío
- Demonios – se quejó Louis – Vomitaste – El ojiclaro me miró con ojos apenados
- No – contesté con debilidad
- No fue una pregunta – afirmó
- ¿Hiciste qué? – preguntó Harry
- Lo lamento – fue lo único que pude articular
- ¿¡Lo lamentas!? – Harry se adentró al baño y se acercó a mí - ¿Lo lamentas? ¿Es broma?
- Harry cálmate – pidió Louis empujandolo delicadamente
- ¿Qué me calme? ¿¡Cómo pides eso!?
- ¡Harry basta! – pidió mi amigo nuevamente
- ¡No me puedo calmar si se está haciendo daño, entiende, Louis! – y fue lo último que escuché.