- Para nada, y no sé si es que esta vez pueda controlarme – admití y volví a besarla. Notaba lo débil que estaba y aunque mi cuerpo, mente y corazón quisieran tenerla por completo sabía que ella no podría. La recosté suavemente y yo a su lado repartí besos por toda su anatomía. La besaba cada 5 minutos, y la verdad no sabía porque lo hacía. Quizás por el remordimiento de lo que le hacía, ya que tenía claro que ninguno sentía más que amistad por el otro. La quedé mirando y se quedó dormida. Fue ahí cuando recibí un mensaje
“Quizás creas que no merezco tu ayuda, pero no lo hagas por mí, hazlo por ______. Cuando esté dormida la llevaremos a un psiquiátrico, por favor Louis es lo mejor para ella y lo sabes
Harry.”
- ¿Lo mejor para ella o para ti? – Cuestioné en voz alta a Harry, quien claro no me escuchaba – Soy una basura, una mierda. Liam no me perdonaría eso jamás
- ¿Qué es lo que no te perdonaría? – la voz de ______ hizo acto de presencia y mi corazón quedó en mi garganta
- ¿Escuchaste todo? – mis ojos estaban tal cual platos azules implantados en mi cara
- ¿Qué es mejor para mí? – achinó sus ojos y frunció el ceño, de esta no me salvaba
- Necesito llevarte a un lugar, linda.
- ¿A dónde?
- ¿Confías en mí? – “No” me respondí automáticamente, le estaba haciendo daño, y quizás Harry tenía razón, llevarla a un psiquiátrico era lo mejor para ella.
- A ojos cerrados – me regaló una sonrisa. “No la mereces” habló mi consciencia. Y claro que no la merecía, pero quizás mentirle era lo mejor… A quién engaño, intento buscar excusas para defenderme de algo indefendible - ¿A dónde me llevarás? – cuestionó mientras su sonrisa seguía en su boca. Restregó sus ojos debido al “sueño” lo que me pareció completamente tierno
- A un paseo – Intenté devolverle la sonrisa pero lo único que logré que saliera fue una mueca, una horrible, deforme y falsa mueca.
- Deja que me cambio y vamos – intentó levantarse de la cama pero noté que se tambaleó. Por acto reflejo la tomé por la cintura acercándola a mí
- Si quieres te ayudo – dije sin pensar. En su cara se formó una sonrisa picara y fue cuando entendí todo, lo que ella buscaba en mí era lo mismo que yo buscaba en ella. Cariño, y ambos sabíamos que solo existía cariño de amistad, pero el darnos placer mutuamente nos ayudaba. Ella lo necesitaba y no se negaba, yo lo quería y no me opondría. Comencé a subir su blusa hasta sacarla del camino, dejándola al descubierto. Me miró avergonzada y sonreí
- Ya te he visto así – recordé y se sonrojó
- Pero ebrio
- En ese caso te ves hermosa estando sobrio – sonreí y llevé uno de sus pechos a mi boca mientras masajeaba el otro con una mano. De su boca escapaban innumerables gemidos y jadeos los cuales hacía que un calor recorriera todo mi cuerpo centrándose en una parte en especial: Señor zanahorio dos. Subí hasta su boca y la besé descontroladamente. Intentó desacere de mi camisa a rayas pero la detuve.