Capítulo 2

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Capítulo 2


Cuatro días después, Kyungsoo fue al Mom House y dejó su coche en el aparcamiento vacío. Era un típico día de marzo, frío y nublado, con la promesa de lluvia en el ambiente.

Al salir del automóvil y pisar el pavimento agrietado, inhaló el olor a madera mojada, agua salada y pescado. Las gaviotas sobrevolaban la zona con sus gritos estridentes, y el viejo edificio del restaurante destilaba un aire de desolación. Las remodelaciones y los pequeños parches no conseguían ocultar que la estructura había pasado por una mala época.

Kyungsoo pensó para sus adentros que no había nada más triste que un restaurante desierto. Era media mañana, así que en circunstancias normales tendría que haber bastante actividad; los cocineros tendrían que haber llegado para ir preparándolo todo, el chef tendría que haber planeado el menú del día y comprobado las entregas, y el aroma de la leña quemada en la parrilla y de las especias tendría que impregnar el aire. En cambio, el único movimiento lo aportó una página errante de periódico al pasar por delante de su coche.

Aquél era su nuevo lugar de trabajo. Ya había firmado los documentos y los había enviado al despacho de Jongin, así que aquél sería su mundo durante los tres años siguientes, y estaba en sus manos conseguir que volviera a ser un éxito.

Sintió que se le formaba un nudo de excitación y de anticipación en el estómago. En circunstancias normales lo celebraría con sus amigos con una deliciosa comida y un buen vino, pero de momento, el vino tendría que esperar.

—Por una buena razón —susurró Kyungsoo, mientras posaba una mano sobre su estómago.

En ese momento oyó que llegaba otro coche, y al volverse vio un BMW azul oscuro aparcando junto a él. Contempló el carro descapotable, y se le ocurrieron al menos media docena de comentarios antes de que Jongin se bajara. ¿Acaso no se había fijado en el tiempo durante los últimos treinta y pico años?, ¿era una buena idea llevar un descapotable en invierno?.

Sin embargo, cuando Jongin abrió la puerta y bajó del coche, fue incapaz de hacer otra cosa que sonreír y saludarlo con la mano. Mientras Jongin se erguía en su impresionante metro ochenta y se ajustaba la chaqueta de cuero, se sintió como el protagonista de un anuncio de colonia masculina, cuyo papel consistía en contemplar al modelo en cuestión con la boca abierta y expresión de adoración. El guión tendría que leerlo alguien a quien aún le funcionara el cerebro.

Cuando se le tensó la garganta, empezaron a temblarle las piernas, se dio cuenta de que la situación iba por muy mal camino. En aquellas circunstancias, una reacción visceral hacia su ex marido parecía una idea poco recomendable.

No le preocupaba que su reacción tuviera algún significado especial; estaba esperando un bebé, y por lo tanto se pasaba el día entero en un baño de hormonas. Se echaba a llorar al ver algún anuncio sensiblero, sollozaba cuando un niño abrazaba un cachorrillo, y sentía la necesidad de mandarle al mundo entero una postal edulcorada.

Así que, fuera lo que fuese lo que estaba sintiendo en ese momento por Jongin, no tenía nada que ver con él. El culpable era el pequeño bebé que llevaba en su interior... aunque eso no impedía que se comportara como un tonto, claro. Tenía que recordar que era un chef de armas tomar con fama de ser duro y difícil, además de perfeccionista. Trabajaba con unos cuchillos muy afilados, y podía partir huesos de pollo con sus propias manos.

—¿Listo para enfrentarte al mundo? —le preguntó Jongin al acercarse a él.

—Claro, al menos a la parte que me toca — Kyungsoo lo siguió hasta la puerta principal, y comentó: —Voy a necesitar una llave.

Jongin se metió la mano en el bolsillo, y sacó un llavero.

—Están marcadas. Puerta principal y trasera, despensas, bodega y almacén de licores.

Jongin abrió la parte derecha de las puertas dobles de madera y cristal, y se apartó a un lado para dejar que le precediera. Kyungsoo entró en el local en penumbra, y deseó no haberlo hecho en cuanto el olor lo golpeó de lleno.

—¿A qué huele? —preguntó, mientras se abanicaba con una mano.

Parecía una desagradable mezcla de piel chamuscada, pescado, carne en descomposición y madera podrida.

—Es un olor bastante fuerte —admitió Jongin. —Las despensas no se limpiaron antes de cerrar, era aún peor cuando vine la semana pasada.

Kyungsoo no pudo imaginarse algo peor, y apenas pudo contener las ganas de vomitar. Tenía un embarazo de casi cuatro meses, pero era la primera vez que sentía náuseas. Jongin abrió las puertas de entrada de par en par, y encendió los ventiladores.

—Enseguida se despeja.

Kyungsoo frotó el zapato contra la moqueta, y comentó:

—El olor no va a desaparecer limpiando sólo una vez.

—Ya lo sé. Ésta es la única zona donde no hay parqué, así que cambiaremos la moqueta en cuanto acabemos con el suelo.

Kyungsoo rezó para que con aquello bastara. Al menos el local estaba bastante bien, ya que tenía un techo alto y unos grandes ventanales; por regla general, a la gente le gustaba disfrutar de las vistas. Jongin se acercó a unos grandes caballetes que mostraban el diseño que tendría el comedor, y comentó:

—Como puedes ver, estamos haciendo algunos cambios, pero no hay tiempo para una remodelación completa.

—Claro.

Kyungsoo pasó junto a él, sin prestar demasiada atención a los diseños. La parte delantera del restaurante no era de su incumbencia, ni le interesaba demasiado. Lo que quería era ver la cocina, así que fue hasta la parte posterior del comedor y pasó por la puerta batiente. La peste era aún peor allí, pero la ignoró mientras contemplaba sus nuevos dominios.

Mientras observaba la enorme parrilla, los ocho fogones y los hornos, se dijo que al menos todo estaba bastante limpio. Había una zona de preparación, con un largo mostrador de acero inoxidable que tenía un fregadero para las ensaladas y un gran surtido de ollas, sartenes y cuencos. Ni siquiera tuvo que cerrar los ojos para imaginarse cómo sería... el calor de la parrilla y de los fogones, el silbido del vapor, los gritos de "plato acabado", o "listo para cocinar".

Debido a la época en que se había construido el local, la cocina era grande y estaba bien ventilada. Las esteras parecían nuevas, y al tomar una de las ollas, comprobó que era resistente y de buena calidad. El siguiente paso era comprobar la despensa.

—Al menos podrías fingir que te interesa —dijo Jongin, desde la puerta de la cocina.

—¿El qué? —le preguntó Kyunsoo, al volverse hacia él.

—La parte delantera del local, la decoración y la organización de las mesas.

—Claro — Kyungsoo pensó durante unos segundos, sin saber qué decir. —Está muy bien, es realmente impresionante.

—¿Crees que puedes engañarme? —preguntó Jongin levantando una ceja.

—No, pero tampoco debería sorprenderte mi reacción. Sólo me importa lo grande que es el comedor y la configuración de las mesas.

Era importante saber cuántas mesas de seis y de ocho había, y el planteamiento a seguir en caso de que hubiera un grupo bastante grande. Una de las cosas que más molestaban al personal de cocina era un pedido sorpresa para doce.

—Preguntaré para informarme. Bueno, ¿qué te parece? —preguntó Jongin.

Kyungsoo sonrió, y admitió:

—No está mal. Voy a tener que hacer un inventario detallado, ¿cuál es el presupuesto para nuevo equipamiento?.

—Prepara una lista con lo que necesitas, y ya te diré algo.

—Soy el chef ejecutivo, así que tendría que decidir lo que se compra.

—Se te olvida que te conozco, Kyungsoo. Te conectarás a Internet y empezarás a comprar Dios sabe qué en Alemania y en Francia, y te habrás gastado veinte de los grandes antes de que me dé cuenta.

Kyungsoo se volvió para que no pudiera ver su sonrisa, y dijo:

—Yo sería incapaz de hacer algo así.

—Sí, claro. Y lo dice el hombre que pidió un juego de cuchillos como regalo de boda —recordó Jongin.

Kyungsoo se volvió de golpe, más que dispuesto a ponerlo en su lugar.

— Jongin ...

Jongin lo cortó con una rápida sacudida de la cabeza, y se apresuró a decir:

—Lo siento, no volveré a sacar el tema de nuestro matrimonio.

—Bien.

El personal se enteraría de su antigua relación con Kim Jongin a los quince minutos de abrir el restaurante, porque en una cocina no había secretos, pero eso no significaba que quisiera ir pregonándolo.

Era extraño volver a ver a Jongin y hablar con él, y no estaba seguro de lo que sentía al respecto. No estaba enfadado, aunque sí un poco incómodo. Y triste. Las cosas habían sido fantásticas entre ellos en el pasado, pero a Jongin no le había importado lo más mínimo, y... bueno, de acuerdo, quizás estuviera un poquito enfadado, pero ya habían pasado tres años. ¿Quién se habría imaginado que aún quedaban restos de las antiguas emociones?.

Al menos no iba a tener que tratar con Jongin de forma regular.

—Te prepararé una lista lo antes posible, haré el inventario en cuanto hayamos acabado —dijo Kyungsoo.

—Está bien. Eh... intenta no gritar.

—¿Porqué? —preguntó Kyungsoo.

—Ya hay algunos contratos firmados.

Kyungsoo sabía que no se refería a los empleados, así que dedujo que estaba hablando de los proveedores y de los distintos servicios.

—Eso no es problema mío —le dijo.

—Sí que lo es, porque tendrás que tratar con ellos —aseguró Jongin.

Típico de Jongin, preocuparse sólo de lo relacionado con la gestión. Aunque él entendiera a un nivel abstracto lo que implicaba preparar comida para doscientas o trescientas personas, no lo sentía con el corazón.

—No pienso trabajar con incompetentes —le dijo Kyungsoo con firmeza.

—¿Pueden meter la pata antes de que los consideres incompetentes? —preguntó Jongin.

—Si la comida hubiera sido de buena calidad, el restaurante no habría tenido que cerrar. Había algo que fallaba, y supongo que era lo que servían. Me gusta trabajar con ciertos proveedores en concreto —comentó Kyungsoo

—Tenemos contratos firmados.

—Ustedes, no yo —respondió Kyungsoo

— Kyungsoo, ahora tú también te llevas un pellizco de los beneficios, así que formas parte del negocio.

Teniendo en cuenta que no había ningún beneficio, la idea no lo reconfortaba demasiado.

—Quiero traer a mis propios proveedores —dijo Kyungsoo.

—Primero tenemos que cumplir con los que ya tenemos.

Kyungsoo reconoció el gesto inflexible de su boca. Podía discutir, gritar e incluso amenazarle con la violencia física, pero Jongin no iba a ceder. Su única alternativa era utilizar la lógica.

—De acuerdo. Los emplearé por ahora, pero si meten la pata una sola vez, se acabó. Recurriré a otros.

—Me parece justo —dijo Jongin.

—Será mejor que hables con ellos, porque apuesto a que no han estado sirviendo sus mejores productos. Será mejor que cambien de actitud —exclamó Kyungsoo

—Me ocuparé de ello — Jongin se sacó un moderno celular del bolsillo de la chaqueta, y empezó a escribir en la pequeña pantalla.

Típico de los Kim ... siempre con alguno de sus juguetitos.

—¿No tendría que ocuparse de eso el gerente?. ¿Es que no tienes que irte a vender café? —preguntó Kyungsoo.

—Vaya, qué gracia que menciones el tema.

Kyungsoo se apoyó contra el mostrador y lo miró con atención. Todas las señales de alarma estaban presentes... el brillo de sus ojos, la sonrisita, aquella actitud que dejaba entrever que estaba a cargo de la situación... aunque no era así, claro. Estaban hablando de su sueño, y no estaba dispuesto a permitir que nadie jugara con él.

—Deja que lo adivine —dijo Kkyungsoo en tono seco. —No va a gustarme nada saber a quién has contratado.

—No lo sé —sonriente, Jongin admitió: —Soy yo.

Kyungsoo esperaba que mencionara un nombre desconocido, o a alguien con quien hubiera trabajado mal en el pasado. Pero... ¿trabajar con Jongin?. Se le hizo un nudo en el estómago, y lo inundó una oleada de emoción.

No, Jongin no. Aquélla era una muy mala idea.

—No tendrás tiempo — Kyungsoo se apresuró a decir, aunque recordaba perfectamente bien que él era muy bueno en su trabajo.

Jongin había dejado el asador familiar para abrir su propio negocio, pero no había sido por falta de éxito; al contrario, los beneficios habían ido incrementándose de forma sustancial. ¿Por qué tenía que volver allí?, ¿Por qué en ese preciso momento?.

—Voy a hacer un paréntesis de cuatro meses. Seguiré yendo al despacho, pero sólo durante unas horas a la semana. Voy a centrarme en el Mom House —respondió Jongin.

—¿Por qué no me lo dijiste cuando te pregunté sobre el tema la primera vez?.

—Porque pensé que rechazarías el trabajo.

Kyungsoo no sabía lo que habría hecho, pero como no pensaba admitirlo ante él, se echó a reír y comentó:

—Caramba, Jongin, y yo que pensaba que tu hermano era el del ego enorme. Ya veo que es cosa de familia.

Jongin se limitó a mirarlo, sin mostrar la más mínima incomodidad.

—Teniendo en cuenta nuestro pasado, era una suposición razonable. Trabajar juntos en cualquier circunstancia sería todo un desafío, pero en un restaurante...

Kyungsoo apartó la mirada, y se dio la vuelta.

—No me importa con quién tenga que trabajar, siempre y cuando sea bueno en su trabajo. Así que ven a tu hora y da el ciento cincuenta por ciento, y no tendremos problemas.

— Kyungsoo ...

Kyungsoo respiró hondo, luchando por contener la furia que se iba extendiendo por su interior. Era un sentimiento que tenía enterrado muy dentro de sí, y que lo impulsaba a reaccionar de forma beligerante. Se dijo que todo pertenecía ya al pasado, que no podía olvidar que hacía mucho tiempo que se había acabado, pero la lista de agravios era demasiado extensa.

Los errores que había cometido Jongin se negaban a desaparecer de su memoria, y deseó con todas sus fuerzas gritárselos uno a uno a la cara y exigirle explicaciones, aunque sabía que estaba siendo poco razonable.

Aun así, no pudo evitar sacar a la luz uno de ellos, uno muy simple que ya no tenía ninguna importancia. Se volvió de nuevo hacia Jongin, y se puso las manos en las caderas.

—¿Cuál fue tu problema?. Yo era tu esposo, y se trataba de un puesto sencillo. Ensaladas, Jongin. Sólo eran ensaladas. ¿Por qué no pudiste descolgar el teléfono y recomendarme?, ¿pensaste que no haría un buen trabajo?.

Aquello era lo que siempre se había preguntado, pero nunca había sido capaz de plantearle: si nunca había creído en él. No se le ocurría ninguna otra razón que pudiera explicar su actitud, pero nunca había conseguido que Jongin confirmara sus sospechas, y quería saber la verdad.

Jongin dio un paso hacia él, pero se detuvo y sacudió la cabeza.

—Me vuelves loco. Ya han pasado... cuatro años desde aquella entrevista de trabajo, ¿no?. ¿De verdad importa?.

—Sí, claro que importa —respondió Kyungsoo.

—No me creerás.

—Inténtalo.

—No es que no creyera en ti, Kyungsoo. Eso nunca. Eras increíble, el mejor. El problema era mi familia.

—¿Qué problema había?, ¿que tu abuela viera a tu esposo trabajando?. Jongin, ella ya sabía que yo era un profesional, no habría sido ninguna sorpresa.

—No quería que tuvieras que tratar con ella, que estuvieras expuesto a ella —respondió Jongin.

Kyungsoo sabía que Kim Danbi y Jongin nunca habían estado demasiado unidos, pero le costaba mucho creer que aquélla había sido la verdadera razón de su negativa a ayudarlo.

—Me crie con dos hermanas, y teníamos que compartir un cuarto de baño. Se me da bien compartir mi espacio con otras personas —dijo Kyungsoo.

—No quise arriesgarme, arriesgarte a ti. Nunca puse en duda que pudieras hacer un buen trabajo.

Kyungsoo no acabó de creerle, pero tal y como Jongin había comentado, era inútil discutir del tema a aquellas alturas. Jongin había vuelto arrastrándose para pedirle que trabajara para él, y Kyungsoo había accedido a hacerlo.

—Bueno, es igual —dijo Kyungsoo, mientras se encogía de hombros. —Aceptaré que seas el gerente de forma temporal, si no te entrometes en mi trabajo.

—Ése no es mi estilo —aseguró Jongin.

—Es interesante, ¿verdad?. Recuerdo que una vez me dijiste que el infierno se congelaría antes de que tú y yo trabajáramos juntos.

—Lo estás sacando de contexto. En aquel entonces estábamos casados, y un restaurante es un espacio demasiado pequeño para que un matrimonio pueda coexistir en él —comentó Jongin.

—En aquellos tiempos dijiste un montón de cosas, pero me pregunto cuántas fueron acertadas.

Kyungsoo esperaba que Jongin se enfadara ante aquel comentario que lo cuestionaba, pero su ex marido sonrió y dijo:

—Supongo que el sesenta por ciento, más o menos.

—Me parece que estás siendo demasiado generoso.

—Claro, porque estamos tratando de un tema muy interesante —dijo Jongin.

—¿Te refieres a ti mismo?.

—¿A quién si no? —la sonrisa de Jongin se ensanchó aún más.

—Tú... —refunfuñó Kyungsoo, antes de quitarse el abrigo y dejarlo sobre el mostrador.

Tuvo mucho cuidado de mantenerse de espaldas a Jongin, para que no pudiera ver su sonrisa. Jongin aún podía hacer que quisiera cortarlo en pedacitos, pero nunca había sido un hombre aburrido.

—Ya no estamos casados, así que estoy seguro de que trabajaremos bien juntos, siempre y cuando recuerdes los límites de tu autoridad —Kyungsoo se volvió hacia él, y señaló la puerta de la cocina. —Éste es mi mundo, así que ni se te ocurra invadirlo y tomar el control.

—De acuerdo. Danbi prometió que sólo se acercaría al restaurante como comensal, fue una de las condiciones que le puse para acceder a ayudarla, así que ella tampoco te molestará —comentó Jongin.

—Perfecto.

Aunque Kyungsoo no creía que la abuela de Jongin fuera tan mala como él la pintaba, nunca habían tenido una relación demasiado estrecha. Siempre que estaba cerca de ella, Danbi parecía olisquear el aire como si su olor le resultara desagradable.

Kyungsoo se sacó una pequeña libreta del bolsillo, y dijo:

—Está bien, manos a la obra. Necesito una semana para poner a punto la cocina, y como ya tengo un montón de ideas sobre el personal, sólo hay que pensar en la limpieza y en el abastecimiento del equipo y de la comida. Antes de decidir lo que hace falta, tenemos que hablar de los menús.

—¿Para cuándo puedes tenerlos listos?, yo te daré el visto bueno final —dijo Jongin.

Kyungsoo enarcó una ceja.

—¿Vas a decirme lo que tengo que cocinar?.

—Esta vez, sí —respondió Jongin.

Kyungsoo no pensaba ceder, pero decidió dejar aquella batalla para cuando estuvieran listos los menús.

—Dentro de un par de días te diré cómo va la cosa. ¿Cuánto tardarás en tener lista la parte delantera del local?.

—Dos semanas —respondió Jongin.

Jongin utilizó un lápiz óptico para comprobar algo en su celular, y Kyungsoo se acercó un poco para poder mirar por encima de su hombro.

Aquello fue un gran error, porque de inmediato fue más que consciente de su cercanía. El calor de su cuerpo pareció calentarlo desde dentro, y sus pulmones se llenaron de su aroma; por desgracia, Jongin seguía teniendo su olor de siempre, una mezcla de piel limpia y de algo que era único en él.

Los recuerdos olfativos eran muy poderosos. Eso era algo que había aprendido en la escuela de cocina y que a menudo utilizaba cuando trabajaba, pero en ese momento se quedó atrapado en un remolino de recuerdos que incluían estar tumbado desnudo junto a él, escuchando su respiración después de que lo dejara tembloroso y exhausto de satisfacción sexual.

Kyungsoo retrocedió un paso.

—Supongo que habrás planeado algo para la nueva apertura, ¿no? —comentó, satisfecho al comprobar que su voz sonaba normal.

Tener pensamientos sexuales relacionados con Jongin era algo inapropiado, porque además de estar divorciados, Kyungsoo estaba esperando un bebé, y dudaba que a Jongin la idea le resultara demasiado excitante.

—Quiero una gran fiesta para la primera noche. Sin servicio en las mesas, sólo se prepararán platos de degustación para que la gente pueda probar lo que puedes ofrecerles. Invitaremos a la prensa local, y a los finolis —sonrió Jongin.

—¿Los "finolis"? —dijo Kyungsoo, con una sonrisa.

—Gente de negocios, celebridades, como quieras llamarlos.

—Supongo que les encantaría saber lo entusiasmado que pareces.

—Quiero que el restaurante se ponga en marcha, y la fiesta es un mal necesario —comentó Jongin.

—No pongas eso en las invitaciones. Empezaré a trabajar en el menú para la fiesta en cuanto acabe con el del restaurante. Ah, y utilizaré a tus proveedores hasta que metan la pata, pero para la inauguración, yo me ocupo del material. Tengo mis propios suministradores de pescado, y prácticamente viven en el mar.

—¿En serio?, ¿tienen agallas y aletas? —preguntó divertido Jongin.

—Ya sabes lo que quiero decir. Acudiré a ellos para los pedidos especiales.

—De acuerdo.

Kyungsoo echó un vistazo a su libreta, para ver qué más quedaba por comentar. Levantó la mirada hacia él, y empezó a decir:

—¿Tienes...? —frunció el ceño al ver que lo observaba con una expresión extraña, y le preguntó: —¿Qué pasa?.

—Nada —contestó Jongin, antes de retroceder un paso.

—Tienes una expresión muy rara, ¿en qué estabas pensando? —insistió Kyungsoo.

—No he dicho nada.

—No me engañes, te pasa algo.

—No —aseguró Jongin.

Jongin maldijo para sus adentros, incapaz de recordar la última vez que lo habían pillado mirándole los atributos de una persona. ¿Qué le importaba a él la anatomía de Kyungsoo?.

No le importaba lo más mínimo desde hacía años, pero... Kyungsoo parecía diferente, tenía un aire de seguridad en sí mismo que no recordaba. Quizás se debía al éxito que tenía últimamente, pero aparte de eso, estaba su cuerpo, se veía... mejor.

Su trasero se veía más respingón, no tenía ninguna duda. Bajó la mirada hacia su trasero, y se apresuró a apartarla. Pues sí, se veía mucho mejor. El jersey que llevaba se ceñía a la curva de su espalda mostrándole su mejorada anatomía, y además, había estado casado con Kyungsoo, así que lo había visto desnudo infinidad de veces. Kyungsoo siempre se había quejado de que su cuerpo todo era todo ángulos y líneas planas.

Pero definitivamente su cuerpo se veía mucho más llamativo... Jongin sacudió la cabeza, y se dijo con firmeza que tenía que pensar en otra cosa. Era el cofundador de una corporación multimillonaria y estaba al mando de un restaurante, así que no debería tener ningún problema para acabar aquel encuentro sin obsesionarse con el trasero de su ex esposo.

—¿Quién viene contigo? —le preguntó, para cambiar de tema. —Mencionaste a dos personas.

—Xuimin, mi segundo chef, y Baekhyun.

Jongin soltó un juramento, y se apresuró a decir:

—Ni hablar.

Kyungsoo enarcó las cejas.

—Perdona, pero no tienes ni voz ni voto en esto. Baekhyun es mi asistente, se ocupa de un montón de cosas y es el mejor supervisor de comedor que hay. Lo necesitaremos cuando estemos a tope.

Jongin sabía que sería primordial tener un supervisor cuando el restaurante estuviera lleno, alguien que se asegurara de que se sirviera el plato correcto y en el momento justo en cada mesa, y que ayudara tanto a la cocina como al servicio del comedor. Tenía que ser alguien capaz de controlar lo que pasaba en todo el local, y que pudiera mantener al tanto al chef.

—¿Cómo sabes que vamos a estar tan ocupados?, se tarda algún tiempo en conseguir una buena clientela.

—Oye, que estamos hablando de mí. La gente vendrá —dijo Kyungsoo, con una sonrisa.

—Hablando de mi ego... —rezongó Jongin entre dientes.

—No, gracias.

Kyungsoo volvió a repasar su lista, y tras comentar varios puntos más, dijo:

—Voy a ofrecerles un salario muy bueno a mis cocineros, así que será mejor que te vayas preparando.

—Tengo un presupuesto —respondió Jongin.

—Sí, y un restaurante con reputación de servir una comida horrible. Jongin, sólo vas a estar aquí durante cuatro meses, y soy consciente de lo que significa eso. Quieres deslumbrar a todo el mundo y después largarte a toda prisa, y aunque me parece genial, deslumbrar tiene un precio.

—Que sea razonable —dijo Jongin.

—Haré lo que sea necesario.

—Podríamos volver a vernos el lunes, para ver cómo va todo. ¿Te viene bien al mediodía? —preguntó Jongin.

—Estaré aquí, haciendo entrevistas de trabajo. Ven cuando te vaya bien —Kkyungsoo volvió a guardarse la libreta, y añadió: —Me quedo para echarle un vistazo a la cocina.

—Tienes las llaves, acuérdate de cerrar cuando te vayas.

—Claro —dijo Kyungsoo con una sonrisa, antes de volverse.

Al verlo de perfil, la mirada de Jongin volvió a bajar hasta su trasero. ¿Qué diablos le estaba pasando?.

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Después de hablar con Kyungsoo, Jongin volvió a su despacho en la oficina central de su empresa, la cadena de cafeterías Espresso Grind. Lo tenía casi todo listo para su ausencia de cuatro meses, pero aún tenía que solucionar algunos pequeños detalles.

Lo primero que hizo al llegar fue comprobar sus mensajes. Su asistente le llamaría al restaurante si surgía cualquier asunto urgente, y además iba a reunirse dos veces por semana con sus socios durante todo aquel tiempo.

La oficina central estaba en la planta alta de un viejo edificio industrial, y desde allí se veía la mayor parte del centro, hacia el lago y la célebre torre Space Needle. En un día despejado podía ver incluso más allá, pero tratándose de Seattle, tales días eran escasos. En ese momento, una fina llovizna caía contra los ventanales que abarcaban toda la pared, y contra los tragaluces del techo.

Jongin se puso a trabajar, pero menos de veinte minutos más tarde, su asistente lo llamó por el interfono.

—Tu abuela está aquí —le dijo en voz baja.

Jongin deseó poder ponerle una excusa para no tener que verla, pero por desgracia, una de las desventajas de haber accedido a salvar el restaurante era tener que tratar con ella.

—Hazla pasar —dijo, antes de levantarse y rodear su mesa para saludarla.

Danbi Kim entró en el despacho de inmediato, con la elegancia y el estilo de alguien que había nacido en una época mucho más glamurosa. Era una mujer esbelta de estatura media, y a pesar de que tenía más de setenta años, caminaba muy erguida con su vestido hecho a medida y sus zapatos de vertiginoso tacón. Su pelo blanco siempre estaba impecable, y su rostro tenía muy pocas arrugas. Sulli, la hermana de Jongin, decía que su abuela se había sometido a alguna operación de cirugía estética; o eso, o era una bruja de verdad y había hecho algún conjuro para mantener su buen aspecto.

—Hola, Danbi — Jongin la saludó, mientras le ofrecía una silla.

Ella se limitó a asentir antes de sentarse, y mientras Jongin volvía a su propio asiento, reflexionó sobre el hecho de que nunca la hubiera llamado abuela, ni siquiera de pequeño. Danbi lo había evitado desde siempre.

Danbi se quitó la chalina blanca que llevaba y fijó sus ojos en la alfombra, junto a sus pies.

—Supongo que estarás listo para llevar a cabo la transición —dijo.

—Sí. A partir de mañana, estaré en mi despacho del restaurante —respondió Jongin.

Danbi recorrió con una mirada despectiva la espaciosa habitación, y comentó:

—No creo que eches de menos este sitio.

—Claro que voy a echarlo de menos. Empecé desde cero, y construí un imperio que vale millones —indignado, Jongin se dijo que aquello era algo que cualquier persona normal respetaría.

—Sí, claro. Bebidas y galletas, vaya un imperio.

Jongin había aprendido que era inútil discutir con ella. Danbi veía el mundo como le daba la gana, y al parecer, su opinión en general era fría y deprimente.

—Supongo que no has venido a hablar de mi negocio, así que ¿por qué no vas al grano?.

—Quiero hablar del restaurante —dijo su abuela.

—No.

—¿Perdona? —Danbi fue incapaz de ocultar su asombro.

—Ve con cuidado, porque estamos jugando con unas normas muy claras. Si intentas entrometerte en cualquier asunto relacionado con el restaurante, me largo. Te prometí que en cuatro meses habría conseguido sacarlo a flote, pero con la condición de que tú te mantuvieras al margen, y lo dije muy en serio. Un solo comentario, una sugerencia, y se acabó.

—¿De verdad serías capaz de darle la espalda a tu legado? —le preguntó Danbi, con una expresión tanto indignada como autoritaria.

—Ya lo he hecho, es más fácil de lo que crees —respondió Jongin.

—Me he dejado la piel por esta familia y por la empresa —dijo Danbi, con voz gélida. —He renunciado a tener una vida propia.

Jongin ya había oído aquel sermón.

—Siempre has hecho lo que te ha dado la gana —le dijo Jongin. —Todo el que se ha interpuesto en tu camino ha acabado apartado a un lado, y tirado en la cuneta.

Desde que Jongin tenía uso de razón, Danbi siempre había vivido y respirado el negocio familiar, y sospechaba que la obsesión había empezado mucho antes de que él llegara al mundo. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por el apellido familiar, y la ironía radicaba en que ella no era una Kim de nacimiento, sino por su matrimonio.

—Vamos a dejar las cosas claras: esto no lo hago por ti. Sólo accedí a ayudarte por mis hermanos y por Sulli ... de hecho, ella debería ser la que estuviera al frente del Mom House, se preocupa más por ese restaurante que el resto de nosotros juntos.

— Sulli no es...

Jongin la cortó con un gesto.

—Ahórrame el sermón, es muy aburrido. Como ya te he dicho, no estoy haciendo esto por ti, sino por si alguno de nosotros llega a tener hijos a los que les importe el negocio. Cuando pasen los cuatro meses que me he impuesto, me largaré sin mirar atrás.

—Haces que parezca una condena —espetó Danbi.

—En cierto modo, lo es.

—Jongin...

Jongin la miró, y por primera vez, le pareció vieja e incluso frágil; sin embargo, no pensaba dejarse engañar por sus artimañas. Era una pájara astuta, y él ya había recibido más de un picotazo.

—De acuerdo, cuatro meses —cedió Danbi. —Me he enterado de a quién has contratado como chef.

Por su tono, parecía como si Jongin hubiera hecho un pacto con el mismísimo diablo.

—Su trabajo es fantástico, y su nombre atraerá a los clientes —dijo Jongin. —La negociación ha sido dura, pero lo que importa es que he conseguido contratarlo.

—Ya veo.

Por su tono de voz, estaba claro que no veía nada, porque Danbi parecía bastante molesta. Jongin se preguntó qué era lo que tenía en contra de Kyungsoo, aparte del hecho de que no lo había elegido ella.

Sabía que Kyungsoo no le había creído cuando le había explicado que había querido mantenerlo alejado de su abuela cuando estaban casados, pero era cierto; por aquel entonces, a Jongin le había dado miedo lo que pudiera hacer la vieja matriarca. Sin embargo, las cosas habían cambiado mucho. Kyungsoo tenía fama de ser un hombre duro, así que sin duda sería capaz de plantarle cara a Danbi. Tarde o temprano acabarían enfrentándose, y lo único que Jongin esperaba era estar bien lejos para no tener que presenciar el espectáculo.

—Si Kyungsoo es quien cocina, la gente vendrá al restaurante —dijo Kyuhyun.

—Espero que no haya ningún desafortunado incidente en nuestro establecimiento —comentó Danbi.

Jongin sabía que aquello no era más que un anzuelo, pero su curiosidad le pudo y decidió preguntar. Lo único que había sabido de Kyungsoo desde el divorcio había sido por algún comentario esporádico de Sehun.

—¿Qué tipo de incidente?.

—Una vez apuñaló a un miembro de su personal. Al parecer, el hombre se negó a obedecerlo, y Kyungsoo lo apuñaló con un cuchillo de cocina —respondió Danbi.

Jongin empezó a reírse, y Danbi lo fulminó con la mirada.

—No tiene ninguna gracia, prácticamente es un asesino —exclamó Danbi.

Incapaz de contener la risa, Jongin le preguntó:

—¿Se presentaron cargos contra Kyungsoo?.

—No lo sé —respondió la mujer.

Lo que significaba que no.

—Espero que esa historia sea cierta —dijo Jongin, muy divertido. —Estoy deseando preguntarle sobre el tema para que me cuente los detalles.

Continuara...


Hola ... ¿Quien cumpleaños el proximo martes? YOO!! JAJAJA 

Azúcar AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora