Capitulo Uno

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Capitulo 1

Do Kyungsoo sabía que probablemente no estaba bien alegrarse, de que su ex marido tuviera que arrastrarse ante él, pero estaba dispuesto a vivir con aquel defecto en su personalidad.

—Sabes que va a querer contratarte, ¿verdad? —le dijo su amigo Baekhyun.

—Sí, claro. Ah, el dulce sabor de la venganza... — Kyungsoo se reclinó contra el respaldo de la silla, mientras valoraba las posibilidades. —Quiero hacerle suplicar. No por crueldad, ni por un odio visceral, sino...

—¿Para solidarizarte con el resto de personas divorciadas del mundo? —sugirió Baekhyun.

—Exacto —dijo Kyungsoo, con una carcajada. —Supongo que eso me convierte en un hombre ruin y mezquino.

—Puede, pero hoy estás especialmente despampanante. ¿Te sirve de consuelo?.

—Un poco — Kyungsoo se alisó la parte delantera del jersey que se había puesto, y le echó un vistazo a su reloj. —Hemos quedado en un restaurante del centro. Es un sitio neutral, sin buenos ni malos recuerdos.

—Mantente alejado de los buenos —le avisó Baekhyun. —Siempre tuviste debilidad por Jongin.

—Eso fue hace tres años, pero lo he olvidado del todo. Ya lo he superado.

—Claro —Baekhyun no pareció demasiado convencido. —No pienses en lo bien que le sienta la ropa, ni en lo guapo que está sin ella. Lo que tienes que recordar es que te rompió el corazón, que mintió al decirte que quería tener hijos, y que pisoteó tus frágiles sueños.

Aquello sería fácil, pensó Kyungsoo, sintiendo que un destello de rabia empañaba su buen humor.

Igual de malo era el hecho de que, cuatro años atrás, hubiera intentado entrar a trabajar como cocinero en el Bourbon, uno de los restaurantes de la familia de Jongin. El puesto consistía sólo en estar al cargo de las ensaladas, pero como se habían presentado otros diez candidatos, le había pedido a su marido que hablara con su abuela para recomendarlo. Jongin se había negado, y Jongin no había conseguido el trabajo.

—Esta vez es el trabajo el que viene a mí, y pienso aprovecharme de ello... y de él —dijo Kyungsoo. —Desde un punto de vista estrictamente profesional, claro.

—Claro —repitió Baekhyun, sin demasiada convicción. —Ese hombre sólo va a traerte problemas, como siempre, así que ten cuidado.

Kyungsoo se levantó, y agarró sus llaves.

—Yo siempre tengo cuidado.

—Y pídele un montón de dinero —le sugirió Baekhyun.

—Te lo prometo.

—No pienses en acostarte con él.

Kyungsoo se echó a reír.

—Venga ya, el sexo ni se me va a pasar por la cabeza, ya lo verás —aseguró Kyungsoo.

🍴🍴🍴

Kyungsoo llegó pronto, pero se quedó en el coche hasta que pasaron cinco minutos de la hora acordada. Era una pequeña y posiblemente insignificante estratagema para establecer su control de la situación, pero se dijo que se merecía darse el gusto.

Entró en el tranquilo bistró, y antes de que pudiera acercarse al maître, vio a Jongin en una de las mesas del fondo del local. Aunque tenían amigos en común y vivían en la misma ciudad, Kyungsoo se había esforzado al máximo por evitarlo, así que nunca coincidían en el mismo sitio. Aquel encuentro iba a cambiar la situación.

—Hola —le dijo, con una sonrisa tranquila.

—Hola, Kyungsoo — Jongin lo recorrió con la mirada, y le indicó que se sentara con un gesto. —Gracias por acceder a venir.

—¿Cómo iba a negarme? No me dijiste gran cosa por teléfono, y me picó la curiosidad —dijo Kyungsoo, mientras se sentaba.

Kim Jongin tenía buen aspecto. Era un hombre alto y con buen cuerpo, y sus ojos conservaban la misma mirada penetrante que Kyungsoo recordaba. Al sentarse frente a él, su cuerpo recordó cómo habían sido las cosas en el pasado, cuando todo funcionaba de maravilla y no podían quitarse las manos de encima mutuamente.

Pero ya no estaba interesado en él en ese sentido, claro. Había aprendido la lección. Además, se negaba a perdonarle que, en los tres años que llevaban separados, Jongin no hubiera tenido la decencia de engordar y llenarse de arrugas. No, seguía siendo igual de guapo... típico de un hombre de la familia Kim.

Aun así, Jongin necesitaba su ayuda, y eso lo llenaba de satisfacción. Durante su matrimonio, el mensaje constante había sido que Kyungsoo no era lo suficientemente bueno, pero en ese momento Jongin quería que le sacara las castañas del fuego... o mejor dicho, el restaurante. Aunque planeaba acceder a ayudarle, primero iba a hacer que suplicara y a disfrutar de cada dulce segundo de la experiencia.

—El Mom House tiene problemas —empezó a decir Jongin, pero se detuvo cuando llegó la camarera para tomarles nota.

Cuando la mujer se fue, Kyungsoo se reclinó en el mullido respaldo de su asiento y sonrió.

—Por lo que he oído, creo que es bastante más que eso. Tengo entendido que el restaurante está en las últimas, que no deja de perder clientes y dinero —Kyungsoo parpadeó mientras intentaba mirarlo con expresión de inocencia.

Aunque sabía muy bien que no iba a engañarlo ni por un momento, y que Jongin querría estrangularlo; sin embargo, su ex marido tenía las manos atadas, porque lo necesitaba. De hecho, lo necesitaba desesperadamente.

Ah, le encantaba poder decir eso de un hombre como Jongin.

—El local no está en su mejor momento —admitió Jongin.

Por su expresión, estaba claro que cada segundo de aquella conversación le resultaba un suplicio.

—El Mom House es el restaurante con más prestigio de la poderosa dinastía Kim —comentó Kyungsoo, en tono alegre. —Es el buque insignia, o al menos lo era. Ahora tiene reputación de mala comida y peor servicio —tomó un sorbo de agua, y agregó: —Al menos, eso es lo que se comenta.

—Gracias por la información.

Jongin apretó la mandíbula, claramente furioso por la situación, y Kyungsoo supuso que se estaba preguntando por qué tenía que ser precisamente él, de todos los chefs de la ciudad.

Kyungsoo tampoco lo sabía, pero había oportunidades que no podía dejar pasar.

—Tu contrato ha acabado —dijo Jongin.

—Sí, es verdad —contestó Kyungsoo, con una sonrisa.

—Estás buscando un nuevo empleo.

—Sí.

—Me gustaría contratarte —aseguró Jongin.

Tres simples palabras, que por separado no significaban nada especial, pero que juntas podían suponer un mundo para alguien... en ese caso, para Kyungsoo.

—Tengo otras ofertas —comentó con calma.

—¿Has aceptado alguna de ellas?.

—Aún no.

Jongin medía uno ochenta más o menos, y tenía el pelo oscuro, unos pómulos perfectamente esculpidos, y una mandíbula obstinada; su boca a menudo revelaba su estado de ánimo, y en ese momento, estaba firmemente apretada. Estaba tan enfadado, que casi parecía echar humo por las orejas. Kyungsoo no se había sentido mejor en su vida.

—He venido a ofrecerte un contrato por cinco años. Tendrías el control completo de la cocina... las condiciones serían las normales —dijo Jongin, antes de mencionar un salario más que generoso.

Kyungsoo tomó otro sorbo de agua. En realidad, lo que quería no era otro trabajo, sino abrir su propio restaurante, pero para eso necesitaba una cantidad de dinero que no tenía. Sus alternativas eran admitir más socios de los que quería o esperar, y se había decidido por la segunda.

—No me interesa —dijo Kyungsoo, con una pequeña sonrisa.

—¿Qué es lo que quieres?. Aparte de mi cabeza en bandeja de plata, claro —dijo Jongin irritado.

La sonrisa de Kyungsoo se ensanchó.

—Nunca he querido eso... al menos, desde que el divorcio se hizo efectivo. Ya han pasado tres años, Jongin. Hace mucho que lo superé y seguí adelante. ¿Tú no?

—Claro que sí. Entonces, ¿por qué no te interesa?, Es una buena oferta —aseguró Jongin.

—No estoy buscando un trabajo, sino una oportunidad —respondió Kyungsoo.

—¿Qué quieres decir?

—Que quiero algo más que las condiciones normales. Quiero que mi nombre figure por delante, y un control creativo total por detrás —Kyungsoo se sacó una hoja de papel doblada del bolsillo de la chaqueta, y dijo con calma: —Tengo una lista.

Mientras tomaba la hoja y la desdoblaba, Jongin se dijo que hacer lo correcto siempre había sido un engorro. Después de echarle un vistazo a la lista, se la devolvió con un gesto seco. Lo que quería Kyungsoo no era una oportunidad, sino sus huevos salteados con ajo y salsa de especias.

—No —dijo Jongin sin más, mientras intentaba ignorar la forma en que el sol de la tarde hacía resaltar el cabello negro de su ex esposo.

—Muy bien —Kyungsoo tomó la hoja de papel, y empezó a levantarse. —Ha sido un placer volver a verte, Jongin. Buena suerte con el restaurante.

Jongin alargó el brazo, y lo agarró de la muñeca.

—Espera.

—Pero, si no hay nada más que decir...

La mirada de asombro de sus grandes ojos castaños rebosaba inocencia, pero Jongin no se dejó engañar. Sabía que Kyungsoo estaba dispuesto a aceptar el trabajo, porque de no ser así, no se habría molestado en acceder a reunirse con él.

No era el estilo de Kyungsoo andarse con jueguecitos tontos, pero eso no significaba que no estuviera dispuesto a disfrutar obligándole a suplicar.

Teniendo en cuenta su pasado en común, Jongin supuso que se lo había ganado a pulso, así que decidió negociar con Kyungsoo y ceder en lo necesario; de hecho, él mismo se lo habría pasado bien en aquel tira y afloja si Kyungsoo no pareciera tan satisfecho consigo mismo. Deliberadamente, acarició su muñeca con el pulgar, consciente de que eso lo molestaría.

A Kyungsoo nunca le habían gustado sus antebrazos, sus muñecas y sus manos, ya que según él mismo, estaban desproporcionados respecto al resto de su cuerpo. Jongin siempre había pensado que era una locura, y que se obsesionaba por un supuesto defecto inexistente. Kyungsoo tenía las manos de un chef... ágiles, fuertes y con cicatrices. Siempre le habían gustado sus manos, ya estuvieran trabajando en la comida en la cocina, o en él en el dormitorio.

—Lo que pides es imposible —dijo Jongin, señalando el papel con un gesto de la cabeza antes de soltarle la muñeca. —Y tú lo sabes perfectamente bien, así que ¿dónde está la verdadera lista?

Kyungsoo sonrió, y volvió a sentarse.

—Había oído que estabas en las últimas, así que tenía que intentarlo.

—No estoy tan desesperado. ¿Qué es lo que quieres? —preguntó Jongin.

—La libertad creativa con los menús, el control total de la cocina, mi nombre en el menú, la titularidad de cualquier plato especial que cree, el derecho de rechazar a cualquier gerente que intentes imponerme, cuatro semanas de vacaciones al año, y el diez por ciento de los beneficios —respondió Kyungsoo.

En ese momento, la camarera apareció con su comida. Jongin había pedido una hamburguesa y Kyungsoo una ensalada, aunque no era una ensalada cualquiera. La camarera colocó ocho platos con varios ingredientes delante de una pequeña ensaladera que contenía cuatro clases distintas de lechuga.

Bajo la atenta mirada de Jongin, Kyungsoo puso aceite de oliva, vinagreta balsámica y pimienta negra en una tacita de café, y a continuación añadió el zumo de medio limón. Después de removerlo todo con un tenedor, echó los taquitos de pollo ahumado y de queso feta en la ensalada, e inhaló el aroma de las pacanas antes de añadirlas. Dejó a un lado las nueces, tomó medio tomate y unas cebollas rojas y después lo aliñó todo. Cuando tuvo la ensalada a su gusto, apiló los platos vacíos y empezó a comer.

—¿Cómo está? —le preguntó Jongin.

—Buena.

—¿Por qué te molestas en salir a comer fuera?

—No suelo hacerlo —respondió Kyungsoo.

De hecho, era algo que tampoco había hecho cuando estaban juntos. En aquel entonces, a Kyungsoo le gustaba preparar unos platos increíbles para los dos, y Jongin había disfrutado de su habilidad. Jongin volvió a centrarse en sus exigencias. No podía ceder en todo por cuestión de principios, y porque sería un mal negocio para él.

—Puedes tener el control creativo de los menús y de la cocina, pero los platos especiales se quedan en la casa.

Cualquier plato que creaba un chef mientras trabajaba en un restaurante determinado pertenecía al establecimiento.

—Quiero poder llevármelos cuando me vaya —dijo Kyungsoo, mientras ensartaba un trozo de lechuga con el tenedor. —No es negociable, Jongin.

—Cuando te vayas, se te ocurrirán nuevos platos —aseguró Jongin.

—No quiero crear algo fantástico y tener que dejarlo en las manos ineptas de tu familia. Y antes de que te pongas a la defensiva, deja que te recuerde que hace cinco años el Mom House tenía lista de espera cada fin de semana —dijo Kyungsoo.

—Puedes poner tu nombre en el menú, como chef ejecutivo — Jongin lo vio tensarse, consciente de que nunca había tenido ese puesto y de lo que significaría para Kyungsoo, y añadió: —Además, tendrás el tres por ciento de los beneficios.

—El ocho —exigió Kyungsoo.

Azúcar AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora