Capítulo Cinco

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Capítulo 5

Jongin atravesó el comedor a las ocho y media de aquella noche. Todaslas mesas estaban llenas, y no quedaba ni un solo asiento vacío en el bar. Lamúsica tranquila se mezclaba con las conversaciones y las risas de loscomensales, el aroma de la comida impregnaba el ambiente, y abundaban loscomentarios de sorpresa conforme la gente iba probando los distintos platos especiales de Kyungsoo.

Habían evitado el desastre.

Tres horas en el mercado corriendo de un lado aotro buscando champiñones, chalotas, pescado, marisco y varios ingredientespara las ensaladas habían dado como resultado un menú del chef capaz de engañara todo el mundo. No podía creer que Kyungsoo hubiera podido organizarlo todo entan poco tiempo, pero lo había logrado.

Cruzó la puerta batiente de la cocina, cuya locurade actividad febril y ruidosa contrastaba de lleno con la tranquila eleganciadel comedor.

—¡Sube el fuego! —gritó uno de los cocineros.—¡Sube el fuego, chiquillo esmirriado!.

—¡Cabrón! —le contestó el otro hombre, sin levantarla mirada de la sartén donde estaba salteando unas gambas con verduras.

—Mesa tres, estoy esperando la crema de langosta—gritó Baekhyun desde la parte delantera. —¡Quiero una crema, señoritas! ¿Tandifícil es?.

Otro chef le dio un cuenco lleno y Baekhyun lo tomócon maestría, lo colocó sobre una bandeja, se volvió con total dominio y volvióal comedor. Jongin se acercó a Kyungsoo, que lo estaba observando todo conexpresión de ansiedad. Él tocó con un dedo los pedidos que tenía alineados, yse volvió hacia Jongin.

—¿Qué es lo siguiente? —le preguntó.

—Dos mesas de cuatro, de aquí a unos cinco minutos.

—Está bien. En cuanto se sienten, cambia los menús—Kyungsooo sacudió la cabeza, y añadió: —Odio todo esto.

—Ya lo sé, lo siento.

—Sí, claro, como si eso me sirviera de algo.

Jongin estaba tan enfadado como él, pero sabía queno serviría de nada exteriorizar lo que sentía, y con uno de los dos gritandoya había suficiente. Los contratos con los antiguos proveedores ya se habíancancelado y los nuevos empezarían a servirles por la mañana, y Jongin pensabaestar allí para asegurarse de que todo estuviera en orden. Si no era así, quese prepararan.

—Nunca había tenido que hacer esto —añadió Kyungsoo.—Es la noche de la inauguración, Jongin, y estoy haciendo malabarismos con elmenú. Un solo pedido especial podría hundirme, y no tengo ninguna necesidad deaguantar tanta presión.

La pequeña impresora de la esquina escupió tresnuevos pedidos, y Kyungsoo se abalanzó por ellos. Jongin fue hacia la puerta dela cocina, y se cruzó con Beakhyun.

—¿Aún sigue amenazándote con matarte? —le preguntóel chico.

—A la cara, no.

—Tendrías que haber estado aquí antes —Baekhyunbajó la voz, y le dijo: —Helado de naranja. Tráele un poco, y lo tendráscomiendo de la palma de tu mano. Siempre que te vaya ese rollo, claro.

—¿Por qué estás siendo tan amable conmigo? —lepreguntó Jongin, mirándolo con suspicacia.

—Porque el sexo con tu hermano fue tan fantástico,que me siento en armonía con el mundo entero. Te sugeriría que lo probaras,pero creo que ninguno de los dos queremos profundizar en la idea.

—Desde luego que no.

Jongin salió de la cocina, y se dirigió a sudespacho. Irse del restaurante no era una opción, y menos en la primera noche,pero era el gerente y sabía delegar. Una vez allí, llamó a Sehun por teléfono.

—Hazme un favor —le dijo Jongin. —Párate en algunatienda de camino hacia aquí, y compra un poco de helado de naranja.

Para cuando se fueron los últimos comensales, lacocina estuvo limpia y el personal se marchó, ya era más de medianoche. Jonginestaba sentado en una silla de una de las mesas redondas para seis, con lospies apoyados en otra silla y la espalda dolorida.

Hasta la última célula de su cuerpo parecía gemirde agotamiento. Llevaba en el restaurante desde poco después de las seis de lamañana, y aunque las jornadas de dieciocho horas no eran algo fuera de lo comúnen aquel negocio, estaba esperando un bebé y eso parecía cambiarlo todo.

—Lo has hecho muy bien, me has dejado impresionada—le dijo Sulli.

—Gracias, pero no me ha gustado nada tener quecambiar de menú a mitad de la velada.

Eso había doblado el trabajo en la cocina, pero lohabían conseguido y la primera noche había sido un éxito rotundo. Choiza, elmarido de Sulli, levantó su vaso de vino hacia él.

—Por Kyungsoo, un gran chef.

—Por Kyungsoo.

Todo el mundo se sumó al brindis, y Kyungsoo sonrió.

—Gracias, son muy amables. Y si alguno de ustedesse ofreciera a sustituirme mañana, le estaría más que agradecido.

—No creo que sea una buena idea —comentó Baekhyun,que estaba sentado junto a Sehun. —Tú eres el que tiene talento.

—Eso es lo que se rumorea.

Kyungsoo tomó su vaso de agua. Llevaba media horafingiendo que bebía vino, pero no le quedaban ganas de seguir con eljueguecito. La mitad de las personas sentadas a la mesa ya sabían la verdad...Baekhyun,Sehun y él mismo, así que Sulli, Choiza y Jongin eran los únicos que ignorabanlo que pasaba.

Les lanzó una mirada a Sulli y a su marido. Lahermana de Jongin estaba sentada en el regazo de Choiza, con las piernascolgando de uno de los brazos de la silla de ruedas de él. Era un hombre alto yde buen cuerpo, que había sido una estrella del rugby en la Universidad deWashington. En su último año allí se había lesionado, y había quedadoparalizado de cintura para abajo. Sulli había estado a su lado durante todo elproceso de recuperación y de rehabilitación, y su amor no había flaqueado ni unsolo momento.

Kyungsoo no sabía cómo se las arreglaban para teneruna vida sexual, pero teniendo en cuenta las heridas de Choiza, no podía ser deforma demasiado convencional. Se preguntó qué pasaría cuando quisieran tenerhijos, y al darse cuenta de que quizás Sulli se sintiera mal al enterarse de suembarazo, decidió no revelar la noticia en ese momento. Tendría que sincerarsecon Jongin tarde o temprano, pero no esa noche.

Y hablando de Jongin... Kyungsoo volvió su atenciónhacia su ex marido. Aún estaba enfadado por su insistencia de utilizar unosproveedores que les habían tomado el pelo, pero tenía que admitir que habíaaceptado el traspié como un caballero y que se había esforzado al máximo porayudarlo. Siempre había sido un hombre fiable en una crisis, aunque en el día adía perdía muchos puntos.

—Tus patatas fritas con pescado han arrasado —ledijo Jongin. Inclinó la cabeza, y añadió: —Me rindo ante tu habilidadculinaria.

—Es lo que tienes que hacer —le dijo Baekhyun.

—Ha sido nuestra primera victoria, esperemos que lasigan muchas otras —comentó Kyungsoo.

—Voy a buscar un poco más de vino, ¿alguien quiere?—dijo Jongin, mientras se levantaba de la silla.

La respuesta fue un "no" generalizado, y Jjonginsupuso que la reunión iba a acabar de un momento a otro. Tanto Sulli comoChoiza tenían que levantarse temprano, y como Sehun y Baekhyun se estabanmirando el uno al otro como tiburones observando a su presa, lo más probableera que se levantaran de un momento a otro para hacer cosas en las que preferíano pensar.

—Ven a la cocina un momento —le dijo Jongin a Kyungsoo.

Él se puso de pie y le siguió.

—Si hay ratas, prefiero no saberlo.

—El restaurante está en un edificio bastante viejo,¿tú qué crees? —dijo Jongin.

—Ya sé que es inevitable, pero no quiero verlas—dijo kyungsoo, con un estremecimiento.

—Tengo un exterminador muy bueno.

—Más te vale, porque odio a las ratas. Es por lascolas, parecen escamosas. ¿Por qué no tienen colas peludas?.

—Ni idea —sonrió Jongin.

Jongin entró en la cámara frigorífica, donde estabael bote que Sehun le había llevado. El heledo de naranja parecía algo que noencajaba demasiado con los gustos de Kyungsoo, pero Baekhyun estaba demasiadocontento con Sehun para mentirle, así que sacó el envase y lo puso encima delmostrador.

—Me he enterado de que te gusta esto, es mi formade agradecerte que hayas hecho un trabajo tan fantástico esta noche.

Kyungsoo retrocedió un paso.

—¿Quién te ha dicho que lo compraras?

—Baekhyun. Creo que se sentía mal, porque estabasamenazando con matarme.

Kyungsoo agarró un bol y una cuchara.

—Sólo he amenazado con sacarte el hígado de cuajo,no es lo mismo.

—La diferencia es muy sutil —dijo Jongin.

—¿Quieres un poco?

—No, gracias. No es mi sabor preferido.

—Genial, así queda más para mí.

Kyungsoo llenó el bol, y después empujó el botehacia Jongin para que volviera a guardarlo. Cuando volvió a salir de la cámarafrigorífica, Kyungsoo se había sentado encima del mostrador de acero inoxidabley estaba devorando con expresión de felicidad el helado, que tenía un colornaranja más que sintético.

—¿No sería mejor que te bebieras un zumo? —lepreguntó Jongin.

—No es lo mismo.

—Si tú lo dices... —Jongin se apoyó en el mostradorfrente a él, y añadió: —Lo has hecho muy bien esta noche.

—Gracias, lo mismo digo.

Jongin soltó una carcajada.

—Vaya, qué amable. ¿Aún sigues enfadado?.

—Se me ha pasado un poco, porque todo ha salidobien —Kyungsoo levantó la vista hacia él, y le dijo: —Jongin, soy bueno en mitrabajo, por eso me contrataste.

—Ya lo sé.

—Entonces, mantente apartado de mi camino. ¿Acasovoy yo al comedor a decirte cómo tienes que doblar las servilletas?.

—Mi trabajo no sólo consiste en eso.

—Ya me entiendes.

—Perfectamente. La cocina es responsabilidad tuya.

—Menos las ratas.

—Está bien, las ratas son mías.

—Me ha sorprendido que Danbi no viniera —comentóSungmin, mientras chupaba la cuchara.

—Vino ayer noche.

—Sí, ya lo sé.

—¿Acaso te molestó? —le preguntó Jongin, con elceño fruncido.

—¿Acaso estaba respirando? —bromeó Kyungsoo.

—¿Quieres hablar del tema?.

—No, la verdad es que no. Siempre fue una mujer muyfría, y no ha cambiado. Yo no le caía demasiado bien cuando estábamos casados,aunque nunca esperé que fuéramos uña y carne.

—Tampoco es mi persona preferida —dijo Jongin.

—Eso es un poco triste —comentó Kyungsoo.

—¿Por qué?.

—Porque es familia tuya. Tus padres ya no están,así que es el único miembro con vida de una generación anterior. Es una lástimaque no permita que la quieran.

Como su situación familiar no había cambiado ennada desde que Kyungsoo y él se habían divorciado, su valoración era muyacertada.

—Creo que necesita un buen revolcón —añadió Kyungsoo.

—Por favor, dime que no estás hablando de Danbi—dijo Jongin, con una mueca.

—Hablo en serio. ¿Cuándo fue la última vez que seacostó con alguien?.

—Me niego a planteármelo siquiera.

—No te estoy pidiendo que te quedes a mirar en suhabitación, pero creo que se siente sola, y me parece muy triste.

—Estás siendo más comprensivo de lo que se merece—aseguró Jongin.

—Como casi nunca tengo que tratar con ella, supongoque me resulta más fácil, aunque la verdad es que anoche me puso de losnervios.

—¿Qué te dijo? —preguntó Jongin.

—¿Quién dijo qué? —le preguntó Sehun, al entrar enla cocina con Baekhyun. —Sulli y Choiza se han ido, nos han pedido que lesdemos las buenas noches de su parte. Nosotros también nos vamos.

—Gracias por venir, cielo —le dijo Kyungsoo.

—Lo mismo digo, chico de los cuchillos —respondió Sehun.

Se acercó a Kyungsoo, y le dio un beso en lamejilla.

—Buenas noches, Baekhyun. Nos vemos mañana —le dijoKyungsoo a su amigo, con una enorme sonrisa.

—Aquí estaré, bien temprano y fresco como unalechuga.

Siehun lo rodeó con un brazo, y comentó:

—Estará aquí temprano, pero creo que tu asistenteno va a dormir nada esta noche.

—Me gusta eso en un hombre —comentó Bbaekhyun,sonriente. Al pasar junto a Jongin, le dio una palmadita en el brazo y le dijo:—¿Quieres saber cuántas veces lo hicimos anoche?.

—Ni aunque me pagaran.

Sehun y Jongin apretaron un puño respectivamente, ylos chocaron en un gesto de saludo.

—Adiós —dijo Sehun, antes de marcharse con Baekhyun.

Cuando la puerta principal del restaurante secerró, Kyungsoo sonrió y se volvió hacia Jongin.

—¿Crees que esperarán a llegar a casa de Sehun, ovan a hacerlo en el coche?.

—¿Qué te pasa?, esta noche no dejas de hablar desexo —Jongin se preguntó si a Kyungsoo le picaba algo, y admitió para sí queestaba más que dispuesto a rascarle. Después de tanto tiempo, Kyungsoo aúnpodía afectarle sólo con estar en la misma habitación que él. —Cualquier otropodría pensar que estás lanzando una invitación.

—Ni lo sueñes. Ésta es mi cocina, y sé dónde estántodos los cuchillos. Lo que pasa es que es interesante especular un poco... estábien, admito que sobre Danbi no, porque no quiero ni imaginármela desnuda, peroSehun y Baekhyun son diferentes. Parecendecididos a batir el récord de parejas en una sola vida.

—¿No crees que eso pierde atractivo después de untiempo?.

—¿Estás diciendo que el sexo se vuelve aburrido?,qué interesante —dijo Kyungsoo, con un brillo juguetón en los ojos.

—No, lo que estoy diciendo es que cambiar de parejaconstantemente puede dejar de ser atractivo. Dejé de contar el número de misconquistas a los veintidós años, el sexo es más divertido cuando estoy metidoen una relación —dijo Jongin.

Nunca había tenido ninguna queja en lo referente a Kyungsoo,porque había sido una pareja cariñosa y receptiva, y lo bastante atrevido comopara sorprenderlo con cosas nuevas.

—Creo que los dos lo hacen porque pueden —comentóKyungsoo. —Dudo que Baekhyun haya conocido a algún hombre que no lo deseara, ySehun es... Sehun. Todo el mundo lo persigue.

—Tú no —aseguró Jongin.

—Ya lo sé, siempre lo he considerado un amigo.

—¿Y después de que nos divorciáramos?.

Jongin se había preguntado más de una vez si suhermano le habría ofrecido consuelo a su ex esposo, y aunque se había dicho así mismo que no era posible y que ninguno de los dos sería capaz de hacerlealgo así, lo cierto era que Sehun no seguía las normas y Kyungsoo había estadodeseando poder vengarse.

—¡Puaj! —exclamó Kyungsoo, con una mezcla desinceridad y de indignación. —¿Por qué iba a querer acostarme con tu hermano?,es como si tú lo hicieras con Baekhyun.

—No, gracias.

—A eso me refiero. Además, jamás te habría hechoalgo así.

—¿Por qué?, pensaba que me odiabas con todas tusfuerzas —comentó Jongin.

—Sí, pero no quería castigarte.

Jongin recordó las peleas que habían tenido, y lascosas que Kyungsoo le había dicho.

—Pues parecía todo lo contrario.

Kyungsoo dejó el bol vacío encima del mostrador. Jonginno lo había entendido en aquel entonces y dudaba que lo entendiera en esemomento, pero lo cierto era que no había querido castigarlo. Lo que habíaquerido era que Jongin lo entendiera, que lo amara lo suficiente como paraquerer tener un hijo con él. Kyungsoo había deseado que formaran una familia.

En el fondo de su corazón, creía que Jongin lohabía querido, pero que había tenido miedo de mostrar su parte más tiernadebido a la forma en que Danbi los atacaba ante la más mínima muestra dedebilidad emocional. Lo había dejado en un último intento desesperado deconseguir que admitiera lo importante que él era para Jongin, pero le habíasalido el tiro por la culata. En vez de ir a buscarlo, Jongin lo había dejadomarchar y había decidido que lo mejor era que se separaran de forma permanente.

—Fue hace tres años, ¿tiene alguna importancia aestas alturas? —le dijo Kyungsoo.

—Probablemente no. Por cierto, hablando del pasado...el otro día me contaron una historia muy interesante sobre ti.

—¿Quién te la contó? —preguntó Kyungsoo.

—Danbi.

—Entonces, lo más probable es que no sea cierta.

—Me dijo que habías apuñalado a uno de tuscocineros cuando se negó a obedecerte.

Kyungsoo se echó a reír.

—Sí, es verdad —se río con más fuerza al ver la expresiónde Jongin, y al final admitió: —Bueno, más o menos.

—¿Qué pasó?.

—El tipo empezó a tocarme las narices, porque no lehizo ninguna gracia que me hubieran ascendido a mí y no a él. Ya sabes cómo sonen la cocina, cada palabra es un juramento y todo es un tira y afloja de poder.El tipo me fue presionando y me toqueteaba cada vez que tenía ocasión, así quele dije que, si no dejaba de hacerlo, yo le pararía los pies de plano.

Kyungsoo se detuvo al ver que Jongin se tensaba, yañadió:

—No te pongas en plan machito conmigo, Jongin. Telo digo muy en serio. Yo me ocupé de él.

—¿Cómo? —preguntó.

Aquella simple palabra estaba cargada de furia. Jonginestaba con las manos apretadas en dos puños, y parecía a punto de enfrentarseal mundo. Aquella reacción era la típica de un hombre al ver a su pareja enapuros, y a Kyungsoo le gustó saber que él seguía siendo uno de los buenos,aunque no fuera el hombre adecuado para él.

—No tenía ningún plan en concreto. Un día estabacortando pollo, y cuando alguien me llamó, me volví justo cuando el tipo seacercó a mí. Era una cocina pequeña, y estaba abarrotada. En fin, yo tenía elcuchillo en la mano, y alguien me dio un empujón en la espalda; me caí haciadelante, y el cuchillo penetró limpiamente entre sus costillas.

Kyungsoo se encogió de hombros, y siguió diciendo:

—No le di a nada vital, pero aunque le dije a lapolicía que había sido un accidente y todo el mundo me dio la razón, todos losque trabajaban en la cocina pensaron que lo había hecho a propósito, incluidoél.

—¿Qué pasó cuando volvió al trabajo? —preguntó Jongininteresado.

—Que empezó a llamarme de usted.

—Bien hecho —dijo Jongin, con una sonrisa de orejaa oreja. —Ahora tienes fama de ser un jefe muy duro.

—Lo que tengo es fama de ser un zorro peligrosocapaz de sacarle un ojo al primero que me lleve la contraria, y me gusta. Mefacilita el trabajo. ¿Quién se lo habrá contado a Danbi?.

—Ella se entera de todo.

—Ah, así que tiene una red de espionaje envidiable.

De repente, Kyungsoo se dio cuenta de la quietudque los rodeaba. La única persona que aún seguía en el local era el limpiadorque estaba trabajando en el comedor. Era tarde y estaba cansado, así que sesentía vulnerable frente al encanto de Jongin. Al darse cuenta de que estabapisando terreno peligroso, decidió que era hora de volver a casa.

—Es bastante tarde —comentó Jongin.

—Sí, eso mismo estaba pensando yo.

—Vete si quieres, ya cierro yo.

—Está bien.

Cuando Kyungsoo se bajó del mostrador, Jongin seacercó a él. Era uno de esos momentos en que el sentido común parecía más quesobrevalorado.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó Jongin.

—En nada.

—Mentiroso.

Kyungsoo sonrió a pesar de la tensión que flotabaen el ambiente.

—Sí, pero al menos soy lindo.

Se fueron acercando hasta que estuvieron a punto detocarse, y de repente se encontraron el uno en brazos del otro y sus bocas seunieron.

A Kyungsoo se le pasaron varias cosas por lacabeza, pero la principal fue que aquel hombre aún besaba como el mismísimodemonio. Sus labios sólo presionaban contra los suyos en una suave caricia,pero aun así, sintió que lo recorrían estremecimientos de ardiente deseo;además, todo su cuerpo estaba tan sensible, probablemente gracias a la mezclade la abstinencia y del embarazo, que seguramente alcanzaría el orgasmo sólocon que Jongin le acariciara los tensos pezones.

Quería rodearlo con sus brazos y dejarse llevar,quería meterse dentro de Jonginy ver hasta qué punto podían llegar a fusionarseen un solo ser, pero de repente un pensamiento penetró en su cerebro: aquellono era una buena idea.

Quería que lo fuera, pero no era así. La genteinteligente no se involucraba con sus ex maridos en el trabajo, ni siquiera conlos que iban a quedarse cerca durante unos meses. Kyungsoo hizo acopio de todassus fuerzas, y retrocedió un paso.

Los brazos de Jongin parecían muy tentadores, y a Kyungsoole habría encantado apretar su cuerpo hambriento de sexo contra el de él, pero¿qué pasaría después?, ¿acaso se estaba planteando realmente acostarse con él?Dejando aparte el hecho de que trabajaban juntos, sabía que su secreto saldríaa la luz en cuanto Jongin lo viera desnudo; aunque podía ocultar su embarazocon las camisas holgadas que se ponía, sin ropa era obvio que estaba esperandoun hijo.

No era precisamente la mejor manera de decírselo a Jongin.

—Aún lo tienes —dijo Jongin en voz baja, mientraslo miraba con los ojos dilatados.

—Y tú también.

—No es buena idea. Mezclar trabajo y...

—Exacto. Bueno, supongo que será mejor que... eh... queme vaya.

Kyungsoo fue a su despacho por sus llaves, y alvolver se despidió de Jongin.

—Hasta mañana.

Jongin lo acompañó hasta la puerta trasera.

—Ven más tarde, yo estaré aquí a las siete paracomprobar el pedido. Te llamaré si hay algún problema, pero si todo va bien,podrás dormir un poco más.

La oferta era demasiado tentadora para rechazarla.

—Gracias. Tendrás que comprobar el pescado, así quehuélelo. Si no huele a nada, es que está bien.

—Kyungsoo, sé cómo hay que comprar pescado, ya lo hehecho antes —le dijo Jongin, con una sonrisa.

—Si tú lo dices.

Kyungsoo vaciló por un momento. De repente queríaalgo más, pero no estaba seguro de qué se trataba. ¿Una conexión?, ¿zanjar lascosas? Fuera lo que fuese, Jongin y él ya habían tenido una oportunidad, y lahabían fastidiado del todo. No había vuelta atrás.

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Dos semanas más tarde, Jongin comprobó las cifraspor segunda vez, y entonces lanzó el informe al aire.

—¡Caramba, somos muy buenos! —exclamó.

Ya estaban un treinta por ciento por encima de lasestimaciones de ingresos. Los beneficios sólo estaban en el dieciocho porciento, pero eso era porque Kyungsoo insistía en servir grandes porciones deingredientes muy caros. Y por mucho que a Jongin le costara admitirlo, Kyungsootenía razón.

Al oír que llamaban a la puerta, levantó la cabeza,y le hizo un gesto a la mujer que esperaba allí para que pasara. Jihyun aúnestaba en ropa de calle, tenía el bolso y el abrigo colgando del brazo y latarjeta para fichar en la mano.

—¿Querías verme? —le preguntó.

En vez de indicarle que se sentara, Kyuhyun selevantó y señaló hacia el reloj que tenía en la pared.

—¿Puedes decirme qué hora es?

—Las cinco y cuarto.

—Exacto. Tu turno empieza a las cinco en punto.

—Ya lo sé, pero había mucho tráfico —dijo Jihyun,con un profundo suspiro.

Cada noche tenía una excusa diferente.

—Ya conoces las normas, Jihyun. No se permitellegar tarde de forma injustificada. O nos llamas para avisar, o llegas a tuhora.

—¿Estás de broma?, ¿estás enfadado porque hellegado un cuarto de hora tarde?.

—No estoy enfadado, pero tú estás despedida.

Jihyun abrió la boca, y volvió a cerrarla.

—¿Por un cuarto de hora?

—Se te dejaron muy claras las reglas cuandoentraste a trabajar aquí, firmaste una copia junto con tu solicitud. Si no sellama cuando se va a llegar tarde, la consecuencia es el despido —Jongin seinclinó, y tomó su cheque. —Te acompañaré a la puerta.

—No te molestes.

Jihyun agarró el cheque de malos modos, y seapresuró a marcharse. Jongin la oyó refunfuñar, pero la ignoró y volvió asentarse justo cuando Kyungsoo entraba en el despacho.

—Parece que alguien no está demasiado contento, unade las camareras se ha ido hecha una furia.

—Era Jihyun, la he despedido.

—¿Por qué?.

Jongin señaló hacia el reloj con la cabeza, y Kyungsoose sentó frente a él con un suspiro.

—Yo también los despido si llegan tarde, es laúnica manera de que te tomen en serio. Hay que llamar para avisar, para que nome quede colgado. No puedo permitirme el lujo de estar siempre preocupado porsi me va a faltar personal para la noche.

—Entonces, estamos de acuerdo —dijo Kyuhyun.

—En esto sí, pero no te hagas ilusiones. He venidoa quejarme —le dijo Kyungsoo, con una sonrisa.

¿Por qué no le sorprendía? Kyungsoo se había ganadoa pulso su fama de perfeccionista. Tres días antes, había ido a decirle que losarreglos florales olían demasiado, y que su fragancia interfería con el aromade la comida. Kyungsoo siempre exigía la perfección, y no estaba dispuesto aconformarse con menos.

—¿Qué pasa ahora? —le preguntó Jongin.

—La carta de vinos es un asco.

—Estoy de acuerdo, pero estoy trabajando en ella.

Kyungsoo se inclinó hacia delante. Con su chaquetablanca de cocina y el pañuelo que le sujetaba el pelo parecía profesional y muysexy, y la combinación resultaba muy atrayente.

—Tengo un plan —le dijo Kyungsoo, en voz un pocomás baja.

—No me va a gustar.

—Eso no lo sabes aún —Kyungsoo miró hacia atrás,como si quisiera asegurarse de que nadie más podía oírlo, y entonces sonrió.—Asalta la bodega del Bourbon. Envié a alguien a que echara un vistazo, y me hadicho que es fabulosa.

—No pienso saquear uno de los restaurantes de mifamilia.

—¿Por qué no? Nos traen sin cuidado, a nosotrossólo nos importa el Mom House. Sólo tienes que ir y traerte la mitad del buenmaterial. Los vinos que tenemos aquí son demasiado jóvenes, y ya sabes que alos clientes les encanta pavonearse con lo más caro. Vamos a perderlos, ytambién a los amantes del buen vino. Vamos, Jongin, eres un hombre muypersuasivo, puedes hacerlo.

—Pero ni siquiera voy a intentarlo. Lee esto antesde empezar a insultarme.

Jongin le dio una hoja de papel que tenía encima dela mesa, y se reclinó contra el respaldo para esperar sus disculpasarrepentidas. Tras echarle una ojeada a la hoja, Kyungsoo levantó de nuevo lamirada hacia él y le preguntó:

—¿Qué ha pasado?.

—Me enteré de que dos restaurantes iban a cerrar, yles compré sus listas de vinos. Ambas eran excelentes. Bueno, ¿qué ibas adecir?.

—Eres el mejor —dijo Kyungsoo, con una gransonrisa.

—¿Y...?

Kyungsoo suspiró, se reclinó en su silla y se llevóel dorso de una mano a la frente.

—Eres listo y divertido, y tengo tanta suerte depoder trabajar para ti... cielos, la excitación de estar sentado cerca de ti me cortala respiración.

—Claro, es normal —dijo Jongin con una sonrisa.

Kyungsoo se enderezó antes de decir:

—De verdad, ha sido un golpe maestro. Estoyimpresionado.

Jongin se sintió muy satisfecho al oír suscumplidos. Kyungsoo no se dejaba impresionar con facilidad, y no tenía ningúnmotivo para mostrarse especialmente amable con él. Las cosas eran muydiferentes. Aunque le había gustado estar casado con Kyungsoo, él no había sidodemasiado fuerte en aquel entonces, y a Jongin le había preocupado que algo lohiriera; sin embargo, por alguna ironía del destino, Jongin había acabadosiendo quien le había hecho más daño. Pero Kyungsoo se había convertido en unhombre duro, y él admiraba su capacidad para asumir el mando.

Se preguntó si su matrimonio habría sobrevivido si Kyungsoohubiera sido así en el pasado, o si los secretos que Jongin guardaba habríanacabado estropeando las cosas de todas maneras, y se dio cuenta de queprobablemente habría sucedido lo último. Kyungsoo tenía una gran capacidad deperdón, pero dudaba que pudiera comprender la razón por la que él no podíaarriesgarse a querer a otro hijo.

Kyungsoo se sacó una hoja de papel del bolsillo, ycomentó:

—Si quieres, podemos quedar para mañana por lamañana, para hablar de las reservas de grupos. La idea no me parece mal, peroquiero empezar poco a poco. La cocina tiene que funcionar como un reloj antesde que podamos plantearnos servir a cincuenta personas al mismo tiempo.

—Había pensado que podríamos empezar con un grupode confianza. El Espresso Grind celebra una comida de entrega de premios anualen julio, y podríamos celebrarla aquí. Me han llamado para varios eventos más,dos en verano y tres en septiembre.

—Consígueme todos los detalles, y ya te diré lo quepodemos hacer. No hay problema con los del verano, y cocinaré para la comidadel Espresso Grind siempre y cuando pueda salir un rato a mirar.

—¿Por qué?.

—Por curiosidad profesional, es tu otra vida.

Jongin se preguntó por qué le interesaba sunegocio, pero decidió acceder a su petición.

—Claro.

—Pero no podemos programar nada para septiembre—dijo Kyungsoo.

—¿Por qué no?

—Porque no estaré aquí.

—¿En todo el mes? Imposible, el restaurante sólollevará abierto cinco meses —dijo Jongin.

—Ya lo sé, pero pienso irme y no podrás impedírmelo—Kyungsoo levantó una mano para silenciarlo. —No es por propia elección, Jongin.Bueno, supongo que técnicamente sí que lo es. No me voy de vacaciones, estaréde baja por licencia médica. Voy a tener un hijo.

Continuará... 


OMG!!! Kyungsoo al fin le dijo sobre el bebe a Jongin.

  ¿ Cual creen que sea la reaccion de Jongin?

Besitos con baba kekeke

 

Azúcar AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora