Capítulo 4. Psicópata.

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-¿Acaso eres un idiota?

Escuché una voz lejana, era una chica. No pude reconocer quién era, sonaba molesta. Mis ojos estaban cerrados, mis párpados se sentían pesados, pensé que estaba en un coma o algo donde podía escuchar a las personas. Sin embargo, sentí dolor en mi brazo derecho, en mis rodillas también. Las personas en coma no sienten, supongo. Intento abrir mis ojos, pero una luz impide que los abra.

-Si la ven lastimada, van a castigarte. Y sabes que te bajaran de puesto en los Sententia -oí nuevamente la voz de la chica que desconocía.

-No van a verla, tengo un lugar para donde esconderla -esa voz la reconocí, era la voz del chico asesino. El psicópata.

Mis ojos se abrieron y se lastimaron por la luz. Traté de controlar mi respiración, no quería que notaran que estaba despierta. Con cuidado examiné dónde estaba, moví mi cabeza escaneando el lugar y noté que estaba en el bosque. Eso significaba que si escapaba no lograría pedir ayuda, y aún así quería arriesgarme.

-¿Y en dónde? -mi cabeza se dirigió a la chica, ella estaba de brazos cruzados. Su cabello era rubio con raíces rosas, y corto, tenía una vestimenta rara.

Ellos estaban inmersos en su discusión, me puse de pie sin hacer ruido. Mis rodillas dolían, pero no detuve mi plan de querer escapar. Ese fue mi momento, comencé a correr lejos de él y su cómplice. Mientras corría, escuche al psicópata pedirme que me detuviera. Corrí lo más rápido que mis piernas lastimadas me permitieron, y aún así me desequilibre. Caí lastimando mi tobillo, no pude evitar quejarme de dolor. Las lágrimas amenazaban con salir, el psicópata estaba acercándose, eso significaba que iba a morir o ser vendida.

-Nunca creí que fueras tan rápida -la voz del chico llegó a mis oídos, haciendo florecer nuevamente mi pánico.

-Alejate -adivierto, tomando lo primero que encuentro a mi derecha.

-No planeo hacerte daño, suelta esa petram -dice él con calma, mirando mi arma. Era una piedra, seguro podía lanzarla a su cabeza, a pesar de no tener buena puntería.

-¿Por qué estoy aquí? ¿Qué quieres de mi? -exijo, frunciendo el ceño. Todo a mi alrededor parecía raro. No parecía un bosque como cualquier otro, había asistido a las fiesta que se daban en el único bosque de la ciudad y no se parecía en nada a este ¿me habían sacado de la ciudad?

-Todavía no puedo decirte -respondió, acercándose cuidadosamente.

-No te acerques -dije queriendo retroceder, pero me era imposible. Mi espalda había dado con un árbol, no podía retroceder.

-No voy hacerte daño, ni siquiera me importas -dijo exasperado-. Te traje aquí porque ellos creen que eres vital para salvar el desastre del Imperium.

-¿Imperium? ¿Vital? ¿De qué demonios hablas? -estaba desorientada, tenia miedo. Me encontraba en un lugar que desconocía, no encontraría ayuda si me perdía en el bosque.

-No puedo decirte aún.

-¡Ayuda! -empecé a gritar creyendo que sería la mejor opción, pero su mano impidió que lo hiciera con más fuerza, ésta estaba sobre mi boca.

-No grites, nadie puede saber que estas aquí...

Levanto la piedra en mi mano con la intención de golpearle en la cabeza, pero antes de subir mi mano susurro algo que no logre entender. La piedra cayó al suelo, lejos de mi alcance, me sentí indefensa en ese momento. Quise moverme, pero mis manos parecían estar dormidas al igual que mis brazos. Estaba empezando a frustrarme, no podía moverme.

-¡¿Qué me has hecho?! -grité, mis ojos estaban llenándose de lágrimas por el pánico-. Por favor, no me hagas daño.

-Pequeña Morgan, he leído tu historial y has sido la persona más tranquila que he conocido -podía notar su sarcasmo-. En tu expediente decía que una vez perdiste a una chica por el bosque, únicamente por tener Auctarium.

-N-no entiendo -digo, tratando de entenderlo. Su acento y palabras eran desconocidas para mí, no sabía de que país provenía.

-Lograste cazar a la Joya -la chica rubia de rara vestimenta había llegado- ¿Le ataste al árbol Feertch?

-Puedes creer que no puede ver dweomer parece que no tiene canalizada su magia -dice el psicópata poniéndose de pie. No estaba entendiendo nada, ellos trataban de hacerme perder la cordura.

-¡Es una Joya! ¿Como no puede ver? -grita en susurro, como si temiera que la escucharan.

-Probablemente este desconectada con su parte Imagineville -su mirada se poso en mí, examinando mi rostro. Sus ojos café claro inyectados de curiosidad.

Baje mi mirada hacia mis rodillas, estaban rojas y lastimadas, me dolían. La posición en la que me encontraba no era cómoda, me sentí una prisionera y quizás ya lo era. Cuando había ido en busca de Sara, tenía puesta unos shorts, no había tenido tiempo para colocarme unos Jeans. Si me hubiese colocado Jeans estaría evitándome muchas cosas, por ejemplo, no tendría las rodillas lastimadas y mis piernas no estarían a la vista de ese psicópata.

-Finn debe estar buscándome, debes mantenerla a ella en secreto. No le diré que regresaste -dice la rubia extraña, alejándose.

-¿Por qué me trajiste aquí? -pregunté sin dejar de mirar mis rodillas.

-Ya te lo dije, si no recuerdas... no es mi problema -dijo él, merondeando por el árbol ¿Feertch? Así lo había llamado la extraña rubia de raíces rosas.

-¿Quieren torturarme? ¿Asesinarme? -inquirí con valentía.

-No.

-¿Por qué no puedo moverme?

-Te he atado, puedo soltarte cuando deje de pensar en mantenerte en cautiverio -respondió, confundiéndome.

-¿Planeas soltarme? -no acabaría con las preguntas, necesitaba información, a pesar de no creer una palabra de él.

-Eso dependerá de ti, no puedes huir, probablemente te perderías y el Imperium descubriría que estas aquí.

-¿Por qué hablas como un estúpido? -eso había sido impulsivo, no planeaba decirlo, solamente lo escupí sin pensar. Estaba tratando de entenderle, pero sus palabras me confundían-. Lo siento, n-no me hagas daño.

Él rueda sus ojos, sentándose frente a mí. Se veía poco amigable, elevó una de sus manos, por un momento pensé que estamparía su palma con mi rostro, a cambio recibí el regreso de los movimientos de mis brazos. Lo miré desconfiada, no sabia que estaba sucediendo y a él parecía entretenido por mi ignorancia.

-¿Por qué no podía moverme?

-Los beneficios de ser hechicero.

-¿De qué demonios hablas? -por un momento sentí lastima por él, quizá era un loco desorientado. Aunque parecía peligroso.

-Hay muchas cosas que no voy a explicarte -dice fijando sus ojos en los míos -. Solo te diré que seré tu "Guardian" e instructor. Lo demás te lo dirá Finn.

-Oye... quizás tengas problemas en tu cabeza, conozco personas que te ayudarían. No tienes porqué tenerme de rehén -dije, pensando que era un loco desorientado. Estaba haciendo lo posible para salvar mi pellejo, pero únicamente se burlo de lo que decía.

-Mira esto -dice antes de tomar un poco de tierra en sus manos-. Hago esto para cerrarte la boca, no porque me importe explicarte como funcionan las cosas aquí.

Cierra sus manos, momentos después vuelve a abrirlas lentamente y la tierra parace flotar en el aire. Deja su palma extendida bajo la tierra voladora y poco a poco la tierra empieza a transformarse en una flor rosa con centro rojo, no conocía ese tipo de flor. Sus pétalos parecían brillar de manera discreta, cuando quise tocarla... el psicópata la alejó de mi.

-He gastado energía en esto, no te atrevas a arruinarla -advirtió entregándomela-. Es tuya.

Estaba maravillada.

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