Exactamente un día antes de Navidad, Shinya se fue muy temprano por la mañana a quién-sabe-dónde, dejando a un Guren muy irritado —y más que nada preocupado— en el departamento que compartían.
Él, normalmente, no se quejaba cuando Shinya desaparecía. Solía darle igual, puesto que era más relajante estar en la casa sin él... Hasta hace unos días atrás.
No supo cómo, pero en algún punto de todo esto, Guren se dio cuenta de que necesitaba a Shinya. O en realidad, lo sabía hace tiempo, pero se negaba a aceptarlo. No quería decir en voz alta que sus dulces sonrisas, esos abrazos sin previo aviso, los pequeños besos que le robaba cuando estaba distraído, eran de esas cosas que simplemente lo hacían feliz.
Pero Guren lo sabía, y muy en el fondo de su ser, deseaba decírselo. Que su sonrisa alegra sus días, que le gusta ver su cabello revuelto por las mañanas, que le encanta verlo en pijama y que ama lo armonioso de su voz. Que se siente completo cuando está con él, porque así es; Shinya lo complementa de todas las formas posibles. Y ama eso.
A decir verdad, ama a Shinya. No podría decir en qué momento comenzó a hacerlo, pero está seguro de que así es. Simplemente comenzó a sentir una calidez extraña cada vez que lo abrazaba, su piel se erizaba ante su toque y la cercanía lo ponía un tanto nervioso.
Cuando besó al albino, todas sus dudas se disiparon en el aire. Shinya había pensando que Guren se sentiría confundido, pero fue todo lo contrario. Bastó un simple roce de labios para darse cuenta de lo obvio: estaba profundamente enamorado de aquel chico molesto de ojos azules.
Guren no era de esas personas que buscaban darle vueltas a la realidad, tergiversar los hechos y lo que sucedió ese día. No rebuscó otras conclusiones, porque eludir sus verdaderos sentimientos sería algo inmaduro, que al final le traería problemas a él y a Shinya.
Ninguno de los dos eran adolescentes hormonales, por lo que no apresuraron las cosas. Todo seguía igual que siempre, con la pequeña —gran— diferencia de que había nuevos sentimientos de por medio. Pero eso no cambiaba la confianza mutua, que en sus años de amistad ganaron.
Su relación, por el momento, no tenía un nombre. Pero Guren estaba seguro de que ninguno de los dos lo necesitaba.
Como si pensar tanto en Shinya hubiese servido de algo, este apareció por la puerta con un par de bolsas en las manos. La sonrisa que esbozaba no le anticipó nada bueno, por lo que comenzó a prepararse mentalmente para cualquier cosa.
El albino se sentó a su lado, en el sillón, guardando silencio por unos breves instantes. Deliberando entre sí hablar o no.
—Pasaré Nochebuena con mi familia —soltó, dejando escapar un suave suspiro, mientras se desparramaba en los cojines del sofá.
Guren frunció el ceño, confundido. ¿Qué tenía de malo aquello? Era obvio que pasaría las fiestas en familia, no lo culpaba por aquello.
—¿Y eso qué? —indagó, dejando clara su confusión.
—Que yo hubiese preferido estar contigo —contestó el otro, como si fuese lo más obvio del mundo.
Palabras tan simples como esas, lograron que el corazón de Guren diera un vuelco. ¿Es que Shinya no se daba cuenta de lo que causaba en él? Al parecer, no. Porque permanecía con la cabeza gacha, sin moverse de su anterior posición.
Sin saber por qué, Guren se dejó llevar por el impulso que sintió en ese momento. Se abalanzó sobre Shinya y apresó sus labios en un beso; suave, dulce, que buscaba transmitir todas las sensaciones que sentía. Como un agradecimiento.
Tomó por sorpresa a Shinya, quien tuvo que pestañear dos veces antes de cerrar los ojos y corresponder. Se acomodó un poco y tomó a Guren del cuello, para hacer del contacto algo más cómodo.
Los besos que se daban, siempre lo hacían tocar el cielo con las manos, a pesar de que sus dedos estuvieran enredados en el cabello azabache de Guren. Era simplemente mágica la forma en que sus labios parecían encajar perfectamente, mientras se rozaban con avidez.
Al separarse, Shinya le dedicó una sonrisa tan dulce a Guren, que este sintió que iba a derretirse. Y es que no podía creer lo hermoso que podía llegar a ser si se lo proponía, y ni siquiera se estaba dando maña para serlo.
—Iré a buscarte a casa de tus padres a la una de la mañana, cuando todos se hayan dormido en casa —propuso el azabache, buscando reconfortar al menor.
—Claro, te estaré esperando entonces —accedió, sin siquiera detenerse a pensar las consecuencias que eso podría traer—. Pero, mientras tanto... Te he traído algo para que no te olvides de mí en todo el día.
Guren observó al ojizarco, expectante por saber qué habría en la bolsa de cartón que estaba revolviendo con las manos. Sintió ganas de salir corriendo cuando Shinya le mostró un suéter con estampado navideño. Él odia la Navidad, y mucho más los estúpidos suéteres que le dan picazón. Son horribles.
—Shinya, sabes que odio este tipo de cosas. Y este suéter es horrible —bufó.
La sala fue inundada por el sonido de la risa del chico de ojos claros, quien se detuvo por un momento, únicamente para acercarse a Guren, tanto que este podía sentir su respiración chocando contra la parte de atrás de su cuello; causándole un ligero escalofrío en la espina dorsal.
—Si te lo pones, prometo que te lo quitaré después —murmuró en su oreja, con la voz tan suave como la seda, logrando erizar todos los cabellos del Ichinose; quien permaneció en shock por un breve instante. Shinya se separó, mirándolo con una ladina sonrisa, antes de levantarse de ahí como si no se le hubiese insinuado a Guren segundos atrás—. Bien, ya me voy a casa de mis padres. ¡Que tengas una linda Nochebuena!
Dicho eso, se colocó su abrigo, tomó la bolsa restante y se marchó de ahí. Dejando a Guren sentado en el living, con sus mejillas ruborizadas y el presente que anteriormente le entregó entre sus manos.
Sí, definitivamente usaría ese suéter.
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Siento mucho la tardanza, pero todo esto de Año Nuevo (puras fiestas) hizo que mis tiempos se acortaran, y recién ahora tengo tiempo para sentarme a escribir algo.
De todas formas, no se preocupen, más tardar mañana subiré el último capítulo de esta historia y todos felices. ♡
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Dulces fiestas ✧ gureshin
FanfictionGuren odia los días festivos, en especial navidad. Shinya, por el contrario, ama las fechas navideñas. Gracias a ello, se propone darle al azabache la mejor navidad de todas.