La Navidad en la familia Hīragi era, más que un festejo, una tradición —que seguían al pie de la letra—. Gracias a ello, en cierto punto era demasiado aburrido para alguien como Shinya.
Él hubiese preferido una cena más ruidosa, una mesa dulce o algo por el estilo. Pero fue algo tan simple como comer el pavo que preparó su madre, tomar un poco de sidra de manzana y hablar un poco en la sobremesa con sus dos hermanas; puesto que sus hermanos eran unos amargados y se fueron, y sus padres estaban demasiado cansados.
Al final, un poco antes de las once, todos estaban en sus respectivas habitaciones; posiblemente durmiendo. Pero ese no era el caso de Shinya.
Estaba más despierto que nunca, con la cara casi pegada a la ventana que daba hacia la calle, con el celular entre las manos, esperando una señal de vida por parte de su amado.
Faltaban exactamente cinco minutos para la una de la madrugada, pero Guren no le había enviado ni un mensaje.
—No te comportes como un adolescente hormonal, Shinya —se dijo a sí mismo, sin importarle el hecho de estar hablando solo—. Tal vez se quedó dormido, tuvo algún percance, se olvidó o...
«Simplemente no quiso venir», completó en su cabeza. Realmente no le hubiese gustado decir eso en voz alta.
Y cuando se decidió a dormir, resignándose a verlo cuando fuera de día, una luz proveniente de afuera le hizo dar un respingo. Esperanzado, alzó su cabeza, encontrándose con lo que estuvo esperando hasta ese entonces.
Tras colocarse su abrigo, gorro y bufanda con gran rapidez, salió casi corriendo de su cuarto. Hasta que recordó que debía ser silencioso, para no despertar a sus padres.
Bajó las escaleras con sumo cuidado, abrió la puerta con cautela y la cerró de la misma forma. En menos de cinco minutos estuvo fuera, y no dudó en subirse al auto del padre de Guren.
—Pensé que no vendrías. —Fue lo único que se le ocurrió decir, mientras recostaba su espalda contra el asiento.
—Te prometí que vendría a buscarte, y aquí estoy.
El camino hasta el departamento que compartían no era muy largo, pero a ambos le pareció eterno. Shinya no habló en todo ese tiempo, siendo que era todo un parlanchín. Eso era incómodo incluso para Guren.
Había una rara tensión en el aire.
Poco tiempo después, el silencio inundó el departamento también. Mientras Shinya colgaba su abrigo en la percha de la entrada, trataba de recobrar todo ese valor que se suponía que estuvo acumulando hasta ese momento. ¿Dónde quedaron sus comentarios estúpidos y fuera de lugar? Realmente no lo sabía.
—Buenas noches, Shinya —se despidió Guren, caminando hasta su habitación y encerrándose ahí dentro.
El albino se quedó estático por unos segundos, analizando detenidamente la situación. ¿Qué es lo que estaba mal? Shinya no terminaba de comprenderlo. Pero no hacía falta comprender todo aquello, ¿no? Era cuestión de sentir que estaba bien.
Y Shinya creyó que amar a Guren estaba bien, que querer abrazarlo, besarlo... Estar con él en ese momento estaba bien. Así que se dejó llevar por sus deseos y siguió al pelinegro hacia su alcoba, se escabulló dentro de ella como cuando aún eran niños y le pedía que lo protegiera de los truenos.
—Guren~ —canturreó, mientras cerraba la puerta con uno de sus pies, que estuvieron descalzos segundos después.
Caminó con cautela hacia el otro, quien estaba a punto de arroparse para dormir. Sus planes cambiaron, y ahora miraba con evidente confusión al albino. Recargó su espalda contra el respaldo de la cama, dejando escapar un leve suspiro.
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Dulces fiestas ✧ gureshin
FanfictionGuren odia los días festivos, en especial navidad. Shinya, por el contrario, ama las fechas navideñas. Gracias a ello, se propone darle al azabache la mejor navidad de todas.