CAPÍTULO 6: Conociéndolas

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Renesmee POV

El frío mármol del castillo se sentía todavía más helado aquella mañana, mientras me dirigía al baño para intentar despejarme. Apenas había amanecido en Volterra y los rayos de sol se filtraban suavemente a través de las pesadas cortinas de mi dormitorio. Me sumergí en una bañera llena de burbujas, dejando que el agua tibia calmara mis nervios. Después de cepillarme los dientes, me vestí con un suéter sencillo de lana gris, una licra de diseño floreado en tonos de amarillo pálido y unos botines que combinaban con el suéter. Mi cabello rizado, con su característico color cobrizo, se resistía a ser domado, pero con paciencia logré desenredarlo para dejarlo suelto.

Hoy era apenas mi segundo día en este imponente castillo y, sinceramente, no estaba segura de si alguna vez lograría acostumbrarme a este nuevo estilo de vida. Todo aquí era tan diferente a lo que conocía. Estaba tan perdida en mis pensamientos que no noté los suaves golpes en la puerta hasta que escuché la voz de Aro.

- Renesmee, ¿podemos pasar?- preguntó desde el otro lado de la puerta.

Sentí un nudo en el estómago. Tomé una bocanada de aire antes de responder, aunque mi voz salió algo temblorosa.

- Sí... pueden pasar.- dije finalmente.

La puerta se abrió lentamente, y Aro entró primero, seguido de sus hermanos, Jane y el muchacho que siempre estaba a su lado, a quien aún no conocía bien. La presencia de tantos ojos en la habitación me hizo sentir pequeña y vulnerable, como si estuviera bajo constante observación.

- Buenos días, querida. ¿Cómo te sientes?- preguntó Aro con una sonrisa que intentaba parecer reconfortante.

- Estoy... bien, supongo.- respondí con una ligera inseguridad. Sabía que Aro estaba atento a cada matiz en mi voz, a cada cambio en mis expresiones. Se acercó, y al tomar mi mano, sentí cómo escudriñaba mis pensamientos más profundos, esa habilidad suya que tanto me inquietaba.

- No te preocupes, pequeña. Por supuesto que te acostumbrarás a esta nueva vida.- dijo con una voz sedosa.- Todos aquí te ayudarán a adaptarte. Pero, en especial, mis queridos Alec y Jane serán quienes te acompañen en este proceso.

Miré de reojo a los dos jóvenes que había señalado. Jane mantenía su semblante indiferente, pero Alec... había algo en él que me resultaba intrigante. Su mirada parecía esconder algo más que simple obediencia hacia Aro.

- Dile de una vez para qué vinimos.- intervino Caius, su expresión habitual de disgusto apenas se alteraba.

Aro asintió lentamente, como si estuviera volviendo a centrarse.

- Mis hermanos y yo hemos venido a decirte quiénes serán los encargados de cuidarte.- dijo con ese tono tranquilo que lo caracterizaba.- Pero también queremos presentarte a dos personas que están muy ansiosas por conocerte. Ellas son Sulpicia y Athenodora, nuestras esposas.

Aro tomó mi mano y me guió hacia la sala de tronos. Al entrar, me encontré con dos figuras majestuosas: una mujer de cabello castaño y otra de cabellos rubios, ambas irradiaban una presencia imponente, pero a la vez cálida. Sulpicia, la de cabello castaño, fue la primera en hablar.

- ¡Ohhh, qué niña tan preciosa!- exclamó al verme.- ¿No es la criatura más bonita que hayamos visto?

La rubia, Athenodora, esbozó una sonrisa tenue antes de acercarse y acariciar suavemente mi mejilla. Sabía que debía ser respetuosa, mis padres me habían enseñado bien, pero no podía evitar sentirme incómoda con sus atenciones.

- ¿Cómo te llamas, pequeña?- preguntó Athenodora con una voz suave.

- Mi nombre es Renesmee.- respondí con una sonrisa educada, aunque internamente deseaba que dejaran de tocarme las mejillas.

- Eres tan dulce.- murmuró Sulpicia mientras me envolvía en un abrazo inesperado.- Yo soy Sulpicia, esposa de Aro.

- Y yo soy Athenodora, esposa de Caius.- añadió la rubia con una sonrisa maternal.

Me incliné ligeramente, intentando mostrar respeto.

- Es un honor conocerlas, sus majestades.- dije con cortesía.

Ambas sonrieron con ternura.

- Puedes llamarnos por nuestros nombres, o si lo prefieres, puedes llamarnos mamás.- dijo Sulpicia con un brillo en los ojos.

Mi corazón dio un vuelco. "¿Mamás?", pensé. Era algo que no esperaba escuchar, pero su amabilidad parecía genuina.

- Por supuesto... mamás- respondí amablemente, aunque el concepto aún me resultaba extraño.

Aro, satisfecho con la presentación, decidió que ya era suficiente.

- Bien, ahora que has conocido a nuestras esposas, puedes regresar a tu habitación, Renesmee.- ordenó.

- Sí, Aro.- respondí, tratando de ocultar mi desánimo.

- Alec, acompáñala a su cuarto.- añadió Aro, dirigiéndose al joven que había permanecido en silencio durante todo el encuentro.

- Sí, maestro.- contestó Alec con una inclinación de cabeza antes de girarse hacia mí.

Alec POV

Salimos de la sala de tronos en completo silencio. Podía sentir la mirada nerviosa de Renesmee mientras caminábamos por los largos pasillos del castillo. Algo en ella me intrigaba. No solo era su naturaleza híbrida, sino también su fragilidad, su inocencia. Era diferente a todos los demás que había conocido.

- Alec.- dijo de repente, rompiendo el silencio.

Me detuve y la miré con una ceja levantada, fingiendo molestia.

- ¿Qué quieres, niña?- le pregunté con un ligero tono irritado, aunque no era más que una fachada.

Ella bajó la vista, insegura.

- ¿Puedo preguntarte algo?- dijo tímidamente.

- Claro.- respondí, suavizando mi tono.

Tomó un momento antes de hablar.

- ¿Podrías ser mi hermano?- preguntó de manera inesperada.

Esa pregunta me tomó completamente desprevenido. Tartamudeé por un segundo, sin saber cómo responder.

- Yo... este...- empecé, pero me interrumpió rápidamente.

- No tienes que serlo si no quieres.- dijo, algo abatida.

Me incliné hacia ella y le susurré en voz baja.

- Escúchame, Renesmee. Sí quiero ser tu hermano.- le dije con una leve sonrisa, viendo cómo sus ojos brillaban de emoción.- Pero será nuestro pequeño secreto. Nadie debe saberlo, especialmente Jane. Nos mataría si se enterara.

Ella sonrió y asintió rápidamente.

- Entonces, ¿es nuestro secreto?- susurró, como si lo estuviéramos sellando con un pacto.

- Sí, nuestro secreto.- respondí, imitándola en tono misterioso.

Seguimos caminando hasta llegar a su habitación. Renesmee no parecía querer que me fuera, pero sabía que era hora de que descansara.

- Alec, ¿puedes quedarte un rato más?- me pidió con esos ojos grandes y llenos de esperanza.

- No, Renesmee. Debes descansar.- le recordé con firmeza.

- Está bien...- murmuró, decepcionada.

- Pero mañana nos veremos de nuevo.- le aseguré, tratando de animarla.

- Está bien. Buenas noches, Alec.- dijo, dándome un beso en la mejilla antes de entrar a su habitación.

Me quedé allí por un momento, tocándome la mejilla donde había sentido su suave despedida. Luego, me giré y me dirigí a mi propia habitación. Tenía que prepararme para una misión en Madrid, pero no podía sacarme de la cabeza a esa pequeña híbrida que, sin saberlo, había comenzado a ocupar un lugar importante en mi corazón.

Mi Eternidad Está Junto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora