CAPÍTULO 11: Lecciones y momentos

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Renesmee POV

Desperté con los primeros rayos de luz que se colaban a través de las cortinas, un leve resplandor dorado que envolvía la habitación y me hacía sentir cálida. Al abrir los ojos, lo primero que vi fue a Alec, quien estaba de pie junto a mi cama, sosteniendo una elegante bandeja de plata. Cuando notó que había despertado, una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios, y se acercó para darme un suave beso en la frente.

- Buenos días, Renesmee. Te traje el desayuno.- dijo con voz suave, casi como si no quisiera romper el silencio apacible de la mañana.

Me froté los ojos y sonreí al sentir el aroma que emanaba de la bandeja. Un delicioso olor a fresas y chocolate caliente me envolvía, haciendo que mi estómago gruñera en respuesta.

- Buenos días, Alec. ¿Qué es eso que huele tan delicioso?- pregunté aún medio adormilada, hipnotizada por los aromas.

- Es tu desayuno.- respondió mientras colocaba la bandeja sobre una pequeña mesa en el centro de la habitación.- Lo preparé yo mismo.

Sorprendida, lo miré con curiosidad y admiración.

- ¿Tú lo hiciste?- repetí aún más interesada.

Alec asintió orgulloso y se sentó en el borde de la cama.

- Por supuesto. Así que, apúrate y come. Después, tenemos que ir a la biblioteca. Demetri te está esperando para tus clases.

Con un suspiro, me levanté de la cama, caminando descalza sobre la suave alfombra, y me senté en el suelo junto a la mesa. Tomé un bocado del desayuno y, para mi sorpresa, todo estaba exquisito. Alec tenía mucho talento para la cocina, aunque siempre lo había visto más centrado en otras tareas más... solemnes.

- Está delicioso.- dije con la boca llena, sonriendo ampliamente.

Alec solo me observó con una sonrisa indulgente mientras se recostaba de nuevo en la cama, aparentemente satisfecho con su trabajo.

Después de terminar mi desayuno, me levanté y me dirigí al armario. Me quedé un rato observando mi ropa, indecisa, hasta que finalmente elegí una blusa cuadriculada de color blanco con tonos rosados, un pantalón de mezclilla azul marino y unas zapatillas blancas. Caminé hacia el baño para darme una ducha rápida. El agua caliente siempre me ayudaba a desperezarme por completo. Cuando terminé, me peiné el cabello en dos trenzas y me vestí rápidamente.

Al salir del baño, encontré a Alec recostado en mi cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza. Decidí jugarle una pequeña broma, caminando con pasos sigilosos para intentar sorprenderlo, pero justo cuando estaba a punto de lograrlo, en un movimiento ágil y casi imperceptible, Alec se levantó de la cama y me alzó en sus brazos.

- Pequeña, tendrás que ser mucho más rápida si quieres asustarme.- dijo con una sonrisa burlona mientras comenzaba a girar conmigo en brazos.

- ¡Alec, bájame!- exclamé entre risas, golpeándolo suavemente en el pecho.

- Está bien, está bien. Pero vámonos, se nos hace tarde.- me dejó suavemente en el suelo, con esa mezcla de cuidado y protección que siempre mostraba hacia mí.

Sin más demora, salimos de mi habitación y nos dirigimos a la biblioteca. Mientras caminábamos por los largos pasillos del castillo, el eco de nuestros pasos resonaba en las paredes de piedra. Todo el lugar siempre me había parecido un poco intimidante, pero con Alec a mi lado, me sentía segura.

Cuando finalmente llegamos, la gran puerta de madera se abrió revelando a Demetri, quien estaba apilando varios libros sobre una mesa.

- Hasta que por fin llegan.- dijo con tono irónico, aunque una sonrisa asomaba en sus labios.

Mi Eternidad Está Junto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora