Mientras caminaba hacia mi colegio, soñaba en todas las aventuras que podría vivir en este curso. Casi todas incluían un malvado al que al final yo y compañeros, le vencíamos y todos nos admiraban y todo era perfecto. Aunque sabia que no pasaría seguía soñando, total, de que sirve ser realista.
Al llegar a la placita que hay enfrente de mi colegio, veo que ya hay bastantes alumnos esperando, hablando entre ellos muy animadamente. Aún faltan unos diez minutos para que abran la puerta, así que voy hacia uno de los bancos en los que ya hay gente de mi curso. No les conozco mucho, ya que van a la otra clase, pero es mejor que estar sola. Al llegar a su lado nos dedicamos una mirada y un breve saludo y vuelven a hablar de sus cosas. No pasa ni un minuto que me voy a otro banco a leer el libro que por suerte me llevé. No podría aguantar ni un segundo mas hablando sobre actores de nombres raros. El libro es mucho mas interesante. Suele pasar, me atrae mas las paginas de una buena novela de aventuras que no lo que puedan decir mis compañeros. Pero aún así me obligo a recordarme que no puedo vivir en los libros, y que debo pasar mas tiempo en el mundo. Hace un par de años, me pase todo el curso entre páginas y sueños. Pero al cabo de un tiempo, mis compañeros me empezaban a mirar raro i a ignorarme. Me sentía como una intrusa cuando intentaba unirme a ellos. También me canse de que los profesores me lanzaran miradas de lástima al verme sentada tras un libro en un rincón del patio. Me di cuenta de eso cuando un recreo, mientras leía en mi rincón, la profe de inglés fue a hablar conmigo y me pregunto porque no jugaba a futbol con los demás. Estuvo un rato haciéndome preguntas incomodas sobre si me llevaba mal con mis compañeros, o me había enfadado con un amigo hasta que la campana del patio me salvo.
Entonces decidí pasar mas tiempo en el mundo real.
Vi un grupo de compañeros de mi clase que me caían especialmente bien. Hablaban de un videojuego que esta muy de moda últimamente. Mi hermano lo juega así que me pude meter en la conversación.
Cuando la conserje abrió la puerta, entramos todos animadamente, de charla a gritos. En las escaleras había un ruido ensordecedor, y ni siquiera la directora plantada en medio del rellano gritando para que hiciéramos menos ruido apaciguaba nuestras voces. Me dieron ganas de sonreír al ver esta escena. Es algo que solo sucede el primer y último día de clase, normalmente tardamos en entrar y subimos lentamente las escaleras mientras nos quejábamos de algún profe demasiado pesado. Me gustaba el ambiente de felicidad del primer día, y era agradable dejarse contagiar por la alegría del reencuentro.
Fui de las primeras en llegar a mi clase, y me sorprendí ver a un chico que no había visto nunca.
Cojo un sitio cerca de la ventana sabiendo que a Mars prefiere estar al lado de la ventana. Mientras espero a que lleguen todos, observo al chico nuevo. Era un chico bastante alto, aunque ahora parecía estar algo encogido. Se notaba mucho que estaba muy nervioso, y no levantaba la vista de su pulsera de colores alegres con la que jugueteaba distraídamente. Toda la clase ya había llegado y todos miraban al chico nuevo. Mars, que se sentó a mi lado me susurro.
- Tengo curiosidad por el tipo nuevo, ¿crees que será majo?
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Síndrome de Peeter Pan
Non-FictionSoy Daira, pero prefiero que me llamen Dais. En griego significa llena de sabiduría. Esto ya da una pista de lo friki que soy. En esta historia se narra un año de la vida de Dais, en su último año de escuela primaria, y todos los cambios que sufrir...