Capítulo II: Una fecha de júbilo: 5 de marzo de 2013

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Luego de todos estos desastres de la revolución bolivariana, en el año 2012 se presenció en demasía algo importante en cada cadena nacional del ex-presidente Hugo Chávez. Todo momento en que él se presentaba, parecía estar más gordo. Pero no un término "gordo" normal, sino, hinchado, era repulsivo verle. No pasó mucho tiempo para que comenzaran a circular teorías sobre que este hombre tenía Cáncer. Y nada más cerca de la realidad que eso.

Sin embargo, ese año, puedo reconocer que fue un año magnifico para este hombre, porque a pesar de que padecía esa enfermedad, nunca la hizo notar y se mantuvo fuerte. Debo reconocer eso, al igual que reconocer que era un excelente estratega y elocuente. Pero no quita el hecho de que sea el motivo de las desgracias de este país.

El presidente entonces, comenzó a ausentarse cada vez más y más, realizaba cadenas nacionales desde Cuba, donde atendía su enfermedad y era aconsejado. Mucha gente atribuye este cáncer por haber exhumado los huesos de Simón Bolívar, ya que "El libertador" puso una maldición a su tumba para que esto no sucediera. Otros la atribuyen a una maldición que Chávez envió a Israel desde sus entrañas, y fue en sus entrañas donde apareció este cáncer. ¿Yo? Lo atribuyo a la justicia de la naturaleza, aunque hubiese querido que sufriera la justicia humana más que la divina, si es que esta existe.

Me encontraba en un club en Valencia, con unos amigos, cuando nos dimos cuenta de que todos se acercaban a los televisores o encendían los apagados. Nicolás Maduro estaba en la cadena. Fue entonces cuando dijo lo que todos estaban esperando, ya que en su mirada se veía, después de la ausencia de Chávez por más de 3 meses. Fuimos corriendo a la tasca del lugar. Cuando entramos, todos estaban en silencio escuchando atentamente, y eso hicimos nosotros.

"El comandante Hugo Chávez ha muerto."

Nunca olvidaré estas palabras, ni el día, 5 de marzo de 2013. Fueron expulsadas por un cuerpo titubeante en el exterior, pero feliz en el interior.

Jamás olvidaré la euforia del lugar. La alegría, el éxtasis. Nunca quise desearle la muerte a una persona. Pero se han presentado dos excepciones. Una fue él. La otra, su sucesor.

Salimos corriendo gritando, "¡Murió Chávez!", con una alegría que sólo los que han pasado por algo similar pueden entender. Las personas fuera de la tasca, celebraban, otras lloraban. Pero algo estaba claro, por fin, todo había acabado.

O eso creíamos.

Se nos había olvidado algo muy importante. En diciembre de 2012, antes de la partida de Hugo Chávez a Cuba para su mayor tratamiento, y en el mes que según mi opinión, murió realmente esta personalidad, dijo en una cadena nacional lo siguiente: Si algo llegara a pasarme, escojan a Nicolás Maduro Moros, como presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

Lo peor, estaba por comenzar, pero no nos dimos cuenta sino hasta que fue muy tarde, hasta que al día siguiente el antes mencionado, tomó posesión "temporal" de la presidencia, para llamar a elecciones presidenciales lo más pronto posible.

Nuestra felicidad duró muy poco, puesto que inmediatamente, en menos de un mes, Maduro declaró el nacimiento de otro control cambiario, y muchas más restricciones que pusieron a todos los venezolanos contra la pared, preparados para ser fusilados. Sin embargo, hubo otros que por tener conexiones o estar "montados" con el gobierno, se beneficiaron sustancialmente. La burocracia se incrementó en gran cantidad, y la corrupción con cada funcionario público que trabaja en esas instituciones, está envenenado con la maldad y avaricia.

Todos comenzaron a creer entonces en un hombre, alguien que tenía renombre, pero era joven, una persona que prometía cambio, que hacía mover masas y que los mares se agitaran. Henrique Capriles Radonski.

Se dio paso en un abrir y cerrar de ojos a la campaña política, con gasto público inmenso por parte del gobierno para dar a conocer a Maduro, y más gasto por parte de los partidos de oposición para apoyar a Capriles. Fueron unas elecciones sucias las del 2013. Todos esperaban que este año, se dieran los cambios necesarios para acabar con la tan maldita revolución bolivariana, puesto que, un estudiado, ilustre, no podía perder contra un autobusero.

Yo había empezado la universidad casi cuando murió Chávez, y estaba emocionado porque pensaba que podría disfrutar plenamente el ejercicio de mi carrera con esa muerte. Así que todos esos meses antes de las elecciones, transcurrieron con ese tópico como tendencia. Cada día más enfrascados en lo que sería, en cómo se transformaría Venezuela luego de esas elecciones. Llegó el día, 14 de abril de 2013, y todo transcurrió rápidamente excepto la noche, pues como de costumbre, las arpías del Consejo Nacional Electoral, daban el resultado en la madrugada. Todos sabían la respuesta, todos estaban celebrando. Se sabía de antemano que Capriles había ganado la presidencia. Pero algo pasó.

No se sabe si los cálculos fueron mal hechos, o hubo sabotaje por alguna de las partes, pero ocurrió lo que a ninguno, incluso a los afines al gobierno de facto, se le habría pasado por la cabeza.

"Con 50,61 % de votos, el candidato Nicolas Maduro Moros."

El silencio. Silencio fue lo que reinó en Venezuela el 15 de abril de 2013. Debo admitir que entré en mi cuarto a llorar. Me sentía devastado. "Tanto para nada", me dije. El 15 de abril fue cubierto por decepción, silencio, vacío y tristeza en la calle. Nadie podía comprender, si todos, absolutamente todos, conocían el resultado verdadero, cómo era posible que incluso un candidato que sabía sus números y lo daban de ganador, no luchó por su puesto. Abandonó las fuerzas de todos los venezolanos, y dejó que la apatía se convirtiera nuevamente en dueña del venezolano.

Gracias, H.R, por demostrarnos nuevamente, que no podemos confiar en políticos.

Crónicas de un país en decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora