Jorge se encontraba aburrido en su oficina, nada le había parecido tan fascinante como aquella mujer.
Una llamada entró al teléfono de su oficina.
—Buenas tardes. —dijo al descolgar el teléfono después del segundo repique.
—Jorge, buenas tardes. Soy Angélica Mondragón.
Angélica Mondragón, una señora de edad no muy avanzada que conoció en una exposición de pintura hace muchos años, Jorge había participado en varias obras que ella produjo.
—Miss Angélica, que gusto. Digame, ¿para que soy bueno?
—Solo quería saber que habías pensado sobre participar en la obra que te dije.
—Oh, eso. Pues la verdad aún no he tomado ninguna decisión en concreto sobre el tema, pero cuando lo haya hecho, yo mismo la llamo.
—Esta bien, pero no te tardes por favor. Confío en tu dotes como artista. Adiós.
—Adiós miss.
Cortó la llamada y dejó el teléfono en su lugar. Revolvió un poco su cabello y tomó un bolígrafo del lapicero a su derecha, para ubicarlo entre sus dedos y moverlo mirando hacia la ciudad por la ventana panorámica de su oficina.
Trataba de concentrarse en obtener lo más pronto posible una respuesta a la propuesta de la señora Mondragón pero cada vez que conseguía hacerlo, la mujer de la cafetería aparecía en su mente, alterando nuevamente la paz en su vida.
¿Por qué estaba tan presente en su mente? Ni siquiera había tenido la posibilidad de hablar con ella, sólo fue un intercambio de miradas. Nada fuera de lo común, aunque para él fuese un déjà vu.
No le pasaban cosas así con frecuencia, casi nunca, esto tenía que ser obra del destino.
Decidió que ya no seguiría pensando en la mujer de la cafetería hasta que terminara sus pendientes, puesto que el simple hecho de pensar en ella lo hacía distraerse demasiado. Y no podía detenerse a pensar en una mujer, no ahora que tenía mucho trabajo.
Continuó con los pendientes que tenía hasta que el atardecer se asomó por su ventana, se había pasado la mayor parte del día en la oficina, como acostumbraba, pero hoy no sentía cansancio, se sentía fenomenal.
Tomó sus cosas y salió del despacho. Se detuvo enfrente del elevador, esperó a que las puertas se abrieran y entró en él.
En ese momento una idea llegó a su mente. Pensó que tal vez sería muy buena idea entrar a la obra que le ofreció la señora Angélica. No podía estar todo el tiempo trabajando y salía muy pocas veces. Tal vez, era momento de regresar al teatro.
Llegó a su casa se dirigió a su estudio y terminó algunos pendientes de la oficina. Después de volver a analizar la idea marcó por teléfono a la señora Angélica.
—¿Hola? —respondió la señora.
—Miss, buenas tardes, casi noches. —le dijo con su peculiar sentido del humor.
—Jorge, querido. Buenas noches ¿que necesitas?
—Oh, nada. Solo quería decirle que ya pensé bien las cosas y aceptó su propuesta. Me encantaría regresar al teatro.
—No sabes que gusto me da que pienses así. De hecho, ¿recuerdas a Regina?
—Como no recordarla, la niña más maravillosa y linda del mundo, hija que comparto con mi mejor amiga y que usted curiosamente puso de mi hija como en tres obras. —dijo con su emoción.
—Esa misma, pues mira. El papel que tengo pensado para ti será de su padre.
—Jajaja, usted nunca cambia miss.
—También está una joven, se llama Silvia Angélica, creo que ni tú ni Regina la conocen. Ella ha estado conmigo desde hace muchos años en teatro, es muy buena actriz, fue la estelar de la obra de Vaselina, Locos de Amor, Sin Cura y varias otras. Tengo pensado pensado en hacer de ustedes la pareja protagónica de la obra y ponerles a Regina de hija. En verdad, es una gran actriz y me encantaría que la conocieras. Con ellas siempre se agotan las entradas. ¿Puedes venir mañana al Teatro Insurgentes, como por eso de la seis?
—Claro Miss no se preocupe ahí estaré. —dijo antes de colgar la llamada.
Pensó que si la miss Angélica le había hablado maravillas de esa tal Silvia Angélica debía ser por algo. Por otra parte le emocionaba ver a Regina, hacía ya un par de semanas que no la veía por cuestiones de trabajo y tenía curiosidad de ponerse al día con ella ya qué, siempre han sido muy unidos y siempre la quiso como a una hija.
Quería seguir pensando en Regina y que volvería a verla, pero su mente volvió a pensar en aquella mujer de la cafetería. Se hizo preguntas sobre ella, ¿cuál será su nombre? ¿cuántos años tendrá?
Ni todas las maravillas que le habló la miss Angélica de esa tal Silvia servirían para convencerlo, si él decidió regresar al teatro fue por gusto. Además, seguramente esa tal Silvia no era tan bonita como la mujer de la cafetería.
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Café Frío
FanfictionNada es para siempre: el café se enfría, el cigarro se apaga, el hielo se derrite, el tiempo pasa, el amor se muere, las personas cambian, la vida se va.