—Disculpa, vengo algo distraída. Con permiso. —se limitó demasiado en sus palabras pues, aquel joven la ponía nerviosa solo con la mirada y ese sentimiento le asustaba.
Iba rumbo a la entrada del teatro cuando recordó haber dejado su cartera en su casa. Necesitaba su cartera para pasar a comprar algo de comida de regreso a su casa.
—No puede ser. —murmuró para sí misma mientras se mordía el labio inferior por su descuido. Tenía que regresar a casa y rápido.
Se dio la media vuelta con la esperanza de que el hombre de la cafetería siguiera allí, una vez más el ya se había ido.
Se subió de nuevo a su coche y fue lo más rápido posible, al llegar entró corriendo buscó la cartera en su cuarto y al encontrarla salió tal cual entró.
No se percató de que, por estar tan acelerada se había despeinado un poco.
Volvió a subirse al coche, y allí fue cuando se dio cuenta de que estaba despeinada. Resopló, se desató la coleta y se dejó el pelo suelto, aunque seguía un poco despeinada. Se dirigió nuevamente lo más rápido que pudo al teatro y entró corriendo.
Llegó y vio a todo el elenco y a la Señora Angélica sobre el proscenio, sentados sobre el mismo.
Subió junto a ellos, sólo veía caras nuevas. No le prestó tanta importancia a eso, lo que importaba era buscar una muy buena justificación para explicar su retraso de treinta minutos.
—Buenas tardes. —se refirió a todos.
—¡Oh miren! Ya llegó nuestra protagonista, ella es la joven de la que tanto les hablé. Mi tocaya querida, Silvia Angélica. —dijo la señora con gran entusiasmo de tener a todo el elenco ya completo.
—Miss, le pido una disculpa. Ya sabe cómo está el tráfico en por el periférico. —mintió, sería algo vergonzoso decir que se tuvo que regresar a su casa porque olvidó su cartera.
—No te preocupes preciosa, solo trata de llegar más temprano. Pero siéntate, no te quedes ahí parada.
Se sentó junto a una niña que aparentaba la edad de trece años, la saludó con una cálida sonrisa y ésta se la devolvió. Lo que no observó fue que estaba frente al hombre de la cafetería.
Jorge no se había dado cuenta de que ella lo miraba, estaba tan concentrado estudiando el libreto.
Levantó la mirada un momento y fue allí cuando la vio, se veía igual de hermosa que hace treinta minutos cuando chocaron afuera del teatro, solo que ahora venía un poco despeinada, lo que le causó gracia.
Desde que la conoció no se le había hecho muy atractiva, pero tampoco podía sacarla de sus pensamientos.
Ella lo miró mientras que él la miraba, sus miradas se cruzaron, sus pupilas se dilataron aunque ninguno lo notó.
Los dos estaban tan a gusto así, comenzaron un juego de miradas. Todo se detuvo cuando ella sonrió, ahí fue cuando él quedó enamorado de su sonrisa.
—Bueno—interrumpió la señora Angélica, causando un sobresalto por parte de los dos. —ya que estamos todos aquí. Me gustaría que se presenten para que todos nos conozcamos mejor. ¿Quien quiere ser el primero?
Regina, la niña que aparentaba trece años se levantó sin pensarlo dos veces.
—Hola a todos, me llamo Angélica Regina Ascencio Lara, pero para evitar confusiones diganme Regina. Tengo diecisiete años, y pues me encantaría llevarme bien con todos y hacer de este proyecto un éxito.
Regina se sentó riendo ante las caras de asombro que todos tenían sobre su edad.
Silvia era la siguiente, se levantó mientras miraba de reojo al hombre de la cafetería.
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Café Frío
Hayran KurguNada es para siempre: el café se enfría, el cigarro se apaga, el hielo se derrite, el tiempo pasa, el amor se muere, las personas cambian, la vida se va.