Capítulo 2

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—¿Qué quieres? —Lo miré desafiante, tragándome el miedo y sepultándolo en lo más profundo de mi corazón. ¿Qué carajos querría el mejor asesino de todos los reinos conmigo?

Si el decidía que iba a matarme no iba a sobrevivir, así que empecé a buscar una salida. Salir corriendo no era una opción, el callejón era muy estrecho y los sables del asesino llegarían a mi cuello mucho más rápido de lo que podría dar un paso. Tal vez si escalaba la pared y hackeaba el portal para tele-transportarme podría llegar a casa sin que me siga, pero eso me tomaría mucho tiempo, tiempo que no tenía.
Claro, también está la opción de arrojar los cuchillos ocultos en mi capa directo a su corazón, pero sé que si hago un simple movimiento dejo de respirar inmediatamente.

—Quiero que vengas conmigo. —Theros sonrío mostrando una cicatriz que cruzaba sus labios y un escalofrío recorrió mi espalda.

—¿Por qué querría ir contigo? —Yo sabía que él podría obligarme a seguirlo, que si el asesino más temido de todos los reinos quería que lo siguiera no tenía opción más que aceptar, pero quería averiguar la razón.

—Porque tú y yo queremos lo mismo, —avanzó un paso —la sangre del rey en nuestras manos y la corona hecha cenizas. Conozco la forma de matar a ese maldito de una vez por todas y necesito tu ayuda.

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Los callejones oscuros y miles de giros que dimos fueron suficientes para despistar a cualquiera que siguiera al asesino, suficientes como para que uno no lograra devolverse o huir en caso de que las cosas se pusieran feas. Pero yo era diferente, aún si estuviera ciega podría encontrar mi camino devuelta. Había contado cada giro y todos los pasos que habíamos dado, algo que había aprendido durante mis años de entrenamiento. Si Theros quería despistarme tendría que hacer un mejor trabajo.

—¿Dónde estamos? —pregunté una vez que llegamos a otro callejón sin salida.

—Bienvenida a Rhazqu, el gremio de comerciantes —respondió con una sonrisa macabra a la vez que usó su codo para golpear una de las rocas en la pared y ésta inmediatamente se abrió para revelar un portal.

Nunca había visto uno de esos solo había escuchado rumores de personas que desaparecían en las paredes, de espacios mágicos que podían llevarte a donde quisieras.

Theros me invitó a entrar con la mirada, por un segundo pensé en empujarlo por el portal y salir corriendo, pero no soy tan idiota. Entre por el agujero de energía, al pasar por este, mi cabeza empezó a dar vueltas, no podía enfocar la vista y el vomito luchaba por salir de mi cuerpo.

Intenté mantener mi balance una vez que todo se detuvo y aterricé en suelo sólido. Mejor dicho estrellé, ya que no podía lograr levantarme. Levanté la vista un poco y observé una maceta a mi lado, sin dudarlo ni un segundo la agarré y liberé en ella todo lo que había dentro de mi.

Sintiéndome un poco mejor, pero con un terrible dolor de cabeza me apoyé sobre el suelo a la vez que un pensamiento aterrador invadía mi mente. ¿Qué tal si Theros me había traído aquí solo para desestabilizarme y así matarme con más facilidad?
Intenté alcanzar mi zelk que estaba oculto dentro de mi capa, pero antes de que pudiera hacer algo los brazos del asesino me sostuvieron y me ayudaron a levantarme.

—La primera vez siempre es la peor —dijo mirándome a los ojos.

Dejé mi mano puesta sobre el Zelk, aún no confiaba en el hombre encapuchado y no planeaba hacerlo. Regla número uno de cuando eres un asesino, no confíes en nadie porque probablemente estén intentando matarte.

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