Un Regalo del Invierno.

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Luego de haber presenciado aquella escena, los sentimientos de Allen se agolparon en su pecho. Sentía demasiado dolor propio para seguir observando el dolor del General Tiedoll, así que optó por volver a su habitación.

Caminó por los pasillos de manera automática, como si estuviera seguro de sus pasos. En realidad, él solo buscaba la manera de alejar de los llantos y gritos de la sala de cirugía. Al alcanzar una distancia segura, abrió una puerta a su lado y se adentró a ella sin saber de qué cuarto se trataba, se sentó en el frió suelo sujetando sus rodillas y comenzó a llorar.

Luego de unos minutos en aquella posición, alguien entro al cuarto.

-¿Allen? ¿Qué haces aquí? –dijo al abrir la puerta.

-¿Lavi?-dijo entre sollozos- ¿Qué haces tú aquí?

-Es mi cuarto. Ahora respóndeme que haces aquí, te ves horrible ¿Qué te sucedió?

-Creí que estabas en una misión con Bookman.-dijo mientras limpiaba sus lágrimas con el dorso de la mano.- Además, no tenía idea que este fuera tu habitación.

Lavi se acercó al albino, que aún se encontraba sentado contra una pared, para poder hablar con él y descubrir porque se encontraba en ese estado.

-Acabamos de volver. Panda está entregándole el informe a Komui-san. ¿Cómo no notaste que esta es mi habitación? Está repleta de libro por doquier.

-No los noté. Perdón.

-¿No encontraste tu cuarto, verdad? Aunque dudo que sea por eso que estés llorando.

-En realidad, no tenía intenciones de encontrar mi habitación. Solo quería escapar.

Allen tomo aire, calmo su llanto, aclaro su garganta y comenzó a relatar a Lavi todo lo ocurrido desde el momento en que el General Cross irrumpió su sueño. El joven futuro Bookman escucho con una especial atención a todo lo relatado por su amigo, intento decir algunas bromas cuando oía sobre el pedido del maestro de su amigo pero no pudo evitar tensarse cuando Allen relataba lo sucedido en la sala de cirugía. La idea de que el General Tiedoll estuviera llorando también lo inquietaba, sabía que dejar solo al albino no era buena idea pero el estar ahí sentado sin saber si alguien había muerto en la enfermería tampoco le agradaba. Por eso, decidió hablar.

-Allen, ¿realmente no tienes una idea de quién puede tratarse?

-No. No podía entender a nadie, solo...huí.-dijo mientras agachaba su cabeza, ocultando su cara de la mirada de Lavi.

-Bueno, sé que no es agradable enterarse de estas cosas. Pero, deberás oír la noticia en algún momento. Te propongo algo, vayamos a la cafetería a desayunar y luego, si quieres, hablaremos tranquilamente con Komui-san. Prometo acompañarte.-tomó por los hombros a su amigo intentando calmarlo y darle confianza.

Allen lo medito unos segundos y asintió con la cabeza. Ambos amigos se pusieron de pie y salieron de la habitación del pelirrojo. El pobre albino aún tenía su piyama puesta así que Lavi le prestó un abrigo negro y unas pantuflas azules para protegerlo un poco de la fría mañana, después de todo llevarlo a su propio cuarto por ropa no era opción, debido a que era posible que se cruzaran a alguien de la enfermería en el camino. Lavi creyó que mientras menos tardaran en llegar a la cafetería mejor sería para su amigo.

Una vez allí, Allen solo pidió un café y unas tostadas para desayunar. Muy raro para todos, en especial Jerry-san, excepto para Lavi quien sabía el estado en que se encontraban sus ánimos. Pasados unos minutos, el aprendiz de Bookman había terminado con su desayuno, mientras que Allen aún tenía media taza de café y ambas tostadas frente a sí.

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