Verso 10

96 10 0
                                    

❤Beber veneno por licor suave,

Después de la discusión de ambos, todo había estado yendo tranquilo. Otoya seguía componiendo canciones con calma, viviendo de forma ruidosa ante Tokiya, que esperaba que esa luz no se apagara de inmediato.

Era capaz de todo por verlo sonreír. Incluso de someterse a los bobos comentarios de sus compañeros.

-¡Vamos! Ya va siendo hora de que le digas todo, Ichi. –Comentaba Ren, lejos de los oídos de algún pelirrojo curioso y esquivo.

-¿Si sabes que somos idols, y que está prohibido el romance, no? –Atacó furioso, mientras quitaba la mano de Ren de su hombro.

-¿Qué te parece similar una confesión? Esas cosas son extremadamente útiles. Tal vez Ikki siente lo mismo por ti.~ –Finalizó, dejando una mínima esperanza en el pecho de Tokiya.

¿Qué podía hacer ahora que tenía curiosidad? Simplemente probar. Sin embargo, tenía tanto sueño, que prefirió cambiar la fecha de su primer movimiento.

Al llegar a la habitación (la fiel testigo de sus pocos momentos juntos), se recostó en su cama, sintiendo el peso de su cuerpo hundir el colchón, y una gran satisfacción en su interior hacerse dueño de su calma.

La puerta se abrió media hora después. Estaba tan relajado que, aunque fuera Otoya, sabía y confiaba en que el muchacho lo dejaría dormir tranquilamente. Y así fue. El pelirrojo entró lentamente, mientras cerraba la puerta muy sutil, y el ruido fue casi imperceptible. Sin embargo, Tokiya no contaba con que el nacido en abril fuera a parar a su cama, y, simulando dormir, se apartó dejando un espacio a su lado.

-¿Cómo es que me haces tan feliz con estos gestos, Tokiya? –Se preguntó el pelirrojo, sintiendo su corazón brincar en su pecho. Tokiya, que estaba de espaldas al muchacho, rezaba porque su corazón no sonara tan fuerte. Se sintió totalmente inútil, sin embargo. Sintió la necesidad de voltear, de ver el rostro dormido y angelical de Otoya, y al momento de hacerlo, ambas orbes chocaron de una manera diferente. Otoya se acercó, tal vez creyendo que ese contacto era algún tipo de producto por los sueños, y juntó sus narices.

-Repentinamente... Tengo ganas de besar a Tokiya. –Rió sobre los labios ajenos, y el de ojos obscuros juraba que su mundo se remecía–, ¿No es raro? –Preguntó, mientras de acercaba lentamente y sus labios, ligeros, contactaron tan sutilmente que parecía una mentira–, aun si tus labios fueran venenosos... Creo que sería capaz de morir. –Nuevamente, se acercó más, aunque esta vez se hundió en el pecho de Tokiya, y este último rogaba porque no oyera su corazón.

No fue un beso... Pero qué real se sintió ese contacto onírico.

Soneto CXXVI (TokiOto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora