Capítulo 05

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El cielo nuboso y gris se dejaba ver amenazante sobre la ciudad, las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, chocando con todo lo que hubiera a su paso, mientras una pelinegra sólo observaba desde su ventana ese fenómeno de la naturaleza que tanto odiaba...

Y es que cuando el ambiente se tornaba húmedo y frío, su estado de ánimo recaía pero, había otro motivo por el cual Nico odiaba la lluvia, ésta le hacía regresar al pasado, a cuando ella tenía otro sueño, recordaba la época donde podía correr, saltar y bailar libremente. Sin poder evitarlo sus pensamientos se remontaban al día en que a sus 16 años, recibió la noticia de su doctor, cuando este le dijo que a pesar de que su recuperación había sido rápida y que completó su tratamiento exitosamente, las secuelas del accidente no le permitirían ser capaz de moverse como antes, ya no podría bailar, y eso para ella significaba que no se convertiría en idol. Aquel día el mundo de la pelinegra se volvió del color del cielo, su sueño se había hecho añicos. Aunque su familia y Nozomi, su única amiga en ese entonces, intentaron animarla, ella sólo sentía que se hundía más y más. Sin embargo su madre no pudo soportar la situación, verla en ese estado era desgarrador, habló seriamente con Nico, haciéndole comprender que ser idol no era la única manera de llevarle felicidad a las demás personas y a ella misma. Al darse cuenta de la preocupación que les causaba a todos a su alrededor y tras esa larga y dolorosa conversación con su madre, se obligó a salir de ese hueco en el que estaba sumida, decidió seguir el consejo de su doctor –al cual debía ver como mínimo una vez al mes para revisión– quien le recomendó pintar, le serviría al menos como un medio para expresar su enojo o frustración.

Con el tiempo, Nico fue tomándole gusto a su nuevo pasatiempo y se dio cuenta del potencial que tenía. Al terminar la preparatoria se encontraba tan contenta con la pintura, que animada por Nozomi decidió tomar la carrera de historia del arte.

Pero a pesar de todas las cosas buenas que ahora tenía, seguía odiando la lluvia y también odiaba cuando la temperatura bajaba, por exactamente la misma razón. La rodilla se le entumecía y aunque no hiciera ningún esfuerzo físico cojeaba, era molesto y doloroso, como si tuviese algo atravesado específicamente en la rodilla, y no le permitía flexionar bien la pierna. Era desesperante, y frustrante, pero aquel día era peor, no podía pintar para liberarse de la frustración. Su mano seguía mal y estaba segura que si tocaba la puerta de su vecina una vez más, o si esta se daba cuenta que no había seguido sus indicaciones tal como le había dicho, no ocurriría algo bonito...

La doctora era una mujer bastante comprometida con sus pacientes, todas las noches, cuando volvía del hospital pasaba a ver a Nico y verificaba que su herida estuviera curándose correctamente. No conversaban más de lo necesario, por lo que la mayor parte del tiempo, cuando la pelirroja estaba ahí verificando el avance de su trabajo era en silencio. Pero desde esa vez que ella había tocado para que la artista pudiera terminar su cuadro, Nico no podía evitar ponerse bastante nerviosa al tenerla cerca. Cuando decidió contarle a sus amigas, notó que Nozomi estaba bastante divertida con el asunto, lo cual no podía significar nada bueno... y agradecía el hecho de que Eli se hubiera vuelto más cercana a ella, así no tendría a la astrónoma fastidiándola.

Nico abrió su refrigerador y aunque vió algunas cosas dentro de este, no tenía lo suficiente para cocinar, mucho menos algo decente. Al parecer, tendría que salir de casa a hacer las compras ya que a esa hora sus hermanos debían estar en la escuela y sus amigas en el trabajo, por lo que no tenía otra opción. Obsevó la ventana ahora cerrada y como algunas gotas de lluvia la salpicaban, de ir tendría que ser en ese instante que sólo era una llovizna.

Suspiró pesadamente, no quería ir pero debía hacerlo, su estómago le exigía alimento. Se puso un impermeable y tomó su cartera, iría rápido al mini súper cercano sólo a comprar algo para ese día. Salió de su departamento, se aseguró de poner el pestillo a la puerta y bajó las escaleras con mucho esfuerzo. Era en días como ese que odiaba vivir en el tercer piso de un edificio que no contaba con elevador. Una vez llegó a la planta baja aprovechó para ver su buzón, no había nada nuevo. A paso lento e intentando disimular su cojera –sin éxito– avanzó a la salida del edificio topándose con Maki.

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