9. Los idiotas lo logran

971 137 181
                                    

Resumen

—No deberías preocuparte por si los de primer año tienen un saque potente o más altura — le dijo Tobio —. Ellos todavía no son titulares, tú lo eres. Y al ser titular, ¿Qué es lo mejor que sueles hacer?

—Anotar puntos — dijeron Yamaguchi y Tsukishima al unísono.

Hinata los miró a los tres con el ceño fruncido, pero aceptó la situacion.

—¡Entonces practica los remates conmigo! — le espetó a Kageyama colocando el balón contra su pecho.

Para sorpresa de todos, Tsukishima le quitó el balón de las manos. Le dio una ojeada al gimnasio completo.

—¿Cómo cuánto tiempo lograste apartar este lugar? — le preguntó a Kageyama.

Le dio una ojeada al reloj que estaba colgado en la pared. Eran las siete de la noche con un poco más.

—Como hasta las ocho — le respondió.

—Juguemos un dos contra dos, entonces.

.

.

.

Hinata se atragantó con su propia saliva, Kageyama se quedó de piedra, y la mandíbula de Tsukishima cayó hasta el suelo.

Yachi parpadeó dos veces, antes de musitar un leve '¿eh?'

Y Yamaguchi. Yamaguchi estaba que se moría ahí mismo.

Después de casi nada, ambos chicos enrojecieron hasta las orejas. Yachi se había quedado sin habla. Tadashi cerró los puños con fuerza, y pensó que si ya había cometido la desfachatez de decirle eso, ya nada podía ser peor.

—Sí — dijo al final —, me gustas, Yachi. Me gusta esa sonrisa tuya, cuando hablas, cuando te ríes — el color en su cara se hacía cada vez más intenso, pero no le importó —. Ese brillo en tus ojos cuando te emocionas... simplemente... me gusta.

Iba a decir que le encantaba, que lo adoraba. Pero no quería parecer desesperado, o peor, que le pareciera repugnante.

Yachi se tensó y comenzó a temblar, más roja de lo que ya estaba.

—P-Pero, c-cuando... — tartamudeaba tanto que Yamaguchi temía que se mordiera la lengua, pero de la nada se recompuso y se enderezó — ¡Más importante! ¡¿Cómo?!

Yamaguchi se quedó helado.

—¿Eh?

—Es que eres genial, Yamaguchi — empezó diciendo —. Cuando estoy contigo deslumbras alegría y confianza — se llevó una mano al pecho —. Yo soy un manojo de nervios.

Dejó pasar el hecho de que había quitado el sufijo de nombre, intentando mantener la compostura. Sin embargo, tenía que refutarle eso.

—¡Yo no soy confiable! ¡Y yo también soy torpe y me pongo nervioso con facilidad, Yacchan! — su cara volvió a enrojecer — ¡Ni siquiera sé cómo sigo hablando contigo y no he muerto todavía!

—¡Pues yo los soy más! ¡Dime aunque sea una cosa buena de mí! — le señaló alterada, luego cayó en la cuenta de lo que acababa de decir — ¡¿Ves?! ¡Hasta mi autoestima esta por los suelos!

Yamaguchi se lo pensó un segundo.

—Cuando llegaste al club ¿sabes qué fue lo primero que...? — ni siquiera lo había pensado bien en realidad, por eso se dio cuenta de lo que estaba por decir —. Ay no, si lo digo siento que moriré. Ehh, esos nervios tuyos, me parecen... me parecen ah, ¿Cómo decirlo? Son...

Los idiotas se enamoranWhere stories live. Discover now