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❝ 𝐒𝐞 dice que en las estrellas está escrito el futuro... De ser así, entonces mira hacia arriba e intenta encontrar el nuestro ❞
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A PRIMER GOLPE
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Séptimo curso. Es el último año para los estudiantes en Hogwarts y a pesar de que reían y charlaban sobre sus vacaciones de verano alegremente, internamente no podían evitar sentirse melancólicos de saber que será difícil dejar de convivir diariamente con tus amigos y sobre todo, dejar atrás el castillo, aquél que muchos llegan a considerar su segundo hogar.
Y claro que los gemelos Weasley (un par de chicos de diecisiete años, larguiruchos y de melenas rojizas), no eran la excepción. Sin embargo, ellos mantenían el ánimo por lo alto, pues todo su verano habían estado trabajado en sus inventos de bromas y estaban muy ansiosos de probarlos y hacerse de algunos galeones extras.
—Bueno, si los sapos pudieran convertirse en personas, lucirían exactamente cómo ella —decía Fred Weasley a su pequeño grupo de amigos camino hacia su sala común.
—¿Y cómo sabemos qué en realidad no es un sapo convertido en persona? —razonó el otro gemelo: George Weasley, provocando más risas.
Había una rara costumbre de cambiar cada curso al maestro de la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras y éste año no sería la excepción.
Dolores Jane Umbridge: subsecretaria del mismísimo Ministro de Magia y ahora recién nombrada profesora en la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts.
La mujer de baja estatura parecía tener gusto por la ropa de colores chillones que la complementaba su infantil voz. Además, su cuerpo rechoncho, rostro redondo y esos grandes ojos verdes saltones bajo esa rizada cabellera castaña era lo que causaba principalmente ser comparada con un gran sapo.
—Apuesto que el sapo de Neville luciría mejor que ella si lograramos convertirlo en humano.
—¡¿Qué dices, Neville?! ¿Nos dejarías experimentar con tu sapo? —Fred abrazó por los hombros al menor que venía tras ellos escuchando en silencio las trivialidades.
El susodicho apretó a su pequeña mascota contra su pecho y comenzó a balbucear.
—No te preocupes Neville, que nadie transformará a nadie en nada —intervino Hermione Granger, pasando por en medio de los mayores—. Porque en primer lugar es prácticamente imposible convertir un animal en un humano; tal vez ni siquiera exista magia tan poderosa cómo para llevar a cabo semejante locura.
—Tampoco es cómo que queramos que tenga personalidad, Granger —refutó Fred.
Todos llegaron a su respectivo piso y tras decirle la contraseña a una señora gorda plasmada en un gran cuadro, éste se abrió dejando libre la entrada a la famosa sala común de Gryffindor.