Ladybug: Bicolor.

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Allí estaba. Esa mirada tan fría como el hielo, que hacía que un sudor frío me recorriera la espalda provocándome un escalofrío. Tragué saliva e intenté permanecer de una pieza, no sin antes echar una rápida mirada a Adrien, bueno, a Chat Noir, sin saber cómo iba a reaccionar este ante la presencia de su padre. No podía saber qué podía estar pasando por la cabeza del rubio en ese momento, pero sí sabía que se encontraba en una situación difícil.

Clavé mi mirada en los ojos de Gabriel Agreste, frunciendo el ceño levemente, poniéndome en guardia, al igual que Chat.

-¿Se puede saber qué demonios hacéis en mi casa? -preguntó tajantemente, estrechando los ojos con perspicacia al ver donde estábamos husmeando. Entonces sus ojos adquirieron un leve brillo que, a mi parecer, demostraba que no le hacía mucha gracia que estuviéramos allí. O al menos, cerca de aquella habitación precisamente.

No le culpaba. Yo también me pondría de los nervios si alguien se colara en mi casa, para ver todos mis akumas. Era lógico.

Chat Noir se irguió, dispuesto a hacerle frente, con una expresión desafiante, alzando la barbilla. ¿Qué trataba de hacer? No estaría pensando en enfrentarse a él abiertamente... ¿Verdad? A pesar de temer que algo realmente malo pasara, como ya me decía mi instinto, aguardé a que él me diera una señal. Algo que me indicara lo que decía hacer, sabiendo así su decisión con respecto a su padre.

-¿Qué es lo que tiene ahí dentro, Señor Agreste? -se llevó una mano a la cadera, en actitud arrogante, pero de alguna forma, fría. Se le veía bastante dolido... Nunca le había visto actuar de esa manera con su padre- ¿Acaso es usted aficionado a cazar... mariposas? -preguntó con retintín, diciendo con algo más de lentitud la última palabra.

La ceja del peliblanco se alzó peligrosamente ante la osadía de mi compañero, y por la tensión de su mandíbula, pude denotar que estaba apretando los dientes, colmado de indignación. Le miró desde arriba, todo lo alto que era, con una mueca de desagrado y con porte amenazador avanzó hacia nosotros.

Entonces mi corazón comenzó a latir apresuradamente, advirtiéndome de donde me metía. Siempre había creído que el miedo era algo malo, algo que simplemente te entorpecía para conseguir lo que realmente querías. Pero realmente, por muy estúpido e irónico que parezca, es lo que te hace estar alerta del peligro, y lo que delimita tu valor y determinación. Cuando dejas de tener miedo, te superas a ti mismo. Pero también corres el riesgo de perderte.

Tal vez Chat ya se había abandonado, ya no tenía ni un ápice de aprensión en sus ojos. Pero yo no tenía intención de dejar que lo hiciera, si él perdía los estribos, si actuaba sin pensar, corría peligro. Por ello, yo me aseguraría de que todo se mantuviera bajo control. Sobre todo cuando tantos akumas se cernían sobre nosotros, sin saber realmente hasta donde podía llegar el poder de Hawkmoth.

Enseguida nos apresuramos a cerrarle el paso a la sala, bloqueándole la entrada, yo ya preparada con mi yoyó en la mano, y el chico con su bastón. Pero me preguntaba si eso sería suficiente para tratar con él.

Probablemente no.

Para nuestra sorpresa, una sonrisilla relajada apareció en el rostro del Señor Agreste, mientras se llevaba una mano hacia la corbata, ajustándola, como si no ocurriera nada. Pero cuando estreché mis ojos, para fijarme más, se había colocado una especie de broche en ella. Tenía cuatro alas, como de insecto, alrededor de una perla de color morado. En cierto sentido parecía...

-Oh, sí, cazar mariposas puede que sea bastante... entretenido. Aunque yo no comparto ese hobby, joven -su sonrisa se ensanchó de una forma que me inquietó, para luego añadir- Yo... prefiero cazar otras cosas... -murmuró dejando la frase incompleta, caminando hacia la puerta.

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⏰ Última actualización: Dec 10, 2016 ⏰

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