Chat Noir: Esos ojos azules...

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El dolor me estaba matando, sí, pero ver a la pelinegra de esa forma, me dolía más que cualquier daño físico de merde (siento la mala palabra, pero no había otra que lo describiese mejor). Sabía perfectamente lo que pasó con Telekinekta, lo recordaba todo. Hasta que me di el golpe padre y este gatito se tuvo que ir a dormir, aunque siempre en contra de mi voluntad. Si hubiera sido por mí habría ayudado a Ladybug hasta el final. Ojalá hubiera podido hacer algo más por ella. Ahora tumbado en mi cama, pensando en qué momento exacto me transformaría en Adrien ante ella, solo podía observarla en silencio, admirando y fijándome en sus rasgos, aún con el pelo cubriendo parte de su cara y con el flequillo revuelto y desordenado sobre sus ojos. Y esos ojos azules que podían sacarme del Infierno y llevarme al Cielo en un santiamén. Si yo la había salvado antes, ella... Ah... Si ella supiera cuantas veces me salvaba ella a lo largo del día con tan solo mirarme o sonreírme. Si ella supiera lo importante que es para mí. Si ella supiera que estoy dispuesto a darlo todo por ella. Si ella supiera cuanto la quiero...

-Ladybug... -murmuré deseando que con eso ella hubiera captado todo lo que pasaba por mi cabeza, y mi corazón. Pero no parecía el caso.

-Ya está... Con esto estarás bien. V-Voy a... a decirles a todos que estamos bien y que vuelvan a sus casas -dijo mientras se ponía en pie separándose de mí, dejándome extrañamente solo y vacío sin ella a mi lado. Cuando llegó al marco de la puerta de mi cuarto, exclamó-. ¡No te duermas! -dicho esto desapareció de mi vista.

Ni siquiera me había dado tiempo a pedirle que no se fuera, que los invitados podían encontrar la salida por su cuenta. Yo la necesitaba a mi lado, la necesitaba conmigo.

Ella, al menos, parecía encontrarse bien, aparte de unos arañazos y unos moratones, no tenía nada más. Era un alivio. Solté un suspiro y una tos escapó de mi garganta, dejándome el amargo sabor metálico de la sangre en la boca. Qué asco. Era una pena que mi amada me hubiera tenido que ver de esa guisa, pero bueno, al menos había quedado impresionada con mis abdominales. ¿Qué? Es verdad. Si pudierais verlos no rodaríais los ojos. Tras esperarla un poco, my Lady seguía sin aparecer, y mi anillo volvió a pitar indicando que solo me quedaban unos segundos para volver a la normalidad. Decidí salir a buscarla, aunque no llegué muy lejos, la verdad sea dicha.

Me levanté como pude de la cama, sintiendo como si me estuvieran atizando la cabeza con un mazo. No sé cómo no me tropecé antes de llegar a la puerta de mi cuarto. Pero fue entonces cuando vi llegar a la chica frente a mí con expresión preocupada.

-Eh, eh, eh, ¿a dónde vas? Vuelve a la cama. Todos ya se han marchado -dijo cogiéndome con suavidad los brazos intentando conducirme de vuelta a la cama.

Tragué saliva.

-¿Vas a marcharte, verdad? Antes de que nos transformemos... -murmuré colocando uno de sus mechones de pelo tras su oreja para ver uno de sus pendientes, el cual indicaba que tan solo les quedaban dos puntos, es decir, dos minutos. íbamos contrarreloj. Como siempre.

-Yo... Chat, ya tienes tus heridas tratadas, y estás consciente. Ambos vamos a volver a la normalidad, y... oh, debería llevarte a casa.

Yo negué con la cabeza, y la tomé por la cintura apoyando mi frente en la de ella, mirándole desde arriba.

-No... Por favor... no te vayas...

-No podemos quedarnos aquí, de todas formas -respondió poniendo sus manos en mi pecho con cuidado de no hacerme daño por las heridas.

-Sí podemos... Es mi habitación. Es mi casa... -confesé a media voz.

Una mueca de confusión apareció en su cara, haciendo que frunciera el ceño sin entender lo que estaba diciendo. Acto seguido, negó y como si fuera un niño que se había inventado que había visto un unicornio, me contradijo.

-No, no lo es. Que hayas descansado aquí no significa que sea tu casa. Estamos en casa de Gabriel Agreste, gatito... -me dijo con dulzura, mirándome a los ojos.

-Lo sé...

-Entonc-

No terminó su frase pues ahora mi anillo pitaba como un poseso avisándome de que en unos segundos volvería a ser yo, Adrien Agreste. El pánico se apoderó de la pelinegra al darse cuenta del poco tiempo que me quedaba.

-Me marcho. Yo... Hum... No hagas ninguna estupidez, ¿de acuerdo? En un par de horas te llamaré para ver cómo estás -dijo con prisa separándose de mi agarre, con la intención de caminar hasta la puerta.

Pero logré detenerla con un pequeño estirón, haciendo que volviera a cómo estaba antes, pegada a mí, yo con mis manos en su cintura, y ella con las suyas en mi pecho, pero esta vez con desconcierto en su mirada.

-No te vayas... por favor... -le supliqué de nuevo acercando mi rostro al suyo.

-Chat... -susurró ella, aún intentando desembrazarse de mí débilmente.

Sin dudar, sin esperar más, mis labios buscaron los suyos uniéndose en un suave beso, haciendo soltar un pequeño gemido al bichito. Pero al instante, su cuerpo se relajó y sus manos buscaban mis mejillas, para acariciarlas con delicadeza. Yo no podía hacer otra cosa que dejarme llevar por sus labios, por su calidez, por la ternura de sus caricias... Sin darme cuenta, apreté un poco más mi agarre en su cintura, envolviéndola en un abrazo contra mí, respirando de aquel beso. Ella arqueó ligeramente la espalda para llegar mejor a mis labios, y poder devolvérmelo levemente. Sus manos contra mi piel me hacían cosquillas que nunca había sabido que deseaba sentir.

Mi anillo continuaba pitando pero ninguno de nosotros le prestaba atención. Así, con los ojos cerrados, solo nos dimos cuenta de lo que pasó cuando el tiempo expiró.

Me había convertido en Adrien.

Miraculous Ladybug - Lady LuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora