una calurosa mañana del mes de junio, en la bellísima ciudad de Sao Paulo (Brasil), corría por el parque como era su costumbre, Anael; una chica simpática, divertida y sobre todo muy curiosa. Anael era una fanática del aire libre, le encantaba disfrutar de la naturaleza. Por un momento, Anael cerró los ojos y disfrutó de la fresca brisa que golpeaba en su rostro, cuando abrió los ojos, se encontró de frente con un ciclista distraído que venía a toda velocidad, Anael no pudo esquivarlo, ambos chocaron y cayeron al pavimento.
—discúlpame, venia distraído y... ¿estás bien?— dijo el ciclista preocupado.
—no te preocupes, ha sido un accidente, ambos veníamos distraídos, y sí, Estoy bien— sonrió Anael.
Después de ponerse en pie, el ciclista le tendió la mano y de un empujón la levantó, Anael se quedó parada a mitad del parque y el ciclista que no había sufrido ni un solo rasguño se marchó pedaleando. Pero Anael no corrió con la misma suerte; se había lastimado el tobillo, aun así, intentó seguir su recorrido, pero le dolía fuertemente el tobillo, por fortuna su casa estaba muy cerca de allí, se reanimó y cojeó muy despacio en dirección a la casa.
Lucas, que en ese momento trotaba por el parque, se detuvo al ver la situación, y reconociendo a aquella muchacha morena de cabello rizado que observaba todos los fines de semana correr en el parque, sin dudarlo se acercó a ella al ver que caminaba con dificultad.
— ¿Estás bien?— preguntó Lucas. Anael se extrañó, esa voz no le sonaba de nada, aun así, volteó; observando al desconocido asintió y siguió su camino.
—tienes el tobillo lastimado, no deberías caminar así.
—no te preocupes estoy bien, mi casa está cerca no tardare en llegar— continuó su camino.
Pero Lucas insistió:
—Déjame ayudarte. Ven, siéntate un momento en la silla que está ahí— dijo apuntando una silla de hierro que estaba junto a un árbol.
Anael dudó si seguir el consejo del desconocido, pero siendo consciente de su situación cedió rápidamente y sentarse en aquella silla de hierro. Lucas observó y palpó el tobillo de Anael mientras esta lo miraba con intriga.
—parece que tienes un leve esguince de tobillo.
— ¿Un qué?— preguntó Anael confundida. Lucas sonrió y le aclaró:
—un ligamento estirado, aunque no puedo asegurar nada hasta que te realices una radiografía— Anael asintió —. Si me permites, te acompañare a tu casa, debes descansar el tobillo e intentar no hacer esfuerzos.
Anael confundida por el interés de ese joven en ayudarla, dudó si permitirlo, pero viéndose en esa situación accedió. Lucas intentó cargar a Anael para evitarle el dolor, pero esta se negó. Decidió apoyarse en él y caminar. Tras cruzar unas cuantas calles, llegaron al domicilio de Anael, ella sacó las llaves y abrió la puerta. Inmediatamente salió su perra vainilla, un labrador retriever blanco, le saludó trepándose en ella y dando muchos lametazos.
—Para... para..., Vainilla— dijo Anael entre risas. Y Girándose para despedirse de Lucas dijo:
—gracias por ayudarme y acompañarme hasta aquí.
—no fue nada, al ver como estabas no podía dejarte allí sabiendo que necesitabas ayuda, pero aún no me quedo tranquilo, tienes el tobillo hinchado y si no lo tratas pronto, puede empeorar la hinchazón, si me permites puedo ayudarte con eso.
— ¿Cómo es que sabes tanto de tobillos?— rió Anael, haciendo sonreír a Lucas.
— ¿Entonces, me dejas ayudarte?— insistió Lucas.
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dime que me quieres
RomanceNo todo se ha perdido, mientras la confianza viva en todo su esplendor, eternamente será el corazón quien conducirá el camino de dos personas que se aman. Pero ¿Qué sucede cuando te enteras que ya no hay más confianza? Dime que me quieres, cuenta un...