CAPÍTULO 7 ⭐️

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-Solamente tienes que atender el teléfono y separarme éstas carpetas en: "Entregados y Pendientes". ¿Entendido? -me explicaba mientras me pasaba las carpetas- Las que tienen el sello rojo, son los "Entregados" y las que no lo tienen, son los "Pendientes" -me observó-. ¿Me estás escuchando?

-Sí -respondí, rápidamente-. ¿Nada más? 

-Sí, sólo pásame las llamadas de éstas dos personas -me pasó un papel-. Anota -me dio un bolígrafo-: George Williams y Edward Smith. Para los demás que llamen, estoy en una reunión importante. ¿De acuerdo? -caminó hasta la puerta- ¿Crees que podrás?

-Sí, Daniel -dije, obvia-. Anda, vete y déjame en paz. 

Cerró la puerta de la oficina. Comencé separando las carpetas en "Entregados y Pendientes", no hubo ninguna llamada hasta las 10:00 AM, después el teléfono no paraba de sonar. Era una llamada tras otra y luego otra. No creí que ser la secretaria de Daniel sería tan agotador. 

-Oficina de Daniel Farrel. ¿En qué puedo atenderle?

-Qué sensual suena cuando tú lo dices -dijo su voz tras el teléfono. 

-No molestes. Hay como seis personas esperando a que las atienda. 

-¿Más importante que tu futuro esposo? -contestó con seriedad

-Daniel, tú mismo sabes que no nos casamos por amor, así que no me vengas con idioteces. 

-Cecilia, te advierto que soy muy celoso -su voz sonaba más seria que antes. Eso me preocupaba.

-Lo que tú digas -le dije, fríamente. 

-Nos vamos; para eso te he llamado. No atiendas a la gente que está en "llamada de espera". Sólo ven hasta mi oficina -terminó la llamada.

Cogí mi bolso y salí de la oficina. Varios hombres que trabajaban ahí me dedicaron miradas. Eso me puso nerviosa, pero no podía acelerar el paso porque quedaría como una nena huyendo. Sólo intenté ignorarlos, es que no estoy acostumbrada a esto; mi cuerpo nunca llamó la atención de ningún hombre. Entré a la oficina de Daniel. 

-¿Estás bien? -preguntó al oír un suspiro de mi parte. 

-Sí -respondí, intentado fingir que esos tipos no me habían pasado la mirada por todo el cuerpo. Como él había dicho antes: era celoso. 

-No lo parece -miró la pantalla de su computadora. Me senté en un sillón. 

-¿Te falta mucho? -pregunté, con impaciencia. Me quiero ir ya. 

-Sí -respondió, secamente. 

-Entonces, ¿para qué me llamas? -dije, de mal modo.

-Te estoy molestando. No se te puede hacer una broma -dijo, levantándose de la silla para que nos fuéramos. Preferí no responder, tenía pensado unos cuantos insultos no aptos. 

Ambos salimos de la oficina, cogidos de la mano. Los hombres que anteriormente me miraban, ahora sólo agachaban la mirada. Era más que obvio que si su jefe se enteraba de que ellos me habían estado observando, habría más de un despido. 

Subimos a su coche y arrancó. Conducía a una velocidad considerable, ni rápido, ni despacio, normal. 

-Este camino no lleva a casa -dije, mirando por la ventanilla.

-Lo sé -respondió, fríamente.

-¿Entonces? -insistí- ¿A dónde vamos? 

-A almorzar.

La bella y la bestia [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora