Capítulo 3.

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Ese día tomé el resto de mis clases sin ninguna novedad, los proyectos poco a poco se acumulaban gracias a que estábamos por entrar en la segunda mitad del semestre y las graduaciones se avecinaban tan rápido como un tren bala. Yo había perdido un par de meses de clase, pero de cualquier forma me habían dejado seguir y llevaba en línea las materias que se suponía debía haber cursado durante mi ausencia. La escuela había sido muy considerada e incluso me habían regalado dos materias, cosa que era estupenda, porque ¿a quien no le gusta un descuento de veinticinco mil dólares?

Llegué al departamento un poco antes de lo que siempre hacía, debido a la ausencia de uno de mis profesores ese mismo día. Usé mis llaves y me detuve un momento mirando el llavero de delfín colgando de mis llaves, respiré profundamente al mirarlo y solamente terminé por ignorarlo y girar de la perilla cuando el seguro estaba bloqueado. Entré en casa dejando mi mochila sobre el sofá y caminé hasta la pequeña cocineta para abrir el refrigerador, saqué el empaque con el queso gouda y le quité una rebanada que me llevé a la boca mientras cerraba la puerta de la nevera. Me recargué en la barra que dividía la cocina de la sala y respiré profundo.

Un ruido me hizo voltear la cabeza hacia una de las tres puertas más allá, había sido algo como un golpe, o como cuando se cae algo pesado, como una laptop o algo incluso más pesado. Miré las tres puertas con cautela, las tres estaban cerradas, aunque a decir verdad... la puerta de Becky estaba entreabierta y parecía que algo se movía ahí adentro.

A decir verdad estaba asustada, en el bosque había visto demasiadas creaturas extrañas como para temer encontrarme con alguna de ellas en cualquier lugar. Respiré profundamente y caminé hacia la habitación, de dentro todavía se escuchaba un débil sonido.

Si Bloem estaba buscándome, era porque Verano se lo había pedido, cosa que significaba que estaba buscándome, y eso podía significar también que sus creaturas amigas podían estar en mi mundo revisando mi apartamento y amenazando la cordura y seguridad de mis amigas. No sabía si la creatura detrás de la puerta estaba hurgando, o si alguna de mis amigas estaba ahí en el suelo moribunda.

Reuniendo todas mis fuerzas me encaminé a la puerta, la empuje suavemente y me asomé.

—Becky ¿estás a...? —sentí el nudo en mi garganta y como una corriente fría corría por mi cuerpo, mientras que una ola de calor inundaba mis mejillas.

Grande fue mi sorpresa cuando vi a mi amiga aprisionada en la pared, pero no había ningún monstruo aprisionándola, sino un chico medio desnudo, para ser más específicos, Marlon.

— ¡Oh Dios mío Jennifer! —exclamó ella usando el mueble y a Marlon para cubrirse.

— ¡Lo siento! —Casi grité— Oh Dios, lo siento mucho...

Mis manos temblorosas tomaron la perilla y cerraron la puerta, me recargué en ella una vez que estuve fuera y respiré profundamente preguntándome como había sido tan tonta para imaginar que aquellos ruidos eran alguien muriéndose o una creatura de quien sabe dónde.

¿En qué me había convertido? ¿Desde cuándo Becky salía con Marlon? ¿Por qué diablos no me había dicho nada?

Sentí como la puerta se jalaba un poco, solté la perilla y de un salto estaba en el sofá tomando mi mochila.

—Jennifer —dijo la voz masculina del chico.

Yo giré la cabeza y negué; él ya se había cambiado, eso era bueno.

—Está bien —dije haciendo un gesto con mis manos, como si lo empujara de nuevo al cuarto con Becky— solo... no quiero ser tía todavía, por favor.

El tigre de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora