Fiesta de Bienvenida

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Ya habían pasado unos meses desde que salí de mi operación, me sentía renovado.
Mi padre junto con algunos amigos querían realizar una fiesta antes de ingresar a mi vida cotidiana. No me sentía muy seguro de ello.
Rose Lalonde, mi mejor amiga y la que me ha ayudado a sobrellevar mi enfermedad estaba entusiasmada de volverme a ver en la escuela. Aunque yo estudiara literatura y ella psicología, nuestras facultades quedaban muy cerca y podíamos vernos cada que tuvieramos un descanso.
En estos momentos estoy en el parque con ella, Rose me habla de su amor no correspondido; una chica de la facultad de Bellas Artes de nombre que siempre se me olvida pero al verla, sin dudar, sabías quien era por su exquisito gusto por la moda.
—Solo dile lo que sientes y ya...
—No es tan fácil, Egbert. Imagina que me rechaza, no podría vivir con la vergüenza.
—No es tan malo, al menos sabe lo que sientes por ella.
—John, por favor... No me des esos consuelos de mejor amigo. Tu jamás te has acercado a alguien que no sabe de tu existencia y te haya correspondido
—Ehhh...
—... ¿¡Cuándo?!
—Oye, tranquila. No fue en ese plan, solo platicamos

Rose me miró con mucha atención mientras yo me ponía rojo como un tomate.
—¿Dónde, cómo, cuándo y por qué?
—¡Dios, te pareces a Jane!
—Solo dilo, te escucho...
—Ok, estaba con mi padre comprando cosas en un supermercado y....
—¿Ligando con tu padre?
—¡Oye, no. Me interrumpes!
—Ok, tu sigue
—Bien. Estaba en el supermercado y fui a la sección de electrónica y ahí estaba, viendo la pantalla plana con esa caricatura de pulpos con voces espeluznantes.
¡Entonces me acerqué a como si mis piernas tuvieran mente propia!
—Que coqueto, Egbert.... ¿Cómo es?
—Pues tiene linda sonrisa aunque parece que no sonríe mucho, traía gafas oscuras aún estando dentro de la tienda, su cabello es algo rubio platinado, no se si se lo pinte, su piel es blanca y su estatura es alta a mi parecer.
—John, si que tienes un buen gusto
—¡Cállate!— sentía como se me venían los colores a la cara.
Al final de todo ella solo se sintió reconfortante, como si sus preocupaciones se desvanecieran al saber que volvía a la sociedad y a mi propia vida.
Tuvimos que volver a clases y fue difícil separarme de mi mejor amiga, pero al menos podíamos volver a casa juntos ya que ella vivía en unas cuantas cuadras de diferencia de mi casa. Al volver al salón me senté al final de la última fila junto a la ventana y ahí me perdí en el inmenso cielo que se presentaba ante mi. El día se pasó volando de esta forma y cuando terminaron las horas de estudio, tomé mis cosas y caminé hacía la salida donde me estaba esperando Rose para irnos a casa o a pasar a comprar un helado, yo que sé... Solo me importaba pasar tiempo con las personas que quería.
En camino a la casa le comentaba lo tedioso y horrendo que era hacer un pastel junto a mi padre perfeccionista pastelero, ella reía y yo solo me ponía mas eufórico haciendo mímica y movimientos extraños en media calle hasta que algo me golpeo la cabeza.
—¡AUCH!
—¡Ten más cuidado, John. No eres un auto!
Me doy vuelta y veo que la causante de mi dolor es mi prima Jane
—Lo siento. ¿Oye, puedes hacer el pastel con mi padre? Ya sabes que odio hacer pasteles
—No lo haré. Ya te he ayudado mil veces con eso
—Por favor....— le hago la típica cara de perrito mojado, esa nunca falla.
—¡OK! Pero será la última
—¡YEAH!— celebré y me despedí de Jane y de Rose antes de salir trotando para escapar de las garras femeninas y de los horneados. No pude correr mucho, mi condición estaba pésima, ya tenía años que no corría porque mi corazón no resistía el desgaste cardíaco.
Decidí sentarme en una fuente y relajarme en el parque viendo como las personas paseaban a sus perros, gatos y peces en peceras con ruedas.
Se sentía muy tranquilo y después sin poder evitarlo mi corazón empezó a acelerarse como loco, sentía una taquicardia incómoda que me hacía un nudo en la garganta.
Voltee por todos lados hasta que mi mirada se centró en el chico del supermercado.
Mi cara se puso roja y al voltear a verme mi cuerpo se sintió demasiado caliente, empecé a sudar y a sentir mis manos frías y temblorosas. Se fue acercando a mí y yo no pude moverme, estaba pegado a la fuente.
—¿Hey, me estas siguiendo?
—¡NO, CLARO QUE NO!
—¿Entonces que haces aquí, John?— Dios bendito, recuerda mi nombre
—Vi...Vivo por aquí, en Mapple Valley
—Coincidencia, yo vivo por aquí también— la fortuna estaba de mi lado, no lo se pero aquel chico se sentó a un lado de mi y comenzamos a platicar, a veces me reía y a veces salía enojado por sus críticas hacía Nic Cage pero todo fue muy espléndido, jamás había tenido una conversación tan agradable como ahora. No quería que terminara pero, lamentablemente eso pasó. Él tenía que retirarse y yo también, nos despedimos no sin antes prometer volvernos a reunir y yo muy emocionado acepté.
Ambos nos fuimos por nuestros respectivos lugares y cuando llego a casa se me había olvidado la fiesta. Todos esperaban preocupados por mi pero al final sintieron gran alivio verme sin ningún daño.
Toda la tarde y noche celebramos mi nueva vida pero lo que más me ha gustado es volverlo a ver y solo esperando el momento de volver a escucharlo, mirarlo, sentirlo, oler su ahora fuerte a perfume caro e intentar ver su sonrisa completa.
Fue el mejor tercer día de mi vida

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⏰ Última actualización: Jun 12, 2017 ⏰

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Dulce DolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora