1. Novedades en el frente

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Aún era medio día y yo seguía en la cama.

El día anterior llegué a casa pasada la media noche del aeropuerto. El vuelo había sido muy malo ya que se retrasó tres horas en arribar a la ciudad lo que fue todo un martirio para mí. Son un asco los vuelos comerciales, pero mi reserva de dinero estaba agotado para este viaje, así que no pude comprar un ticket para el vuelo especial que siempre solía tomar para ir a visitar a mis padres y volver del mismo modo. Es decir, viajé como el resto de los mortales, en un vuelo económico.

Jamás cometería un error semejante, aprendí la lección.

Me di media vuelta entre las sábanas azules sin importarme que en el proceso dejara el culo al aire. Era comienzo de primavera y había empezado a hacer un poco de calor, no lo suficiente como para acalorarse, pero sí como para dormir desnudo, algo que me gustaba mucho hacer.

Miré el reloj que estaba en uno de los veladores y vi como el minutero se movía sin importar si era tarde o temprano. Era ya la hora del almuerzo, algo que no me inquieto porque no pensaba levantarme, no tenía hambre. Más allá del aparato estaba la lámpara y mi celular, el cual, como si se hubiera dado cuenta que lo estaba mirando, comenzó a sonar.

«Maldición»

Lo dejé que sonara hasta que pasó a la casilla de voz y sonreí.

«3, 2, 1...»

Nuevamente comenzó a sonar.

Con un suspiro de resignación, me estiré lo más que pude, tomé el aparato y contesté.

—Diga...

—Hola —saludó cortante con voz fría Timmy—, espero que hayas pasado unas buenas vacaciones y lamento interrumpir tu día —estaba siendo sarcástico, algo que no era bueno—, pero tu presencia en la oficina es necesaria.

Timmy, mi más fiel amigo, confidente y el mejor empleado modelo que Dios pudo haberme dado, me estaba regañando como si fuera mi padre. Sonreí, me estiré en la cama con el móvil en la oreja y reí bajo al imaginármelo en su escritorio frente al monitor desesperado para que revise los cientos de proyectos que sabía esperaban por mí; de acuerdo, no cientos, pero si varios acumulados.

—Podrías responderme al menos —me gruñó indignado al no decirle nada. Reí un poco fuerte— ¿Recuerdas que me debes dos vacaciones seguidas? —Añadió con un tono de voz que llamó un poco mi atención—. Si no vienes me las tomo juntas a partir de hoy, y cuando digo hoy digo en este instante; a ver si alguien en mi ausencia te da un reporte decente de todo lo que ha pasado en "tu puta" ausencia en la oficina.

Está bien, ahora tenía mi total atención porque no podía dejar que él se fuera y vaya que lo haría, Timmy jamás amenazaba el prometía y cumplía lo que decía, eso no me convenía en absoluto en este momento.

—Tim, te dije que iría un día después de mi llegada ¿por qué me jodes justo ahora para que me ponga un traje y vaya a "mi puta" oficina? —me quejé como un crio arriesgándome a que cumpla con irse de vacaciones; es que solo quería revolcarme en mi cama, rascarme las bolas y holgazanear hasta mañana y al parecer eso no sucedería.

—En serio Carson, eres un maldito dejado, se responsable —su tono de voz era serio y eso me preocupó ¿cómo podía decir que era un dejado? Yo no lo era, menos un irresponsable, solo vivía mi vida y ya. Me lo merecía después de...

Suspiré y me rendí, hiciera lo que hiciera, nada podría hacer para borrar todo lo que había pasado.

Nada.

—Mira si no hay nada extremadamente urgente, bien lo podemos...

—Llamó Anais —soltó sin anestesia.

Con solo escuchar ese nombre, me senté en la cama e intenté pensar racionalmente ¿Para qué llamaba mi ex? Hacía tanto que no sabía de ella que pensé que se había mudado de ciudad permanentemente. Solo supe que regresó hacía tres años, justo un poco más de un año después de que lo nuestro terminara y luego volvió a irse a Londres sin contactarme. Supuse que estaba viviendo todo este tiempo en Europa y que yo ya no era una prioridad en su vida.

«Realmente dejé de ser su prioridad desde que ella tomó su decisión.» pensé amargamente.

— ¿Qué quería? —fue lo único que pude preguntar.

Por una extraña razón tenía un nudo en la garganta y Timmy que me conocía tan bien, lo entendió.

—Estoy en tu apartamento en media hora, le dejaré los pendientes a Gabo —y sin decir nada más me colgó.

Tuyo por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora