5. La noticia inesperada

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Casi veinticinco minutos después que tomara un taxi a unas calles del edificio de Anais, llegué al restaurante donde habíamos concertado nuestra cita y entré a buscarlo. Samuel ya había llegado y estaba solo, gracias a Dios, sentado en la parte más alejada del lugar con una taza y un cigarrillo apagado en una de sus manos. Me senté frente a él y solo lo miré, Samuel me hizo un gesto a manera de saludo el que respondí de la misma forma.

Al tenerlo frente a mí, me estremecí, Samuel se parecía mucho a Daniel. Eso casi me quita el aliento, ellos parecían gemelos, pero solo se llevaban un año y medio de diferencia al nacer, Samuel era el mayor.

Sin embargo, en donde Daniel era delgado y bastante estilizado, Samuel era más bien de contextura recia y facciones bastante masculinas. Danny en un principio había tenido casi las mismas características físicas, a pesar de su apariencia más delgada; sin embargo, hacia el final de nuestra relación había suavizado bastante su fisonomía.

—Para qué querías verme, Samuel —dije rompiendo el incómodo silencio—. Tu hermano y yo terminamos hace tres meses y creo que estaba claro que ya no me quería en su vida.

— ¿No sabes nada, verdad? —me preguntó y algo no me gustó en el tono desolado que uso.

— ¿Saber qué? —pregunté un poco a la defensiva, odiaba no estar enterado de lo que fuera que él suponía debía saber.

Él bebió de su taza un sorbo, después bajó las manos y cuando las alzó dejó un sobre en la mesa. Me quedé mirando intrigado el sobre, no sabía de qué se trataba, pero no me estaba gustando la tristeza que vi en su rostro al mirarlo. No hice nada por alcanzar el paquete por más que me moría de la curiosidad por saber qué era lo que tenía en su interior.

—Danny —hizo una pausa que me puso intranquilo—, Danny murió hace un mes.

¿Alguna vez han sentido esa terrible sensación de vértigo y han sentido que todo se vuelve patas arriba para luego volver a girar?

Bien, porque yo sentí lo mismo, pero elevado a la más alta potencia y multiplicado por millones.

— ¿De qué mierda me estás hablando? Samuel, que estás diciendo...

Samuel dejó caer un par de lágrimas antes de limpiárselas bruscamente y aclarar su voz, yo estaba tan impactado que no sabía si gritar, llorar o reírme del mal chiste que me había contado.

—Daniel... Danny, mi hermano, tuvo un accidente de auto —dijo y la voz se le quebró en las dos últimas palabras, aspiró fuerte visiblemente y continuó—. Él iba conduciendo por la autopista central rumbo a la casa de su amigo Clarence y algo pasó. La investigación de rutina de la policía dijo que había perdido el control del auto, ese día había estado lloviendo mucho —sus palabras salieron algo atropelladas y tuve que esforzarme por entenderlo—. Fue declarado muerto a la hora que llegó al hospital, no pude llegar a verlo con vida.

—Un accidente... como puede ser eso posible, a él no le gustaba manejar, menos con lluvia —dije con voz engarrotada por las ganas de gritar y llorar por la frustración que sentía. No podía creer lo que me decía, necesitaba una prueba, saber que me decía la verdad.

—Mira, Danny era un chico... él era... —vi como estaba luchando contra algo, había algo que no me estaba diciendo y necesitaba saberlo todo—. Cuando éramos adolescentes —continuó luego de una pausa desesperante, su voz estaba más controlada—, Daniel comenzó a tener ciertas actitudes que nos daba a entender que tenía problemas serios, problemas psicológicos, nunca estaba satisfecho con nada ni con nadie. Un día, él se obsesionó con un maestro de la secundaria y cuando fue rechazado, no lo llevó bien.

No sabía nada de esa historia y no podía entender cómo es que Daniel no me hubiera contado aquello en todo el tiempo que vivimos juntos. Me sentí doble traicionado y dejado de lado. Cuando le iba a preguntar cómo es que no me lo habían contado llegó la camarera a ofrecerme algo, yo aturdido le dije que solo quería café. Ella se fue y Samuel siguió con su relato.

—Danny siempre fue un chico que nunca estaba conforme con nada, desde que tengo memoria él siempre hacía berrinches para obtener algo que quisiera, aun siendo grande lo hacía. Mi madre le tenía paciencia, pero mi padre no y las peleas eran muy frecuentes en casa. Cuando el profesor interpuso una orden de restricción, mis padres supieron que algo no estaba bien en Danny y que necesitaba atención especializada urgente. Lo llevaron a un doctor que le diagnostico depresión crónica y que necesitaba tratamiento especial, también dijo que tenía tendencia a la paranoia y a eventos psicóticos.

Justo en ese momento llegó la camarera con mi café y gracias a Dios que solo lo dejó y se fue. Estaba impactado con lo que él me contaba.

— ¿Por qué nunca lo supe? Jamás le vi actitudes extrañas, lo hubiera llevado a que lo atendieran a que recibiera la ayuda necesaria. Hubiera hecho todo lo posible por ayudarlo. Por qué no me lo dijiste.

No era una pregunta, era un reproche.

—No era asunto mío decírtelo, además, él llevó un tratamiento muy fuerte, después que nos mudamos aquí comenzó a mostrar signos de mejora, estaba más atento y ya no tenía episodios extraños —al ver que no le entendía me explicó—. Solía tener ataques psicóticos, en los cuales no paraba de gritar o llorar, fueron días muy duros, pero comenzó a superarlos, al punto que la medicación de cuatro pastillas al día, la bajó a solo una por día, luego nos contó que su médico le dio de alta. Incluso nos mostró una hoja de alta de su Psiquiatra.

Solo me apoyé en el asiento y cerré los ojos.

«Dios, ¿cómo no me había dado cuenta?» me lamenté.

Recordé que él siempre había tenido esos arranques en las noches o en determinados momentos, pero siempre lograba que se calmara. Danny solo me decía que eran pesadillas, yo estúpidamente nunca quise saber más. Daniel era un chico muy activo y bastante intenso, pero nada como para pensar que tuviera esa clase de problemas. Abrí los ojos y me quedé mirándolo, había algo que no cuadraba.

— ¿Por qué ahora me cuentas todo esto? Bien podías haberlo callado ¿Estás buscando que me sienta mal por no haberme dado cuenta a tiempo? ¿Intentas decirme que no debía haberlo dejado?

No me haría sentir mal por un problema que Daniel traía desde chiquillo, mi culpa fue no darme cuenta, eso lo acepto, pero el de ellos era no haber sido sinceros conmigo desde el principio y así yo hubiera hecho algo por él.

—Creo que era inevitable que ustedes terminaran —su voz era sincera. Bebió otro sorbo de su taza y luego miró por la ventana quedándose un momento en silencio.

Después de un par de minutos, en lo que me pareció que meditaba, me miró y empujó el paquete que había puesto en la mesa hacia mí, era claro que quería que viera su contenido. Sin decir nada, tomé ese sobre y lo abrí. Al hacerlo, mi mundo terminó por explotar en el caos.

El puto karma venía a morderme el culo dos veces.


Tuyo por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora