HERIDAS

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HERIDAS

—Alec, cariño, ¿en serio tienes que ir a esa misión?

Magnus estaba recargado en el marco de la puerta de su apartamento mirando como Alec se vestía con su traje de combate.

—Debo ir, Magnus, ya lo hemos hablado.

—Sí, pero... —Magnus se acercó lentamente al nefilim—. Podrías quedarte y... —le susurró al oído— podríamos hacer cosas más divertidas que cazar demonios aquí.

Alec se sonrojó violentamente.

—Magnus...

—Bueno, bueno, ya. Está bien, tienes que ir. Pero, ¿vuelves pronto?

—Sí.

— ¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—Bien —Alec se dirigió a la puerta pero Magnus lo detuvo—. Adiós, mi pequeño nefilim —le dio un beso suave en los labios.

—Adiós Magnus —sonrió y se fue.

Siempre que pasaba eso, que Alec saliera a una misión, dejaba súper preocupado a Magnus.

Le entraban las preguntas: ¿Y si Alec no volvía? ¿Y si un demonio lo atacó mientras protegía a sus hermanos? Y otras más.

Pero tenía que aprender a confiar más en las habilidades del nefilim. Ese era su trabajo, para lo que nació. Su vida.

Aunque le doliera.

Siempre se regañaba mentalmente cuando pensaba que debería haber ido con Alec. O cuando quería convencerlo de quedarse. Pero le preocupaba mucho Alec. No quería que le pasara nada.

Pasaban las horas y Alec no llegaba, lo que aumentó el nerviosismo de Magnus.

Cuando estaba a punto de salir a buscarlo la puerta se abrió y entró Alec cojeando un poco.

Magnus corrió hacia él.

— ¡Alec!, ¿estás bien? ¿Por qué cojeas? ¿Tienes algo? Déjame ver.

Alec lo miró desconcertado un momento.

—Magnus, tranquilo, estoy bien. Cojeo porque un demonio me asestó en la pierna, pero Jace ya me puso un Iratze —le dedicó una sonrisa a su novio para calmarlo pero eso hizo que Magnus se preocupara más ya que su sonrisa rápido se transformó en una mueca.

—Bebé, déjame revisarte.

—No tengo nada, Magnus. Estoy bien.

Magnus siempre odiaba cuando Alec se ponía terco y no le dejaba curarle. Apretó la mandíbula.

—Alec, tu pantalón está manchado de sangre.

—Es sangre seca —se excusó rápidamente.

— ¿Y la de tu playera? —Magnus vio que la playera del nefilim tenía una mancha roja que se extendía un poco.

— ¿Qué? —Alec se miró la playera y vio que era cierto y él ni se había dado cuenta.

— ¿No te habías dado cuenta? —Magnus se empezaba a acercarse allí.

—No, yo…

—Ven, vamos a curarte —Magnus le tomó la mano que estaba manchada de sangre igual pero no le importó. Empezaron a caminar pero a Alec se le nubló la vista se paró y le costaba respirar; empezó a inspirar con dificultad—. Alec, bebé, ¿qué tienes? —Alec lo agarró del brazo.

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