El Circulo de Eonix

Capítulo 1: Una noche helada

Era un noche fría de enero. Me encontraba tapada con cobijas hasta las narices. Podía ver a través de la ventana como los copos de nieve caían sin cesar. Hacia mucho tiempo, exactamente 7 años, que no nevaba de esa manera, nunca había visto algo similar. Amaba el invierno, mucho más que el verano, aunque esta vez mi cuerpo se estaba congelando, pero el calor que transmitía mi pequeño gato era reconfortante.

Félix siempre sabía cuando me encontraba mal, triste, o en este caso cuando mi temperatura corporal iba disminuyendo.

Me encontraba abrazada a el. Pobrecito, de seguro lo estoy asfixiando, pensé.

Felix era un pequeño gato siames de pelaje blanco con algunos tonos marron claro. Sus ojos era absolutamente azules y hermosos, realmente lo envidiaba por eso. No recordaba desde hacia cuantos años lo tenia, pero creia que era un animal bastante adulto. El siempre se encontraba junto a mi. Nunca se depegaba y mas si sabia que yo me encontraba en un mal estado de animo, o si estaba enferma. Por eso era uno de los seres vivos a los cuales mas amaba en esta casa.

La gente siempre dice que los animales, son, por así decirlo, seres vivo inferiores a los humanos, no tienen la capacidad de amar, ni tener sentimientos, y tampoco un pensamiento propio. Pero en realidad estos, son muchos más inteligentes que nosotros y cuando aman algo hacen lo que sea para protegerlo.

Recordé aquel día que en un periódico había leído algo sobre la reflexión de un pequeño sobre su mascota. La familia se preguntaba porque los perros morían tan jóvenes, a lo que el niño respondió : "la gente viene al mundo para poder aprender como vivir una buena vida, como amar a los demás todo el tiempo y ser buenas personas. Bueno, como los perros ya saben como hacer todo eso, pues no tienen que quedarse tanto tiempo como nosotros".

Por eso siempre había creído que los animales eran mucho mejor que los humanos. Si matan es para alimentarse. El hombre mata para alimentarse, para hacer ropa y por diversión, y la verdad, en mi opinión, eso no me parecía del todo inteligente.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando de repente este se puso en posición de alerta. Cada vez que Félix hacia esto un escalofrío recorria mi cuerpo.

Años atrás, me encontraba en la misma situación que ahora, durmiendo con el, cuando este se puso repentinamente alterado. Yo era tan solo una pequeña en ese entonces, debia tener nueve años, segun mis calculos.

Luego comenzaron a escucharse gritos y estruendos provenientes del cuarto de mis padres.

Recuerdo que fui sigilosamente a su dormitorio. Un lugar gigante, al cual siempre me encantaba ir antes de dormirme. Me escabullía por entré las sábanas y me colocaba en el medio de mi madre y mi padre. Tenía un televisor enorme, estantes con libros de aventura, fantasía y también política. Luego había un balcón con vista hacia las montañas. Era realmente hermoso.

Vi a unos hombres vestidos de negro y enmascarados, tenían guantes, y se me hacía imposible identificarlos. Mi madre yacía en el suelo, en ese momento no podía saber si se encontraba inconsciente o muerta. Luego estaba mi padre, rodeado por estos hombres. Lo único que me acuerdo de ese instante fue como yo intentaba esconderme en un pequeño baúl. Para mi suerte lo logre, haciendo que los encapuchados no notarán mi presencia en ningún momento. Realmente las memorias de aquella horrorosa noche se encontraban borrosas. No sabia exactamente como habia sucedido todo, ni quienes eran esos hombres y tampoco que le habian hecho a mi padre o a donde se lo habian llevado. Todo era una misterio para mi, un misterio que nunca me habia atrevido a resolver.

Después de esa noche, todo cambio en mi familia. Nuestro trato, nuestra personalidad y nuestro carácter había cambiado rotundamente. Mi padre era el que le daba alegría al hogar, sus anécdotas, chistes, y demás hacían que fuésemos una familia casi perfecta, pero esto era sólo una ilusión, sin el, no éramos nada.