1. "Este tipo me odia".

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Capítulo 1: "Este tipo me odia".

No importaba adónde iba, era casi imposible de seguirla con los pies.

Los chicos de diferentes clases se empujaban entre ellos, con tan solo conseguir tocarla con la punta del botín. Era un juego que requería sudor y fuerza, pero estaban dispuesto a darlo todo con el fin de ganar.

Todos los ojos prestaban atención a la pelota que nadie supo cómo dos chicos terminaron en el suelo.

—¡Fue falta!—exclamó Yuu en el suelo. Genial, ahora detendrían el partido solo porque dos estúpidos se tropezaban.

—¡Tú fuiste el que me empujó—!dijo el chico rubio en su defensa. Odiaba que le llevaran la contraria, sobre todo si se trataba de uno de sus deportes favoritos.

Aunque esa también era una característica de Yuuichirou.

El profesor se acercó a ambos chicos que estaban frente a frente a punto de comenzar una disputa.

—Cóbrele la falta—ordenó Mikaela en su intento de guardar la calma.

—La falta es para él—hizo énfasis en la última palabra—. Si no fuera por mis manos, me hubiera lesionado.

Desde que las clases se habían dividido para formar permanentes equipos de educación física, sólo consiguió crear una gran rivalidad entre éstos.

En especial Mikaela Shindo, había adquirido un gran odio hacia Yuuichirou Amane por nunca poder arrebatarle la pelota. También porque una vez Mika había formado parte de su equipo y a pesar de que dijera en todos lados "Amane, aquí" al igual que Yandere-chan nunca se la pasaba.

—Ya me cansé de su discusión—el entrenador por fin había decidido hablar—. ¡Queda sólo cinco minutos de clases y ustedes discuten por ésto! Deberían estar en los vestidores ahora.

—Pe-pero...

—En los vestidores masturbándose si es necesario. Sí, a ti te encontré el otro día haciéndolo, Amane.

Yuu balbuceaba mientras intentaba levantarse, lo cual se le hacía casi imposible. En verdad había sido un mal golpe.

—Yuu-kun, deja que te ayude.

Un chico castaño de su mismo equipo se abalanzó encima de él para intentar levantarlo. Aunque su ayuda era nula, no poseía fuerza alguna.

—Shindo, acompaña a Amane a la enfermería—el rubio lo miró aterrorizado—. Me cansé de sus rivalidades, ahora su castigo será estar la mayor parte del tiempo juntos. En el almuerzo, en clase, en la biblioteca, en el baño, cuando hagamos físico...los estaré vigilando.

Mikaela, furioso, tomó al azabache del brazo y comenzó a arrastrarlo.

—Ve más despacio, apenas puedo caminar por tu culpa.

—¡No digas esas cosas en voz alta!—sacudió su brazo—. ¿¡Qué crees que pensarán de nosotros!?

—No me callaré si no caminas más lento.

Mika rodó los ojos. Sujetó el brazo de su compañero con más fuerza y apoyó la barbilla en su hombro, algo que incomodó al azabache en demasía.

—¿Sabes, Amane? Tu brazo es muy suave.

Él había dicho con los ojos cerrados mientras continuaba caminando.

Él había dicho una oración  gay y parecía no importarle.

—¡No vengas con homosexualidades!

Yuu comenzó a forcejear para después empujarlo con fuerza.

—¿¡Qué me dices!? Si tú eres el gay.

Esas palabras desconcertaron al azabache, que intentaba mantener la estabilidad, apoyando la mayor parte de su peso en la pared.

—¿Gay? ¿Yo? ¿¡Qué te hace pensar eso!?

Bien, quizás masturbarse en los vestidores de hombres no había sido lo más conveniente. Pero, por favor, algún día uno también estarían en su límite sin ser conscientes de sus actos.

—Me lo dijo ese chico de lentes, tu amigo. Incluso dijo que te encanta por detrás-confesó el rubio—. Acabó de tomarnos una foto cuando yo sujeté tu brazo.

El joven de ojos esmeraldas volteó par a encontrarse a su amigo pelirrosa. Kimizuki al verlo, sonrió egocéntricamente y le mostró el dedo medio.

—Ese poste...—masculló Yuu con rabia.

Sin embargo, siguió intentando caminar sin la ayuda del Shindo.

Se golpeó con la pared, los estantes, los bancos, las puertas y todo lo que podría tener una escuela. Y fue culpa a su orgullo y mala estabilidad, que lo hacía tropezarse con cada cosa que se estuviera al frente.

—¿Qué le dirás a tus padres cuando te vean?—preguntó Mikaela al ver lo herido que se encontraba su compañero.

—Mis padres no viven en la ciudad, por lo que pagan el departamento así obtengo mis estudios, no tengo de qué preocuparme.

—Qué suerte la tuya, mis padres casi no me dejan en paz.

Al llegar a la enfermería, Yuu se recostó boca abajo en la camilla. Ya parecía que conocía muy bien ese lugar, puesto que éste se lesionaba en todos los partidos, aunque siempre insistía que podía continuar jugando.

Además, la enfermera no estaba. Podrían hacer lo que quisieran allí, era un lugar que constantemente estaba vacío.

—¿Me estás mirando el culo?—inquirió Yuuichirou al ver la mirada perdida de Mikaela.

—¿¡Eh!? Bueno, sí, pero porque tienes miles de moratones.

—¿Y esa es una razón?

—¿Quieres que te los cure?—Mikaela agarró una botella de alcohol con una mano y un algodón con la otra.

Le divertía fastidiar a ese chico.

De hecho, a pesar de que no podía vencerlo en un partido, sentía que podía vencerlo sólo con responderle.

Y, de alguna manera, las ganas de patearle las pelotas se convirtieron en ganas de hablarle.

Por otro lado, el ojiverde sólo se asustaba de su compañero. Era bastante directo y tenía una respuesta para todo.
Lo hacía para molestarlo, eso era seguro. Sabía que ese chico lo odiaba, después de todo la mayoría de las lesiones eran causadas por esa piel relativamente pálida.

—Entonces, ¿eres gay?

El azabache se sobresaltó. Esa pregunta sólo le daba la sensación de que sería violado allí mismo.

—Que no.

—Mientes.

—Es verdad.

—Tu culo parece abierto.

—¿¡EH!?—Yuu se puso de pie de un salto—. ¡Eso es lo que tú quieres creer, idiota!

Mikaela rió. Una risa melódica e incluso contagiosa, tanto que Yuu se aguantó las ganas de reír.

En verdad era fácil de molestar, se enojaba por todo y parecía incapaz de insultar en serio. Sería divertido pasar tiempo con él, el mundo fuera del fútbol era un lugar donde Mika sin duda ganaba.

Inconscientemente, se propuso un objetivo para sí mismo; molestar a su compañero pelinegro las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Además, con el castigo que les impuso el entrenador sería mil veces más fácil.

Oh, no se daba cuenta lo lejos que llegaría por un inofensivo objetivo.

Pero a decir verdad, hasta el día de hoy, no se arrepiente.

¡No me acoses! 『BL』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora