Zhang Yixing

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Zhang Yixing

Es 25 de diciembre por la tarde, y en la calle transitan pocas personas. Cuando algún solitario automóvil pasa, salpica con sus ruedas la banqueta y a todo aquel que encuentra en su camino. Ha llovido el día entero. Incluso, ahora mismo, cae una suave brisa. Gotitas cristalinas que empapan el sombrero de aquel hombre que porta una gabardina gris.

Sus pasos son lentos, resguarda sus manos en los bolsillos. La nuca desnuda, que permite apenas vislumbrar los cabellos color azabache, resulta inconfundible ante los ojos indicados. El joven avanza, mirando con detenimiento a su alrededor. Anda por un camino bajo árboles, observa con ternura un farol, aguardando esperanzado hallar en la esquina aquel local cuya vitrina exhibe las más deliciosas tartas de manzana.

Sin embargo... no está. La imagen del recuerdo ha sido modificada, y en cambio se encuentra ahora un pequeño bar. Suspira. Claro, ¿qué esperaba? Tres años transcurrieron desde su última visita. Cuatro, desde que partió del país.

Y podría pasarse de largo, podría simplemente abandonar y dirigirse hacia el hotel. Recostarse en su amplia cama, ver la televisión, porque a final de cuentas ya ha pasado la Noche Buena con Minseok, y visitado esa mañana a Jongdae. Pero... hay algo, una piedrita de nostalgia en su interior que le empuja a adentrarse en busca de una copa. Camina, pues, sobre el mosaico brillante con un aura tan fuerte que hace volverse en su dirección a las pocas personas que pasan su tarde en el local. Admiran su porte, la rectitud y elegancia con que anda. Tranquilo, retira la fedora y sus guantes negros. Pide whisky. Es un rostro nuevo, que nadie esperaba toparse en ese lluvioso atardecer.

Bebe tranquilo, abstraído en sus pensamientos. Ni siquiera presta atención a la tenue canción de jazz que se escucha de fondo. Tampoco a que, en algún momento, ya no está solo. Una segunda silueta se adentra, sentándose a su lado.

Cuando Yixing se vuelve, ahí está.

Es KyungSoo, pidiendo un trago para sí, y otro para el caballero que se encuentra a su lado.

—Qué sorpresa, no creí encontrarte aquí —murmura el de gabardina gris, ocultando una sonrisa bajo el cuello de la fina prenda.

—Debe ser el destino.

—No seas mentiroso.

—¡En serio! No sabía que vendrías. El haberte visto por aquí se trata de una casualidad —confiesa jugando con sus dedos—. Seguirte ya fue decisión mía.

Yixing niega con la cabeza, complacido.

—¿Cómo estás?

Ambos conversan tranquilos, mientras un aura cálida los envuelve. Hablan sobre sus vidas; sobre una empresa y un colegio. Los minutos transcurren, poco a poco el cielo oscurece. Tras una de tantas bromas, cuando el corazón pareciera hallarse en el estómago, guardan silencio. Es un momento amable, no hacen falta las palabras.

—Por cierto —menciona KyungSoo—. ¿Te gustó mi regalo? No había tenido oportunidad de preguntártelo.

—Sí. —Yixing asiente con la cabeza, emocionado. Busca en su bolsillo, y saca un pequeño manojo de llaves—. ¡Aquí está!

El de grandes ojos alza las cejas, sorprendido de que se encuentre allí mismo. Es un llavero en forma de tarta, gastado y despintado de algunas partes por el uso.

—Vaya, aún lo conservas... Oye, ¿y por qué traes tus llaves?

—Ah, es culpa de un amigo de la universidad. Él... digamos que me tiene mucha confianza. Además de la costumbre, claro.

—Ya veo.

—¿Sabes? Hace tiempo que yo guardo un regalo para ti. ¿Te acuerdas de ese catorce de febrero, cuando Jongin...? —Entonces guarda silencio, al ver la expresión amarga en el rostro de su amigo. ¿Cómo puede ser tan imprudente? Maldice a sus adentros—. Bueno, yo pensaba darte un casete. Aún lo conservo.

—¿Sí? —KyungSoo juega con la copa de cristal—. ¿Y cuándo me lo planeas dar?

—No lo sé. Un brillante día, cuando vayas a China.

—¡Oye! Sabes que con esfuerzo logro pagar el alquiler de mi departamento, y aun así...

Ambos ríen. Yixing aguarda. Las palabras atrapadas.

—Y... ¿tienes pareja? —Ahí están. A pesar de los años, su corazón se acelera como la primera vez.

—No. ¿Y tú?

—Tampoco. Jongin se casó este año... con una mujer. ¿Puedes creerlo?

—No, eso no me lo esperaba. ¿Cómo ocurrió?

Una historia deriva en otras, como muñecas rusas. Transcurren los minutos. Tic-tac. Tic-tac. Tic-tac. Ya es de noche, y pronto cerrarán el local. Ambos se enderezan, pagan la cuenta, salen a caminar. Deciden tomar un taxi juntos, que los lleve a sus respectivas habitaciones. Sin embargo, ambos terminan en el departamento de KyungSoo.

Beben té, sentados en el sofá. Una extraña y abrumadora calidez les rodea. Se sienten en casa; no, es un hogar. Como si su vida entera hubiesen pertenecido a ese lugar, donde uno se recarga en el hombro del otro.

—Yixing. —KyungSoo llama.

—¿Sí?

—¿Recuerdas lo que dijiste esa noche? Cuando tú... me besaste.

Él asiente con la cabeza, despacio, en silencio.

—Incluso aunque el tiempo haya pasado... ¿será que hoy, aún puedas encontrarme lugar en tu corazón?

Yixing lo observa, cansado, como quien corre un maratón entero para recibir finalmente unas cuantas gotas de agua. Toma su mano, se la lleva a los labios y deposita varios besos que estremecen al muchacho. Los dos son adultos ahora, no hay nada que perder. La respuesta es afirmativa, lacrimosa, tan anhelante como siempre.

Ambos pares de labios se acercan con tanta ansiedad, tanto deseo, que resulta doloroso y confuso. Los ojos se cierran, los alientos se mezclan, y cuando por fin el beso correspondido siempre anhelado se cumple... ambos son infinitamente felices.

Lo que sigue son incontables caricias, pasos erráticos que se dirigen a la habitación, y un par de pálidos cuerpos tendidos que se exploran y aman como si no hubiese un mañana. Cosquillas, risas, abrazos, pies descalzos, palabras nunca pronunciadas, jadeos.

Ninguno duerme, no desean perder ni un segundo juntos. Y cuando están demasiado cansados, se observan en silencio. Viéndolo así, Yixing piensa que, de haber sabido lo que le esperaba, y en caso de ser necesario, hubiese esperado mil años más.

Porque lo vale.

Él solo deseaba un beso, uno entre tantos que dio y recibió. Sin embargo, después de ser envuelto en ellos... se siente bien. Agonizar de una sobredosis suena a la muerte perfecta. Y por el tiempo que dure, sin pensar en el alba, se dedica a yacer al lado de KyungSoo, donde ha decidido seguir perteneciendo.


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Los cinco besos fallidos de Zhang Yixing | LaySooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora