Tercer beso fallido

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Tercer beso fallido

Nunca pude odiar a Jongin. Creo, de hecho, que yo no fui creado para el odio.

Incluso aunque alguna vez más vi a la pareja demostrándose afecto frente a mí, poco a poco fui perfeccionando la autenticidad de mi falsa sonrisa. Los comentarios positivos, el dolor inexistente ante su creciente ausencia, mi tolerancia, todos en algún momento me parecieron reales. Supongo que soy un buen mentiroso, en especial conmigo mismo. Porque siempre intenté hallar belleza en mis tardes solitarias, me detuve a sentir el cálido viento acariciando mis mejillas con optimismo. Así es la vida, ¿no? ¿Qué podía hacer yo al respecto?

Alguna vez, harto del ensimismamiento azul, me levanté y fui a casa de Luhan. Él tenía una alberca, y en verano solíamos bañarnos siempre en ella. Perezosos, apoyados espalda con espalda, palpaba la humedad de su piel y sus cabellos, al tiempo que me dedicaba a escuchar sus aventuras con las chicas de nuestro instituto. Hablaba de mini faldas, largos cabellos, pezones y bragas. Un mundo que a mí poco me interesaba, pero que prefería oír a lidiar con mi desilusión amorosa.

Quizás fue de Luhan-hyung que aprendí a coquetear. Él no conocía nuestro secreto, y en algún momento decidí seguirle la corriente solo para tener algo en qué pensar. Una distracción. Cuando contaba diecisiete años, nos hicimos muy cercanos, y salíamos a divertirnos con compañeras. Yo nunca las utilicé para sexo, como él lo hacía, porque mi amabilidad era demasiado grande como para herirlas. Entonces tuve dos novias, que a los cinco meses se hartaron de mí y fueron ellas quienes me terminaron.

Yo... no prestaba mucha atención.

KyungSoo, por su parte, parecía desconcertado ante mi cambio de actitud, pero tampoco hacía nada al respecto. No preguntaba, ni aconsejaba, solo acusaba.

Poco a poco me fui hartando, porque, aunque yo no quisiera, soñaba constantemente con él. El viejo KyungSoo, el que prefería una tarde de películas a mi lado, antes que apoyar a Jongin en sus presentaciones de baile. El que volvía conmigo a casa, el que me permitía jugar con Kimchi. Lo extrañaba, mucho, y cuando creí toda esperanza perdida... ocurrió.

KyungSoo y Jongin terminaron tras una discusión. Y el primero en enterarse fui yo, porque era el mejor amigo abandonado del chico de ojos grandes.

Esa noche, después de meses, volvimos a dormir juntos. Cuando lo vi parado en el umbral de mi casa, con la cara lacrimosa, no pude simplemente rechazarlo... le recibí con chocolate caliente y nuestra manta verde favorita. Entonces me contó, con lujo de detalle, el motivo de su separación. Yo escuché con atención palabras de un amor ajeno, permitiendo que clavase en mí sus tiernas espinas. Deslicé mi mano por su cabello, descendiendo por el cuello y la espalda. Miré sus labios, otra vez, en primer plano. Aconsejé, remendé, suspiré. Contamos nuestras últimas anécdotas, aquellas que no pudimos debido a la distancia. Y volvió a sonreír para mí, lamentándose el tenerme en un rincón.

—No importa —mentí bajo las sábanas, en la noche otoñal—. Solo no lo vuelvas a hacer, ¿de acuerdo?

Tras contar estrellas, KyungSoo cerró sus ojos, cayendo profundamente dormido.

Y me encontré allí, con su cuerpo tendido a un lado, sobre el colchón. La luz de luna, y un foquito encendido en la casa de enfrente eran las únicas fuentes de luminosidad que me permitían observarle, colándose a través de la ventana. Habíamos crecido, sus piernas lucían más largas de lo que recordaba. Gotitas de sudor escurrían por su frente, el pecho subía y bajaba con amabilidad. Supongo que la adolescencia me hizo desear, en aquella ocasión, algo más que un beso.

Acaricié suavemente su mejilla, en silencio, palpando las imperfecciones de su rostro. Me enderecé, cuidando en todo momento de no hacer ni el más mínimo ruido. Pronto me hallé relamiendo mis labios, cerca de los suyos. Tuve que susurrar alguna necedad, no lo sé, algo que pudiera escuchar en sueños.

—KyungSoo, te quiero tanto... ¿es que no puedes darte cuenta?

En algún momento que cae naturalmente como las hojas de un árbol, rozamos nariz con nariz. Y estuve tan cerca, tan cerca de su boca... cuando los somnolientos ojos me miraron. Paré en seco, percatándome de cómo, al tiempo que su dueño recobraba la razón, se horrorizaban por mi cercanía.

—Yixing... —susurró confundido, asustado—. ¿Qué ocurre? ¿Qué haces?

—Quizás no lo recuerdes —sonreí amargamente—, pero estabas teniendo una pesadilla. ¿Te encuentras bien?

Él solo asintió despacio, aún desconcertado, supongo que tratando de recordar el mal sueño, porque confiaba más en mis palabras que en su cerebro... En fin, maldije a mis adentros, separándome de él.

Y es que, aunque el tercer beso frustrado se hizo presente, deseé que la noche fuese eterna. Ese momento íntimo en el que ambos sentimos sangrar nuestras heridas fue intenso e invaluable. El sol se presentaba como mi enemigo, pues la realidad regresaría con todas sus desazones, y la partida de KyungSoo sería inevitable.

Su regreso al mundo, donde probablemente Jongin esperaba. Donde Yixing permanecía en la esquina, observando en silencio.


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Los cinco besos fallidos de Zhang Yixing | LaySooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora