Parte sin título 9

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Regina la miraba. No había dejado de hacerlo desde que había entrado en el camarote. Emma apoyó la cabeza en la puerta, devolviéndole la mirada. Ninguna de las dos dijo nada. Regina apoyó el índice sobre la página que estaba leyendo, inclinando ligeramente la cabeza. Emma, con un golpe de cadera, se separó de la puerta, hundiendo las manos en los bolsillos. Caminó lentamente a través del pasillo formado por las camas y se detuvo cerca de la de Regina. Sus miradas no se desviaron un instante. Emma se balanceó sobre los talones, un rizo de sus cabellos le cae desordenadamente sobre el rostro. El libro de Regina se cerró de repente, y su propietaria dirigió una profunda mirada llena de interés hacia la Salvadora.

Emma se mordió el labio inferior, intentando aguantarse una sonrisita. Dio un paso hacia delante, después otro, hasta sobrepasar la cama de Regina y dirigirse a la suya. Una mano se cernió alrededor de su muñeca. Emma giró apenas la cabeza, y Regina le sonrió. La arrastró con ella hacia el colchón. La camisa de Emma voló a alguna parte de la habitación, seguida del corpiño de Regina y de los pantalones de ambas. Las sábanas son arrastradas por encima de ellas, y nuevamente no son necesarias las palabras.

El despertar fue brusco. Emma pensó que se había caído de la cama, pero cuando el golpe se repitió, fuerte y agitado, se dio cuenta de que no era ella la que se había caído, sino la nave entera. Regina se incorporó de repente y se sentó, cruzando la mirada con la de Emma.

«La nave» dijeron a la vez

Ambas saltaron de la cama. Entre sacudida y sacudida, lograron vestirse con lo primero que encontraron. Cuando Emma estuvo lista, quitó el cerrojo de la puerta, se volvió y le tendió instintivamente la mano a Regina. Ambas miraron con estupor esa mano tendida. Regina no se la esperaba y Emma ciertamente no lo había planeado. Se produjo otra sacudida, más fuerte que las anteriores. Regina aferró la mano de Emma y ambas salieron de la habitación.

Sobre el puente, Hook estaba intentando gobernar la nave ayudado por Charming. El timón parecía fuera de control y ambos hicieron un notable esfuerzo para mantenerlo firme en sus posición.

«¿Qué está pasando?» gritó Regina, intentando hacerse oír.

Snow White, aferrada a un mamparo, se giró para mirarlas. Su mirada se detuvo por unos instantes en sus manos todavía entrelazadas, antes de responder

«Hook dice que estamos aterrizando» exclamó preocupada «que estamos saliendo del túnel de unión»

La nave se empinó de golpe, y Regina tuvo apenas tiempo de agarrarse a la mano que Snow le tendía, antes de que el imprevisto efecto de la gravedad la hiciera terminar a ella y a Emma al final del puente de la nave, y probablemente fuera de la borda.

En el otro lado, Rumpel luchaba por mantenerse agarrado a una red. Tan rápido como se había empinado, la nave volvió a su posición normal, sacudiéndose furiosa en lo que parecía una verdadera tempestad. Rumpel se arrastró bajo cubierta, la cara con un color extraño: acababa de desayunar y todo ese movimiento no estaba ayudando a su digestión.

Emma se agarró a la red de la nave con ambas manos, sujetando a Regina entre esta y su propio cuerpo. Regina se apoyó en ella, las manos sobre los hombros, e intentó mantenerse en equilibrio. Sus miradas se cruzaron y las dos no pudieron hacer otra cosa que sonreír.

El grito de Hook sobresaltó a todos

«¡Las velas!»

Las tres levantaron la cabeza, asistiendo impotentes al espectáculo. Las cuerdas que sujetaban las velas, testigo de muchos viajes y también de esta tempestad mágica, comenzaban a romperse, dejando libre la tela. Las velas, sin estar sujetas a su sostén, comenzaron a revolotear en el aire, enredándose y desgarrándose por la furia del viento. Permanecían sujetas a la nave solo gracias al gancho de hierro que impedía que se definitivamente se soltaran y volasen. Solo quedaba una vela intacta. La más importante y, por eso, las más resistente.

Jolly RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora