Parte sin título 6

5.4K 398 122
                                    


Emma salió del baño temblando. Se envolvió al cuerpo la pieza de tela que ella y Regina se habían acostumbrado a usar como toalla, y caminó descalza hacia la cama.

Se echó, cansada. El adiestramiento de magia con Regina y las lecciones de esgrima con ella se habían intensificado aquellos días. Desde que Regina, dos días antes, había comenzado a instruirla también en el manejo de la espada, los días de Emma se habían vuelto frenéticos y completamente agotadores.

Por la mañana, después del desayuno, ella y Regina se encerraban en el camarote para sus lecciones de magia. Emma no había tenido ningún problema más de agotamiento debido al hechizo de levitación, pero Regina había comenzado a enseñarle cosas más complejas y obviamente, más cansadas. Las lecciones con la espada no se quedaban atrás: Regina era exigente, incluso más que en el adiestramiento de la magia. La obligaba a realizar los mismos ejercicios infinitas veces hasta que los hubiera asimilado correctamente. Y aunque la muchacha admiraba su celo, después de un momento, la situación se volvía agotadora, también a nivel mental.

Pero Emma no se quejaba, porque los resultados, al terminar cada jornada, eran palpables. Al cabo de un par de días había conseguido crear una manzana de la nada con la magia. Manzana que había regalado a Regina, porque ella no se las comía. Y en ese mismo periodo de tiempo la muchacha había logrado no solo contraatacar eficazmente un ataque del padre, sino también a desarmarlo. Regina nunca le había parecido tan satisfecha.

Pero ese día las lecciones habían sido extenuantes, más de lo normal. Viendo los resultados que podría obtener, Regina empujaba a Emma a hacer más, dar más, trabajar más. Cada día a un nivel más alto.

«Estoy rota» gimió, dejándose caer como un peso muerto

«Hoy has trabajado mucho» le dijo Regina, entrando en el baño sin dirigirle una mirada.

Junto con el avance del adiestramiento, también la relación con Regina había mejorado. No mucho, porque Emma había notado que la mujer intentaba mirarla lo menos posible, pero al menos bajo otro punto de vista era así. Por lo menos, ya no peleaban. Las discusiones se limitaban a sarcasmos más o menos velados, bien distribuidos a lo largo de la jornada. Y, en segundo lugar, Regina se había vuelto más amable, más permisiva y más alegre en sus encuentros. Sin contar que nunca se olvidaba de hacerle algún cumplido cuando lograba llevar a cabo algún ejercicio particularmente difícil. Y Emma debía admitir que le gustaba. Y mucho.

Emma se despertó de un sobresalto. Llevándose una mano al rostro, se preguntó distraídamente qué hora sería, para acordarse luego que no tenía reloj. Debía ser bastante tarde a juzgar por el movimiento que escuchaba por detrás de la puerta. Emma desencajó los ojos. Regina se movió ligeramente en el sueño, arrugando la frente.

«Mierda» susurró Emma, apartando las sábanas y bajado rápidamente de la cama de Regina. Se había dormido. Se había dormido profundamente. En poco minutos Regina habría podido despertarse y encontrarla en su cama...y entonces sí que hubiera sido problemático.

El entrenamiento del día anterior había sido tan agotador que le hizo bajar todas las defensas, y eso no debería suceder más. Emma puso los pies en el suelo, pero deseando alejarse lo antes posible, se olvidó de prestar atención a la cama, haciéndola chirriar. Fue como un tremendo disparo en el silencio. Emma se quedó petrificada, los ojos desencajados y la respiración cortada. Algo no iba. El corazón le retumbaba en el pecho, y parecía ser el único sonido de la habitación. Pero de hecho no era así. Inmediatamente se dio cuenta de qué cosa no iba. La respiración corta y regular de Regina se había interrumpido. Lentamente Emma se giró para mirar la cama de la que apenas se había levantado, y se congeló en el lugar.

Jolly RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora