Capítulo 5

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Los días transcurrieron de manera rápida y a medida que esos pasaban Hashirama comenzaba a mostrar mucho más cariño hacia su hermano menor. Exactamente el mismo cariño que le daba a Madara. 
En las noches de placer, Tobirama no necesitaba ser quien buscaba al mayor, ya era normal que fuese Hashirama quien iba a buscarlo a la habitación, se adentrara y lo hiciera suyo toda la noche. 

«¿Acaso se olvidó de Madara?»
«¿Por fin lo logré?»


Se cuestionó Tobirama, asombrado de todo lo que estuvo pasando en ese lapso de tiempo, pero la respuesta era muy obvia: era un gran sí. 
Hashirama ya no nombraba a Madara en lo absoluto; volvía a ser el risueño y jovial hermano mayor que conocía, lleno de alegría, mostrando esa tan característica sonrisa que lo enamoró tanto a él como al Uchiha.


Esa noche Tobirama se encontraba recostado en la cama de su propia recámara, observando hacia el techo mientras su rostro portaba una sonrisa y recordaba cada momento vivido en esos días. De pronto, la puerta de la habitación se abrió y mostró una silueta familiar: Hashirama. 

—Nii-san... —pronunció Tobirama esbozando una sonrisa mientras miraba de reojo al mayor de los Senju.
—Shhh... —Hashirama se acercó al menor y una vez allí colocó su dedo índice en los labios de Tobirama—. No se necesitan palabras. —terminó de decir aquello, retiró su dedo índice y beso los labios del albino.

Tobirama no dudo en corresponder el beso mientras cerraba los ojos para disfrutar del momento.

El mayor colocó una de sus manos en los cabellos de la nuca del menor, de allí la mano fue bajando por la nuca, el cuello, pasó hacia adelante y se posó en el pecho; todo eso sin romper en ningún momento el beso.
Y de pronto, ese bello escenario cambió drásticamente.
Tobirama abrió lentamente sus ojos al sentir su cuerpo mucho más pesado de lo normal. Un enorme cansancio comenzó abordar todo su cuerpo mientras una extraña presión comenzaba a presentarse en su pecho, justamente donde estaba posada la mano de su hermano. 
Estuvo a punto de luchar, pero no pudo, incluso su propio chakra lo estaba traicionando; era como si su chakra estuviera siendo absorbido. 
Quedó congelado por el asombro al saber que justamente eso era lo que estaba pasando. Bajó la vista y notó que un papel muy similar al de los sellos se encontraba en su pecho: era un sello drenador de chakra. Con exactitud supo que ese no era de su propia propiedad.

De pronto, una nube de humo se formó delante de él. Quien tenía enfrente no era su hermano, sino un shinobi de Kumogakure, uno que pudo identificar por su apariencia. Era exactamente como contaban las malas lenguas: Ginkaku, uno de los hermanos oro y plata.

«¿Por qué no noté su chakra?» 

Tobirama se interrogó mentalmente a sí mismo. Nadie podía pasar por desapercibido en su rango sensorial, después de todo es el mejor ninja sensor de su aldea.
A duras penas pudo separarse de su contrario, pero su cuerpo ya se encontraba sumamente agotado; sus parpados estaban pesados, sus piernas estaban por flaquear y ceder para caerse. 
Abrió su boca y sin pensarlo gritó a todo pulmón el nombre de su hermano mayor antes de entregarse al Morfeo. 

—Dulces sueños, conejito. —dijo Ginkaku.

El verdadero Hashirama tampoco se percató de una extraña presencia de chakra en la morada; ni siquiera se podía detectar.
El grito de Tobirama fue suficiente para que se pusiera alerta y corriera a toda velocidad por las escaleras en busca de su hermano. Su corazón latía con velocidad acorde a cada paso que daba. 
Cuando llegó al lugar de donde escuchó provenir el grito no encontró a nadie, y eso fue suficiente para que el pánico cubriera por completo todo su cuerpo.

Gritó una y otra vez el nombre de su hermano mientras lo buscaba en cada rincón de su hogar. Nada. Nada ni nadie.

«No... No de nuevo... ¡Rikudou Sennin, por favor, no permitas que algo malo le pase a mi hermano!». 

Rogó Hashirama para sus adentros mientras salía corriendo de la casa, donde allí pudo presenciar a ambos hermanos, oro y plata, sonriendo con maldad. En brazos del menor notó a la perfección que lo que cargaba al estilo nupcial, no era nadie más ni nada menos que Tobirama. 

—¡Suéltalo! —exclamó Hashirama mientras aumentaba su chakra para intimidarlos.
—Oh, Shodaime. Si quiere que este sujeto viva... Recomiendo que no haga nada. —dijo Ginkaku.
—Tsk... —La rabia se esfumó del mayor al ver que alrededor de Kinkaku se formó una nube de humo y al dispersarse esa, ese ya no estaba—. ¿¡Eh!?

Todo ese tiempo, Kinkaku fue un clon ante sus ojos. 
El verdadero aprovechó el momento, la distracción del Shodaime y el sello que mantenía para mantener oculto su propio chakra y logró colocar el sello drenador en la espalda de Hashirama. 

—No tenemos nada contra usted, Shodaime, pero la paga es muy jugosa. —dijo Kinkaku.

Hashirama trató de bloquear el sello al sobrecargarlo de su propio chakra, pero fue en vano. No era como los sellos de su hermano.
Poco a poco sus ojos deseaban cerrarse, pero su voluntad no lo permitía. No quería rendirse, pero de un momento a otro terminó cayendo boca abajo al suelo. 
Allí levantó un poco su cabeza para guiar su mirada hacia su hermano. Estiró su mano derecha hacia ese y a duras penas logró formular un nombre:

—T-To... Tobi... —dijo Hashirama mientras se dejaba caer a la inconsciencia.

Entregándose así a ambos hermanos de Kumogakure.


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