Capítulo 2

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Los días pasaban, pero no con la típica tranquilidad como anteriores. La turbulencia en los días se hacía presente porque poco a poco se desató una guerra contra Kumogakure. 
Madara y varios shinobis fueron al frente de la batalla a luchar, pero la gran mayoría murió mientras que el resto desapareció sin dejar rastro alguno, y entre esos, Madara fue uno.

Hashirama en desesperación mandaba espías para ir a buscar a los capturados, pero ninguno sobrevivía a la misión. 
Como el Hokage que era, tenía que preocuparse por todos por igual, pero en eso falló. Su preocupación era mucho mayor por Madara; temía que ese estuviera muerto... El segundo shinobi más fuerte asesinado en pie de guerra.
¿Estará vivo? ¿Estará muerto? ¿Lo estarán torturando para que hable? 
No quería imaginar la respuesta de las últimas dos interrogantes. 

Observó por la ventana con una inmensa tristeza como si esa fuese la culpable del suceso funesto. Un gran nudo de nervios abordó su garganta mientras comenzaba a velar por todos: por los desaparecidos, por los capturados y por su querido amante.

No muy lejos de la ubicación de Hashirama se encontraba Tobirama quien practicaba los últimos puntos de los nuevos sellos que creó.
Todo el día estuvo perfeccionando cada uno de sus nuevos inventos, pero de un momento a otro tuvo que finalizar cuando la puerta tras suyo se abrió. Era Toka Senju quien se adentraba a la habitación.

—Tobirama, su hermano necesita de tu presencia. —comunicó la kunoichi. 
—En seguida voy. —respondió con simpleza, permitiendo que la mujer se retirara. 

Pasaron varios minutos para que él se dirigiera hacia el encuentro con su hermano, exactamente sabía donde iba a estar: en la torre del Hokage. 
Como en muchas otras ocasiones fue bien recibido en la torre mientras se retiraban los demás, ya era muy tarde para que se quedaran trabajando allí, incluso era tarde para su hermano. 

—He llegado. —comunicó su ingreso a la habitación mientras presenciaba la silueta de su hermano sentado en el escritorio. 
—Tobirama, ven. —El tono de voz utilizado por el mayor no era respectivo de él. 

Tobirama caminó con parsimonia hasta quedar cerca de su hermano. 

—Siéntate aquí, por favor. —dijo el mayor, palmeando su propio muslo derecho con una de sus manos.
—Eso es... Vergonzoso, hermano. —dijo Tobirama tratando de mantener su orgullo—. Ya soy un adulto. 
—Por favor...

Era débil ante las súplicas del mayor. Terminó cediendo ante el pedido y con sumo cuidado se sentó en donde fue indicado. 
Comenzó a sentir una caricia en su cabeza. El cómo Hashirama tocaba sus cabellos. El toque lo hizo disfrutar del momento, tanto que terminó cerrando los ojos para poder concentrarse en el mismo.

El silencio abordó por completo la habitación hasta que el mismo fue destrozado por la voz del Hokage.

—Sabes, Tobirama... Últimamente me he sentido muy solo... 
—Tú no estás solo. —respondió inmediatamente el menor, aún con sus ojos cerrados. 
—¿A qué te refieres? —El hermano mayor interrogó un poco desconcertado.
—Me tienes a mí. —respondió el albino. 

El silencio reinó por unos segundos.

—Eso es cierto... Otouto.

Hacía muchos años que Hashirama no lo llamaba de esa manera infantil.
Otouto... Hermano menor. 

Antes de que Tobirama pudiera decir una sola palabra, sus mejillas fueron sujetadas con fuerza y su rostro fue girado en contra de su propia voluntad para que pudiera ver hacia los ojos avellanas de su Aniki
Quedó sorprendido al ver la mirada del mayor. Esos ojos llenos de un peculiar brillo de vida tan característico... Ya no lo tenían. Ahora mismo su hermano parecía otra persona completamente diferente. 
Hashirama ejerció más fuerza en las mejillas del menor para que no pudiera escapar de lo que tenía planeado. No pensó en ningún momento sus acciones y las consecuencias que tendrían, y sin más le plantó un beso en los labios a su hermano menor. Un beso rudo, lleno de violencia y dolor. Un beso furioso y desesperado.

Tobirama podía sentir como su hermano tenía los labios secos y como el sudor era presente en la frente de ese. Hashirama deliraba de fiebre, tenía que hacer algo, pero... ¿Por qué no quería destruir ese beso?

En todos esos días que desapareció Madara, él se sintió sumamente feliz. 
Tenía a alguien menos en el camino para poder estar con su hermano, aunque el destino tampoco se lo puso fácil para él: eran hermanos. 
Seguía siendo el pequeño Senju; el pequeño hermano menor de Hashirama. 
Pero en este momento, toda moral se fue al diablo. 

La racionalidad abandonó su mente y sin dudarlo más, respondió el beso de su hermano mayor hasta que lo rompió. 

—Hashirama, tienes fiebre. —aclaró el menor mientras miraba con seriedad al mayor y añadió—: Tienes que ir a recostarte y a tomar medicina para aplacar la fiebre. 

Por parte de Hashirama, este ignoró por completo todo lo que dijo su hermano. Su agarre abandonó las mejillas y se centró en los brazos de su contrario, ejerciendo la suficiente fuerza para obligarlo a quedar recostado de espalda contra el escritorio, quedando los brazos por encima de la cabeza. 

—Dime, Tobirama... ¿Te gustaría oír como Madara se derrumbó en el suelo? —dijo acercando su rostro al de su hermano y añadió—: El cómo se vería como una muñeca rota.

Tobirama no comprendía el porqué Hashirama decía eso, pero sabía a la perfección que se refería a la muerte del mayor.

Se encontraban tan cerca que sus labios podían rozarse a la perfección.
El cuerpo del mayor estaba caliente, ardía, pero no por deseo, sino por la fiebre. 
Tenía fiebre. Debía descansar. Necesitaba beber agua.

—¿Te agrada la idea, hermano? ¿Te arrepientes de no estar allí para poder verlo y regodearse? ¿Te sientes satisfecho con su muerte? 

Era la primera vez en la vida de Tobirama que tenía miedo por su hermano hasta el punto de perder toda la fuerza que tenía. Olvidando incluso de cualquier jutsu que sabía para poder liberarse. 

Hashirama no parecía ser el mismo, pero él sabía que si borraba a Madara de la conciencia de su querido hermano, podría ser el mismo de antes.

... ¿Verdad?


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