SIN MIEDO

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Los dejo con la conti...gracias por leer

SIN MIEDO

Su respiración se agitaba cada vez más, los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos, lo único en lo que podía pensar en esos momentos era en escapar; hallar la manera de zafarse de sus captores y huir lo más lejos posible.

Pero eso parecía imposible. Se aproximaban a ese lugar,  donde casi todo era controlado y dirigido por la delincuencia. Un lugar,  donde no existía presencia policiaca, donde solo se apreciaba la pobreza e injusticia por doquier. Pronto volvería a  ese  lugar, donde lo tenían prisionero.

Prefería mil veces la muerte a tener que pasar por lo mismo de nuevo, eso sin dudarlo, pero los desgraciados que lo tenían prisionero sabían que no lo dejarían morir así de fácil ya que a  ellos les servía más vivo que muerto.

-ya llegamos a tu dulce hogar. – le dijo ese hombre en el volante, volteando a verle  con lasciva y sonriéndole con cinismo.

Entonces  sintió un fuerte jalón en su brazo derecho, aquel que por cierto, le dolía cada vez más pues no se había curado del todo.
 
Sin importar cuanta resistencia pusiera Aioria, ese hombre lo metió dentro de la casa, si se podía llamar así al lugar lujubre y apestoso que tenían en frente.

El hombre alto y de cabellera rubia, que sostenía a Aioria  lo llevo arrastras  hacia un cuarto vacío, su prisión.

Aioria miraba desesperado y con miedo todo ese lugar  estaba condenado terminar sus días en ese lugar siendo sometido por esos hombres.

-así que pretendías, escapar. – le dijo ese hombre  propinándole un fuerte puñete en el rostro, haciendo que cayera al suelo.

-nunca, escúchame bien, nunca, te vas a librar de mí. – le sonrió con vileza. –me perteneces, tú me perteneces. – dijo comenzando a patearlo en las costillas.

-Sabes que si sigues golpeándolo de esa manera, vas a terminar matándolo, Radamanthys,- dijo  el otro hombre acercándose a Aioria.

-  así que mejor ten más cuidado, no queremos que se desperdicie. – dijo cínicamente, acariciando el rostro magullado de Aioria.

-primero este malnacido me va a decir unas cuantas cosas. – aparto al otro hombre bruscamente mientras sujetaba a Aioria de la camisa.

-¡dime si hablaste con alguien! – Aioria no respondió, solo miro con infinito odio al hombre que lo sostenía.

- ¡habla, dime si le dijiste algo a alguien! – le propino  otro  golpe al rostro.

-respóndeme hijo de…- estaba por golpearlo de nuevo.

-¡NADA! – grito con la poca fuerza que tenía. – No dije nada.- finalizo echándose a lamentar su suerte.

- no te creo. – le dijo sosteniéndole de los cabellos. – no  creo ni una sola palabra. –  le jalo  más fuerte, deseando lastimarlo.

-nada… no dije nada…- Aioria mantenía la mirada baja.

-¿a no?- hablo incrédulo mientras comenzaba a rondarlo. – entonces quien rayos era el hombre que estaba contigo hace un momento, Dime. – lo pateo una vez más, Aioria solo escupió un poco de sangre mientras apoyaba ambas manos en el suelo.

-ese hombre me llevo al hospital…supongo que solo siente lastima por mí, nada más, de todas maneras eso no importa pues no dije nada. – dijo alzando la mirada para mirarlo con rabia. Radamanthys  estaba por golpearlo de nuevo más el otro lo detuvo.

- espera, Radamanthys,  haya o no dicho algo, nadie le hubiera creído, si no es más que un pobre infeliz, a nadie le importaría en lo más mínimo su estúpida existencia, así que ya despreocúpate. – le hablo más calmado y sin apartar la mirada de Aioria.

Send Me An AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora