Capítulo 8

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Un mes después…

-¡JAJAJA! Sólo lo digo para molestarte… - decía ella, carismática.
-¡Ay Dios! ¡Te odio! – respondía yo.
-¡Te amo! – replicaba ella con ternura.
-¡Te odio! – volvía a responder yo.
-¡Te amo!
-Eso dices… - contestaba mientras dibujaba una triste línea con mis labios.
-Está bien… entonces te diré la verdad…

En eso, la imagen que estaba observando empezó a distorsionarse, y todo se tornó blanco y negro hasta quedar completamente oscuro. No podía ver nada ni a nadie. Y durante los escasos segundos en el más allá, concluí en que estaba teniendo un sueño… pero uno más como un “deya-vú”.

-¡Señor Campos! ¡Señorito Campos! – me llamaba la atención el maestro Shin, bastante raro el nombre, ¿no?

Pero dentro de mi consciencia solo empezaba poco a poco a escuchar una voz, y pensaba: “será que es… ¿ella?”.

-¡Campos! No puedes dormirte en clase – se dirigía a mí el maestro, con autoridad.

Se veía enfadado con su llamativa camisa de cuadros azules que siempre llevaba puesta, era como en los animes, él siempre llevaba la misma ropa… y aquella camisa poseía una enorme mancha café de la cual mis ojos no podían separarse en ningún momento. Esta mancha se veía tan grasosa como la personalidad del maestro… que, aunque se lavara, y se volviera a lavar, seguía igual.

-Maestro, y las camisas tampoco pueden comer, sin embargo, la suya lo hace… - respondí grotescamente en un impulso, y con rostro de malicia mientras me levantaba para salir del salón, cogía mi mochila y sonreía a la respuesta del salón disfrazada de risas. Al final de cuentas, ya sabía que el maestro me expulsaría del salón… para qué pelear.

Me dirigí a la sala de dirección, más para volver a ver a esas atractivas secretarias con pechos enormes y que siempre me hacían sonrojar, antes que por ir a revelar mis faltas de respeto en clase. No podía evitarlo, ver a las secretarias exaltaba mi deseo sexual típico de púbero.

-¿Ahora qué hiciste Campitos? – me preguntaba una de las secretarias mientras abría las piernas en una posición bastante extraña.
-Lo de siempre… ya sabes – le respondía yo con tranquilidad y flojera.
-A ver guapo… parece que es la quinta vez que te mandan en este mes, yo sé que apenas ingresaste y que eres extranjero… como me encantan… pero recuerda que, al acumular 6 faltas disciplinarias menores en dos meses, te provocará una suspensión temporal, y no puedo vivir sin mi mexicanito sensual. Así que con cuidado mi niño – me advertía ella, mientras yo la miraba con rostro nervioso tratando siempre de concentrarme.

Aun así, aquello me hizo sentir como si mi presencia, o mi desorden, fueran requeridos dentro de la preparatoria de Osaka. Se sentía bien, era como si ya hubiese escrito mi nombre en ella.

-Tú sabes “secre”, hay cosas que yo solito no puedo remediar – le respondía finalmente a la secretaria – con su permiso.

Entré a la oficina del director, una pequeña aula con sabor a oscuridad y ambiente siniestro, se sentía como si no hubiese entrado un alma en muchos años. Posaban orgullosamente reconocimientos y diplomas por toda la pared del cuarto; y una pequeña foto encuadrada de su ya difunta esposa en la esquina derecha de su escritorio de director.

-Veamos Campos, ¿Ahora qué hiciste? – me cuestionaba el director Miyamoto.
-Mmm… veamos: dormí en clase, respondí al maestro de manera grosera, lo humillé frente a toda la clase… fue grandioso.
-Y todo eso, ¿a qué viene? – replicaba el director intrigado.
-No lo sé… ni me interesa “coach” – respondía finalmente yo, dirigiéndome a él con un exceso de confianza que todavía no existía.
-Vamos Campos, puede haber muchos factores que conlleven a que cometas faltas disciplinarias tan frecuentemente en clase: falta de sueño, problemas familiares, enamoramiento…

De la Oscuridad de la Luna, a la Luz del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora