×Emma×
A veces es difícil acordarse de las cosas buenas que pasaron, cuando todo es bueno, uno nunca lo piensa. Pero cuando ocurre algo que dolió en todo el cuerpo, esos recuerdos llegan como piezas de rompecabezas, que caen como las hojas del otoño.
Recuerdo bien ese tiempo con David. Qué ironía recordar todo ahora que ya no estamos más juntos.
Andábamos en su descapotable rojo, tal como a mí me gustaba. Hacía frío ese día, lo recuerdo porque tenía la nariz helada, pero no me importaba porque amaba ver y sentir la naturaleza que había por el barrio de Dave. El lugar era todo verde, y particularmente, ese día el cielo estaba gris, lo cual me gustaba más.
Más que nada, me encantaba estar mirando al cielo todo el viaje, ver como todo alrededor mío se movía, desaparecía.
Hasta que el techo negro oscureció todo.
-¡Oye!- exclamé enojada.
-Nos vamos a enfermar si seguimos así. No tengo ganas de estar en cama. ¿Tú sí?- me miró y sonreía.
-No.-dije en voz baja, estaba realmente encaprichada. Estaba disfrutando del día nublado y el frío. Me toqué el rostro y estaba congelado.- ¡Pero estoy abrigada! Mira, traigo bufanda puesta y todo...
Dave rió con fuerza.
-¡Ay, dios! Diecinueve años y sigues actuando como una niña.
-Me da lo mismo. Estaba disfrutando. Cuando lo hago no puedes interrumpir. - lo miré con seriedad. Él contenía una sonrisa.
-Bueno, mientras esté el día nublado, dejaré que te aburras mirando el techo.- ordenó. Le saqué la lengua, enojada. A él pareció no importarle.
Cinco minutos después, frenó frente a la casa de su hermana, Leah. Lo miré confundida.
-Debo buscar unas cosas.-respondió leyendo mi mente. Bajó del auto y me abrió la puerta. Ya mi rostro estaba desconcertado. Pensé que debía esperar dentro del auto.-¿Me ayudas?
Asentí y bajé. Tomó mi mano, incluso cuando no lo necesitaba. Me hizo girar entre mis talones, como si bailáramos. Esta vez reí. Abrió la puerta y entré. Hacía frío, pero dentro se sintió acogedor. Me quité la bufanda roja y la arrojé al sofá, mientras Dave me decía:
-Buscaré las cosas.
-¿Te acompaño?
-No, quédate aquí. Ponte cómoda.
¿Y para qué me hizo entrar a mí también? pensaba. Qué idiota. Me quedé allí parada, nerviosa de que apareciera su hermana o algún familiar. Todavía no conocía a nadie de la familia de David, lo cual era normal. Sólo llevábamos una semana saliendo, todo era nuevo para ambos.
Recorrí la sala de estar y en las paredes tenían colgadas varias fotografías familiares. Reconocí a Dave en una de cuando era pequeño. Sus ojitos achinados y castaños sonreían a la cámara que lo apuntaba. Tendría unos cinco o seis años de edad. La niña a su lado debía ser Leah; quien tenía el pelo largo lacio y rubio, sus ojos verdes y grandes miraban a la cámara con elegancia. Tendría unos doce o trece años. Para ser hermanos no se parecían en absoluto. Es más, Dave tenía el pelo negro azabache, los ojos pequeños con sus pestañas bien arqueadas y sus labios finos; cosa contraria en cómo era Leah.
-Emma-me llamó. Giré hacia él avergonzada, como si me hubiera visto haciendo algo malo.- ¿Qué haces allí?
-¡Nada! Sólo...estaba viendo.-lo observé, tenía en sus manos una canasta de mimbre que parecía pesada.- ¿Para qué es eso?-pregunté. Me sonrió ilusionado- ¿Quieres hacer un picnic?-asintió.- ¡Pero está nublado afuera!
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Siempre te amaré
Teen Fiction-¿Que haces ahí parada?- mi mamá se me quedó mirando. Me sentí una boba sonriéndole. -Nada.-contesté. Me encogí de hombros y me dispuse a ir a la cocina. -Tienes que tomar tu medicación. -dijo. El tema es que, en todo ese remolino de desgracias en l...