Cap. 7 Rumores y secretos

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Dave


Al final, pedí lo mismo que Emma. Me parecía extrañamente divertido el mezclar algo dulce con algo salado. Pedí una hamburguesa de pollo con todo más el batido de frutilla y cuando llegó a mí mesa el aroma entró por mí nariz y se quedó en mi corazón.

-¡Hace cuánto no comía esto!- exclamó anhelando todo, creo que incluso mi plato.

-¿Hace mucho no vienes?

Asintió.

-Si, hace mucho.

-¿Por qué no volviste?

-Porque no tenía con quién.

-Qué raro ¿No tienes amigas?

Negó con la cabeza. La miraba intrigado. Se aclaró la garganta antes de contestar.

-No fui a la escuela.-este dato me sorprendió aún más.- Mi madre decidió educarme en casa por eso no hice amigos nunca.

-Qué extraño, pensé que ya no se hacían esas cosas. La escuela sirve para que puedas enfrentarte al mundo, a la sociedad. ¿Y qué hacías estando tan sola?

-Mm, bueno no es difícil estar sola. Leo mucho, escribo, miro televisión, hago manualidades. Hay muchas cosas para hacer. Una vez le regalé a mí padre una bufanda que tejí yo misma.

-Wow ¿Podrías hacerme una a mí también?

-Mmm, tal vez.

Le di un mordisco a la hamburguesa y abrí los ojos como platos.

-¡Mmm!- me salió con la comida aún en la boca.- ¡Esta hamburguesa está buenísima!

Emma se rió, satisfecha.

-¿Te gusta?

-¿Bromeas? -miré el batido de frutilla-¿Y por qué el batido? A ver...-lo bebí y sentí la leche fría quitando el sabor de la hamburguesa e invadiendola con su gusto dulce y cremoso. No se sentía nada raro. Eran geniales ambos sabores.

-¿Qué te parece? Muy raro ¿No?

-Nah, delicioso. Nunca mezclé algo así.

-Mmm, estoy casi segura que si has probado la hamburguesa de pollo.

-Si, claro.-puse los ojos en blanco.- pero esto de combinarlo con un batido de frutilla. Ten por seguro que nunca lo pedí en mí vida.

-Para mí es porque estás contento de verme -canturreó. Me hizo poner colorado, agaché la mirada.

-Engreída.

-Por supuesto, baby.- alcé las cejas sorprendido.

-¿Me llamaste bebé?-Ella desvió la mirada, como si la hubiera descubierto haciendo alguna travesura. -No puedo creerlo, te estás encariñandoo- esta vez yo canturreé.

El almuerzo estuvo de lo más genial. Me sentí yo mismo con Emma. Y tenía el presentimiento que a ella le pasaba igual. Nos hicimos varios chistes y nos reímos mucho con la respuesta del otro. Me sorprendió mucho a la hora de pagar, ella sacó dinero y lo dejó en la mesa.

-¿Qué haces?

-Pago mi parte.- responde sin inmutarse.

-Pero yo te invité. Yo debo pagar por ambos.

Emma se encogió de hombros.

-Voy a confesarte algo. Mí madre decidió que no quiere que pagues nada mío.

-¿Eh?

-Si, es su movimiento en contra de esta nueva relación. En cada cita que tengamos, yo me pago mí parte. No puedes hacerlo tú. Es un método de control para ver adónde me llevas y cuánto costará. Ah y falta esto -tomó la cuenta, hizo un cálculo con los dedos, por dios, qué bonita se veía con esa mirada tan inocente que tenía, dejó más dinero dentro del ticket. -Siempre debes dejar el diez por ciento de lo que gastaste en propina para la persona que nos atendió.

Siempre te amaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora