¡Corre, Forest!, ¡Corre!

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Luego de pasear y reírse toda la tarde, llegó la hora de la despedida y Ramata se fue a dejarlo al aeropuerto. Se despidieron con un largo y apasionado beso para después quedarse abrazados hasta que vieron que ya estaban entrando los últimos pasajeros al avión, y Stephen corrió.

Para mala suerte de él, estaban a cuatrocientos metros de la sala de embarque de su avión y justo cuando estaba a segundos de llegar, la azafata se dispuso a cerrar la cabina de acceso. Por instinto Ramata le gritó: ¡Corre, Forest! ¡Corre! a modo de broma. Stephen le dijo desesperadamente que por favor lo dejara entrar y por compasión, la joven le dijo que tendría que ir a consultarle al piloto si podía dejarlo entrar.

 Luego de cinco minutos en donde el chaval estuvo con el alma en un hilo mientras era consolado por la muchacha, salió la azafata y le dijo que tenía autorización para dejarlo entrar; así que se dieron un rápido beso en la boca y subió, buscando rápidamente su asiento mientras todos los pasajeros lo miraban como si estuviera chiflado. Al llegar al asiento, se sentó en medio de una anciana y un chico más o menos de su edad. Luego de unos diez minutos, partió el avión y se afirmó del asiento de adelante por costumbre. Cuando el avión ya había despegado en su totalidad, sacó el nuevo libro que había comprado de Stephen Hawking mientras escuchaba música clásica que tenía el avión, con los audífonos que le había dado otra azafata de hace unos minutos.

Tenía la intención de contarle todo, pero no pude... no pude.

Después de que se subió al avión, me di la vuelta y me dirigí al baño para asegurarme de que estuviera bien el bebé. Tomé un transfer y me fui a la universidad para ingresar al baño de mi habitación y poder sacarme la faja. Comprendí que no podría seguir usándola, ya que lo único que lograba con ello era hacerle daño a mi pequeño. Y si volvía a ver a Stephen, tendría que contárselo. Total... siempre podría ser madre soltera, pues aunque él me había dicho que quería que tuvieramos hijos y todo eso, yo sabía que mi amor no estaba preparado para eso; para ser sincera, yo tampoco lo estaba.



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