Evan parecía no inmutarse por el hecho de que alguien se estaba mudando a la casa de enfrente, en cambio su madre saltaba de un lado a otro gritando que sería una oportunidad de hacer amigos. La verdad es que a él no le entusiasmaba mucho la idea, más personas desagradables a quien ignorar. Por otro lado su madre estaba emocionada, deseaba darles la bienvenida aquella familia y hacerla sentir bien, ya que ella sabía lo difícil que era llegar a un nuevo lugar con nuevas personas de las cuales seguramente no sabías que existían.

— ¡Haré galletas! Y cuando terminen de desempacar iremos a llevárselas y a presentarnos - dijo la agradable señora corriendo a la cocina ignorando la cara de disgusto de su hijo.

— Iras tú sola, no pienso ir a verle la cara a esa gente.

— Ni siquiera los conoces y ya los odias. No tienes remedio Evan - lo desaprobó su madre.

El chico de cabello castaño puso los ojos en blanco y luego subió las escaleras dirigiéndose a su cuarto. No sabía por qué su madre se emocionaba tanto, no era nada del otro mundo, solo se trataba de gente fastidiosa igual al resto.

Evan se tiro en su cama cuando entro a la habitación, se sentía cansado, ya era casi de noche y el día había sido demasiado atareado, así que se quedó mirando al techo, pensando en su vida. Le gustaba como la llevaba hasta el momento, sin gente estorbando en su vida, pero había algo que no le cuadraba, se sentía solo, vacío, como si le faltase algo. Pero ¿Qué le podría faltar? El chico negó con la cabeza para él solo, no le faltaba nada, solo eran tonterías. Ignoró el sentimiento y se levantó, ya empezaba a oler a galletas de vainilla, sus favoritas.

Bajo corriendo las escaleras y se adentró en la cocina robándole una galleta a su madre la cual lo miró con desaprobación, él solo se limitó a encogerse de hombros. Su madre siempre cocinaba delicioso, era como una especie de chef profesional. O al menos para él lo era. Sus platos siempre quedaban como para chuparse los dedos, no cabía duda que era la que mejor cocinaba en el mundo.

— Evan no, ¡Se supone que es para los vecinos! - lo reprendió su madre.

— A la mierda los vecinos, ellos deben de tener comida en su casa también - le respondió a su madre agarrando otra galleta y saliendo de la cocina.

Clarice lo miró mal, siempre era igual. A veces le daba la impresión de que su hijo no tenía sentimientos. Negó con la cabeza desaprobatoriamente y suspiró colocando las galletitas en una de sus refractarias favoritas color crema y las tapó con un poco de plástico transparente para que conservarán su calor un rato más.

(...)

Bianca estaba sentada en el ante jardín, casualmente había una blanquita al lado de la puerta de su casa así que decidió que era el mejor lugar para esperar que descargaran sus cosas. Su madre se encontraba adentro coordinando todo y su padre en el camión ayudando a bajar las cosas, normalmente cada vez que se mudaban sus padres no le dejaban participar en ello ya que no les gustaba.

La castaña suspiró y escaneo el vecindario con la mirada, las casas eran hermosas por estos lares. La casa en la que se estaban mudando era de dos pisos, bastante amplia y moderna, sus paredes eran de un color blanco bastante hermoso, tenía un pequeño balcón en el pasillo del segundo piso que daba a la calle, las habitaciones eran inmensas a comparación de la casa en la que vivía antes. Habían tres habitaciones, una en la que dormían su padre y su madre, otra que era la de ella y la última la cual su padre decidió que iba a ser el cuarto de visitantes, le pareció una locura ya que casi nadie los visitaba pero no lo cuestionó. La cocina era espaciosa y hermosa, contaba con una sala-comedor bastante amplia y un cuarto adicional abajo donde su padre colocó su estudio de trabajo. En la pared de la cocina había una gran abertura que daba hacia el comedor, algo así como un mesón bastante bonito. En la pared de la sala había una especie de armario grande con repisas donde su padre dijo que iba a colocar su colección de licores y vinos junto con su inmensa colección de copas. La verdad es que la casa era bastante acogedora.

EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora