IV

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Media hora después de rotundo silencio y de trabajo arduo ya tenían una parte de la dicha maqueta hecha, Bianca se sentía orgullosa mientras que Evan no veía el momento de salir corriendo.

Bianca suspiró pesadamente y dio un respingo cuando escucho la puerta abrirse. Relajo su cuerpo cuando vio a la madre de Evan llegar con unas bolsas que se veían bastante pesadas. Evan y Bianca corrieron en la ayuda de Clarice la cual estaba sudando, se le notaba el cansancio en la mirada.

— Sabes que no puedes cargar cosas pesadas mamá...

Dijo Evan en un murmuro mientras llevaba las bolsas a la cocina, Clarice solo río con cansancio y suspiro agotada.

— ¡Uh! Les está quedando espectacular muchachos.

La voz de Clarice sonaba algo entusiasmada. Tal vez se sintió de esta forma al ver a su hijo trabajando en algo junto a alguien.

— Gracias Señora Gloss.

Dijo Bianca mientras se le acercaba. La verdad es que la maqueta no iba ni por el 20% pero se sentía gratificante que alguien dijera eso de su trabajo, o al menos así lo veía Bianca.

Evan guardaba las cosas que había traído su madre del supermercado, miró por encima de su hombro y no pudo evitar clavar sus ojos en una cabellera castaña, su mirada se deslizaba por todo el cuerpo de Bianca, su cabello, sus brazos, su espalda, sus curvas marcadas, sus piernas. En ese momento Evan se dio cuenta de algo. Tenía a una hermosa castaña en la casa, una hermosa castaña a la que había tratado horriblemente y aún persistía en ser su amiga. Un sentimiento de culpa pasó por el pecho de Evan, tal vez no fuera tan malo dejarla acercarse un poco, tal vez sería bueno para él, haría feliz a su madre y tendría un punto de apoyo aparte de su cansada y enferma madre. Entonces Bianca se giró hacia él haciendo que sus miradas se encontrarán, en ese momento Evan se sintió muy apenado, ella se había dado cuenta que la estaba mirando. El castaño se giró rápidamente y termino de colocar las cosas que faltaban en su lugar para luego subir las escaleras que van a la segunda planta casi corriendo. «Que estúpido» pensó el chico cuando llegó a su cuarto y se tiró a la cama.

Bianca suspiró al ver al chico irse a su cuarto, o eso suponía ella. Empezó a guardar sus cosas con eficacia, desechó todo aquello que ya no le servía y organizó sus cosas para irse.

— ¿Te vas ya? ¿No quieres quedarte a cenar?

La voz dulce de la señora hizo que Bianca se derritiera ante la invitación.

— No creo que sea debido, además... Seguro que si me quedo probablemente no baje a comer.

Dijo Bianca refiriéndose a Evan. Clarice en parte lo sabía, pero tenía la esperanza que Evan se integrara. Después de un par de minutos de súplicas de la señora, Bianca aceptó. La chica le ayudó a la señora con lo que pudo para la cena, le ayudó a poner la mesa y a organizar un poco el desorden de Evan en la sala.

— Bianca cariño, ¿Puedes llamar a Evan a comer?

Bianca no estuvo de acuerdo con eso, pero el semblante cansado de la señora le impidió negarse. La verdad es que cada vez la veía más decaída, más demacrada y cansada, tal vez sea por el trabajo y el cansancio, pero tenía la sospecha de que era algo más.

La castaña subió las escaleras y de las tres puertas que había decidió abrir la última la cual tenía una águila de metal colgada en ella. Cuando abrió la puerta se topó con un Evan dormido sobre la cama. Y no era para menos, ya habían pasado casi dos horas desde que subió corriendo las escaleras. La chica movió levemente el pie del muchacho para tratar de despertarlo, pero su intento fracasó. Volvió a intentar pero esta vez agarrando la mano tatuada del chico y meneándola levemente pero fue en vano. La castaña suspiró y se quedó mirando las facciones relajadas del chico, era la primera vez que podía verlo tan de cerca y tan detalladamente. Se sentó en el piso a un lado de la cama, acercó su rostro al del joven para mirarlo más de cerca. Las cejas tupidas y gruesas del chico hacían ver su rostro como una obra de arte, eso sin contar sus atractivas facciones y sus carnosos labios que se veían tan besables y suaves. La chica sacudió la cabeza levemente «¿Pero qué estás pensando?». Bianca colocó su mano en la mejilla del chico y con el pulgar acaricio sus cejas con dulzura, el rostro del chico se relajó aún más, como si le gustara esa pequeña caricia que le acababan de dar.

EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora