II

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Evan caminaba irritado por el pasillo que daba a la salida del bloque. Bianca lo seguía a paso airado, vaya que caminaba rápido este chico.

— ¿¡Podrías dejar de seguirme!? - preguntó exasperado y girándose hacia la chica.

La castaña no previno el repentino movimiento del chico y chocó contra el duro pecho de este. Alarmada por la repentina cercanía se alejó rápidamente no sin antes notar su delicioso olor a hombre.

— ¡Perdón! Pero si eres inteligente te darás cuenta que soy nueva, y al ser nueva significa que no conozco absolutamente nada ni a nadie de este lugar.

— Ese no es problema mío.

El chico continuó su caminata y la chica irritada lo jaló de el brazo impidiendo que siguiera.

— Escúchame bien tarado, necesito que por lo menos este maldito día me enseñes como sobrevivir aquí, claro, si es que no me quieres todos los días pegada a ti como una sanguijuela - dijo firmemente la castaña mirando directamente a los ojos grises del chico.

Evan lo consideró, si le hacía ese favor por fin se la sacaría de encima y lo dejaría en paz, así podría añadir otra persona a su lista interminable donde ponía a las personas que alejaba. Entonces asintió y Bianca sonrió.

El chico no pudo evitar sentir una especie de conquilleo cuando vio la sonrisa de aquella chica. Como es costumbre Evan eliminó rápido ese sentimiento y se obligó a sí mismo a seguir caminando, ahora un poco más lento para que la sanguijuela de sonrisa bonita pudiera seguirle el paso.

Pasó la jornada entera y Evan le había mostrado a Bianca donde debía comprar su comida, donde estaban los baños, las aulas a las que debía ir y los profesores con quienes le tocaba cada asignatura. La gente los miraba raro, claro, no era normal ver al chico más temido de toda la universidad guiando a una dulce chica en su primer día.

Bianca se encontraba ya en el bus de vuelta, ahora Evan se había alcanzado a sentar en un asiento individual, el camino fue tranquilo y rápido, cuando llegaron a la parada que era ambos bajaron, ni siquiera cruzaron miradas, cada uno fue directo a su casa, Bianca entro como un rayo y cerró la puerta detrás de ella, tenía un hambre de Dioses.

Por otro lado Evan abrió tranquilo la puerta, guardo las llaves en su bolsillo y no pudo evitar mirar por encima de su hombro la casa de la chica, el recuerdo de su sonrisa apareció como un flash en su mente, a lo cual frunció el ceño y sacudió su cabeza. Enojado consigo mismo entro a su casa y cerró la puerta, normalmente su madre a estas horas estaba trabajando en su pequeño restaurante en el centro de la ciudad.

Bianca comía su parte del almuerzo que su madre le había dejado en el horno microondas, lo comía con gusto, era como probar la gloria ya que no había comido nada en todo el día, se le había olvidado pedirle dinero a su padre para comer. Mientras comía pensaba en el chico de enfrente, había sido muy amable de su parte ayudarla, aunque todo el día actuó de una manera demasiado extraña, nunca nadie de la universidad hablo con él, ni siquiera alguien había cruzado miradas con él, se le hacía raro, además de que se lo andaba encontrando hasta en la sopa. Parecía que Evan no fuera de muchos amigos, aunque eso no hacía falta decirlo, muy bien se había dado cuenta por cómo la miraba y miraba al resto, como si por el hecho de ser seres humanos ya los odiara. El plato ya estaba vacío, pero ella no lo notaba aún, estaba perdida en sus pensamientos. Esos ojos grises repelentes al mundo, cargados de odio y desprecio, esos ojos grises que se notaban tan fríos. «¿Por qué se comportara de esa forma?» pensaba Bianca frunciendo el ceño.

Con un suspiro se levantó de la mesa, lavo el plato en el que había comido y subió a su cuarto, descargo sus libros y empezó a repasar sus apuntes, tenía que adelantar lo que no había visto, así que agradeció que le había tomado foto a los apuntes de Evan. Busco su celular y abrió la galería, no tardó mucho en encontrar dichas imágenes. Su mirada se detuvo en esa letra tan pulida y organizada, luego miró su cuaderno y una mueca de inconformidad se posó en su rostro, su letra era horrible a comparación de la de él. Hizo un puchero, qué vergüenza. Entonces haciendo su mejor esfuerzo de hacer la letra mejor, transcribió lo que había escrito en las fotos del cuaderno de Evan, a su cuaderno.

EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora