Mientras la ambivalencia de sentimientos de amor y odio caracterizó el vínculo de Frida con su madre, la relación con su padre siempre fue de mucho cariño y cercanía. Y se hizo aún más estrecha tras la enfermedad de poliomelitis de Frida, puesto que fue su padre quien principalmente la acompañó en sus ejercicios y la guio en los programas de rehabilitación. Frida, a su vez, fue testigo de los continuos y misteriosos desmayos de su padre, para los que en su temprana infancia nadie le ofreció explicación alguna. Se trataba de los frecuentes ataque epilepticos