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Nunca sabré si se volvió en arte al cambiarse mis deseos, tampoco si mi norte se convirtió en sur. En ocasiones me siento como una oveja que adora ser atacada, o como un cerdo que ama revolcarse en el barro; jamás pude creer que los sentimientos que una vez juraron ser paz, se transformarían en hechos nefastos que junto a mi mente y cuerpo, cometería. Las voces no paran de advertir que, lejos de casa, todo es perdición. Pero, ¿qué le digo a la perdición si me invita a bailar, siendo los protagonistas perfectos para una íntima película? ¿Aceptar o negar? Si declino, dolería, mucho más fuerte que el veneno que rompe la yugular, o una bala que perfora el pecho. Si acepto, el resultado sería el mismo al final, pero tendría la oportunidad de disfrutar de un nuevo sinónimo de diversión. Mezclar negro con blanco, fuego con hielo, lo bueno con lo malo.

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