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Ella se convertía en una maldita cuando cometía una delito, una ofensa que costaría su vida ante La Reina

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Ella se convertía en una maldita cuando cometía una delito, una ofensa que costaría su vida ante La Reina. Pero ella, siendo de  otra ciudadanía, estar bajo otro poderío, no podía estrangularla y entregar sus restos a los mutantes que residían del otro lado del reino. Odiaba su risa, su felicidad; dentro de su corazón emigraba el deseo de asesinarla y al resto de su linaje, sean o no culpables de su degradación impura, de su deslealtad, de sus nefastos actos.

La tentación se le presentaba como una manzana, reluciente al igual a la de aquel edén. Bailaba con ella por las noches dentro de su imaginación, tendiéndole un cuchillo, colocando a tres metros de distancia aquella persona tan repudiada, e incentivándola a aventar el cuchillo sin parpadear para no perder de vista ni un solo segundo del acto, de la manera en que la sangre salía a la luz, desprendiéndose de sus venas y creando el charco perfecto para que La Reina entrase y bañase su ardiente espíritu,  evaporando todo su crudo enojo... Porque era así, no podía eliminarla en persona, pero sí en sus sueños, y lo hacía continuamente. Pero esa noche, había atravesado un kilómetro más y un foco se encendió; sobre un podio yacía un espejo, lo demás era oscuridad. La Reina se acercó, cierta inseguridad salía de sus pies, se detuvo al frente esperando ver el contenido real de su alma.

Gritó como si le hubiesen desgarrado la garganta, posteriormente cayó de rodillas dedicándose a solo llorar... Llorar ccon la misma sangre en la que se había bañado, y en un soplo de segundo su corazón dejó de latir, pues el mismo horror que caracterizaba su interior acabó con su existencia, sin tener piedad, ni siquiera un aliento de ésta.

Pero claro, todo eso en un sueño.


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